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Up, los nuevos cuentos digitales - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Finalizaba un crítico su perorata en un boletín de cine con una pregunta muy sencilla, ¿Por qué no se puede decir nada malo de Pixar? (Josep Parera, Imágenes nº 293). Lo de sencilla viene porque es francamente fácil de responder viendo el curriculum fílmico de esta compañía asentada en una especie de urbanización artificial, en un lugar llamado Emeryville, que suena a algo así como villa de sueño americano de los cincuenta, en la cálida California. A pesar de haber sido adquirida por Disney, gracias al dios de los espectadores, el control de su estudio de creación siguió en manos de los genios de Pixar. Y a pesar de la fusión, Cars, Ratatuille, Wall-E, y ahora Up, confirman que Disney se puede comer a Pixar, pero deja el control del aparato digestivo a quien mejor sabe sobre calidad del enfoque narrativo y digital.

Up, los nuevos cuentos digitales

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Una imagen de la película de Pixar Animation Studios.

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Una imagen de la película de Pixar Animation Studios.

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DATOS RELACIONADOS

Título original: Up
Dirección: Pete Docter, Bob Peterson
Guión: Bob Peterson
Fotografía y reparto: Animation
Música: Michael Giacchino
Año: 2009
Duración: 96’
País: Estados Unidos
Productora: Pixar Animation Studios / Walt Disney Pictures
Web oficial: http://www.uplapelicula.es/

Blanca Vázquez - La República Cultural

Finalizaba un crítico su perorata en un boletín de cine con una pregunta muy sencilla, ¿Por qué no se puede decir nada malo de Pixar? (Josep Parera, Imágenes nº 293). Lo de sencilla viene porque es francamente fácil de responder viendo el curriculum fílmico de esta compañía asentada en una especie de urbanización artificial, en un lugar llamado Emeryville, que suena a algo así como villa de sueño americano de los cincuenta, en la cálida California. A pesar de haber sido adquirida por Disney, gracias al dios de los espectadores, el control de su estudio de creación siguió en manos de los genios de Pixar. Y a pesar de la fusión, Cars, Ratatuille, Wall-E, y ahora Up, confirman que Disney se puede comer a Pixar, pero deja el control del aparato digestivo a quien mejor sabe sobre calidad del enfoque narrativo y digital.

La Disney de aquellos primeras animaciones de los cuarenta basaba su éxito en algodonosas historias con princesas, reinas y madrastras rabiosas o animalitos con largas pestañas que se expresaban en un encanto antropomórfico de algodón de azúcar, incluso en sus penalidades. Hoy el empalago de Disney aparece más descarado, más calculado y más vigoroso. Claro que Pixar va más allá, como hemos comprobado en sus últimas genialidades, creadas con estimulantes intenciones de un viaje hacia el éxito a través de personajes solitarios, un tanto incomprendidos, inteligentes y con enormes motivaciones, que pasan del fracaso a la autosuperación con pasión y civismo. Toda una fábula moral para los peques, que atrapa, también, a los mayores.

Sin llegar a la obra maestra que supuso Wall-E, los directores de la última oportunidad aventurera de un viejecito un poco cascarrabias, Pete Docter y Bob Peterson, han dado en la diana sentimental de toda la familia.
Up es una maravilla, una lección de sencillez, tanto a través de su realista argumento (a pesar de los perros que hablan y las casas que se elevan con globos) como de su técnica. Distribuida en formado 2D y 3D, la tercera dimensión proporciona más solidez a los personajes. Sin ofrecer estridencias circenses tridimensionales, la cinta destaca por la mezcla de tecnologías, la analógica y la digital. No deja de ser un tanto casta el uso tecnológico de la casa Pixar, que se muestra relajada, sin la obligatoria premisa de supersorprendernos constantemente.

Pero sí lo hacen con la temática argumental, un film animado centrado en la vejez, y sus manías, su relación con la infancia, así como el respeto y la compañía de los animales. Con las voces españolas del siempre reconocible Luis Varela, que ha dado al protagonista, Carl Fredricksen, una dimensión humana extraordinaria, escuchamos también la voz de un explorador único e instransferible, Miguel de la Cuadra, dando voz al famoso personaje explorador Charles Muntz, además de sorprendernos al comienzo con un nostálgico "NODO", bajo la voz de un Matias Prats transmutado en su padre, aunque no podamos evitar que nos recorra un cierto escalofrío por la espalda, ya saben, cosas de la postguerra española.

Después de esa escenificación tan lograda de la niñez de Carl Frederikson, que sueña a través de su admirado héroe, un aventurero explorador llamado Charles Muntz, (caído en desgracia por no poder demostrar que existe un curiosa ave de la que solo posee un esqueleto), desfila ante nuestros ojos lo que, personalmente, se erige en la mejor parte del film, el encuentro del niño un poco tristón, sosito y soñador, con la locuela marimacho niña Ellie, un mágico resultado de los dibujantes, a lo que sigue su tranquila y larga vida contada en escasos minutos, hasta el momento en que Carl enviuda y se hace un poco cascarrabias y un mucho solitario, luchando, eso sí, contra los tiburones del mundo inmobiliario, por conservar su pequeña parcela donde se asienta su hogar. Entre triquinuelas legales y no legales, las autoridades consiguen que el Sr. Frederikson tenga que irse a una de esas residencias llamadas los setos soleados, o mandingas similares. Ja, ni por asomo creemos que se deje vencer este viejecito con cara de pocos amigos y media docena de cerraduras en su puerta, además de un bastón de cuatro patas, artilugio que más adelante veremos que tiene su cuota de protagonismo.

Antes de ser depositado en una residencia para ancianos, el Sr. Frederikson saca fuerzas e ingenio y se despide a la francesa, dejando a los funcionarios con un palmo de narices y al resto de la ciudad con cara de alelados, aunque él mismo no dejará de llevarse la sorpresa de su vida, al comprobar que lleva en el maletero de su casa, un niño regordete llamado Russell, especie de boy-scout en extinción. ¿Vivirá el anciano la aventura que nunca pudo vivir junto a su querida esposa Ellie?.

Up está envuelta de divertidos bromas, algunas francamente curiosas e ingeniosas, como lo de los collares traductores de los perros, la parlanchina ingenuidad de Russell, armas tan curiosas como el chocolate y las pelotas que son capaces de volver al más feroz canino en un bichito juguetón, o la realista reproducción de un sonido producido por Russell cuando roza las ventanas del dirigible del decepcionante y también anciano explorador Mutz.

Esas son las cosas que diferencian a Pixar.

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