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Mein Führer, cuando acaba la cinta ¿dónde está el chiste? - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

A lo largo de la historia, el disfraz de la comedia ha servido en incontables ocasiones para trocar la tragedia en humor. Un ejemplo muy claro es del de las películas o las obras teatrales relacionadas con el nazismo y con Hitler, y este es el caso del nuevo film que bajo el título de Mein Führer ha llegado a las pantallas españolas, de la mano de Dani Levy, director y guionista de origen alemán, nacido en Basilea y Berlinés de adopción, que acomete de esta manera su noveno largometraje cinematográfico. El rodaje data del 2007 y fue Premio de la Crítica y Premio al Mejor Actor para Ulrich Noethen por su papel de Himmler en los German Film Critics Assoc. Awards 2008. Pero estos días se ha estrenado en los cines de Madrid y Barcelona, en su versión original alemana subtitulada.

Mein Führer, cuando acaba la cinta ¿dónde está el chiste?

Un Adolf Hitler que vuelve entre el escarnio de su entorno político

Mein Führer
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Mein Führer

El Führer (Helge Schneider) junto a su maestro judío Adolf Grüenbaum(Ulrich Muehe).
Foto: cortesía de Baditri.

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El Führer (Helge Schneider) junto a su maestro judío Adolf Grüenbaum(Ulrich Muehe).
Foto: cortesía de Baditri.

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DATOS RELACIONADOS

Título original: Mein Führer - Die wirklich wahrste Wahrheit über Adolf Hitler
Guión y dirección: Dani Levy
Intérpretes: Helge Schneider, Ulrich Mühe, Sylvester Groth, Adriana Altaras,
Stefan Kurt, Ulrich Noethen, Lambert Hamel, Udo Kroschwald.
Director artístico: Christian Eisele
Supervisor de animación y efectos visuales: Frank Schlegel
Sonido: Raoul Grass
Música original: Niki Reiser
Fotografía: Carl-f Koschnick
Productor: Stefan Arndt
País: Alemania
Duración: 94’
Distribuye: Baditri

Julio Castro – La República Cultural

A lo largo de la historia, el disfraz de la comedia ha servido en incontables ocasiones para trocar la tragedia en humor. Un ejemplo muy claro es del de las películas o las obras teatrales relacionadas con el nazismo y con Hitler, y este es el caso del nuevo film que bajo el título de Mein Führer ha llegado a las pantallas españolas, de la mano de Dani Levy, director y guionista de origen alemán, nacido en Basilea y Berlinés de adopción, que acomete de esta manera su noveno largometraje cinematográfico.

El rodaje data del 2007 y fue Premio de la Crítica y Premio al Mejor Actor para Ulrich Noethen por su papel de Himmler en los German Film Critics Assoc. Awards 2008. Pero estos días se ha estrenado en los cines de Madrid y Barcelona, en su versión original alemana subtitulada.

La historia imaginaria de un Adolf Hitler (Helge Schneider) que acaba dependiendo de la ayuda de un judío, al que terminará por confesar su “oscura procedencia poco aria”, los malos tratos y abusos de su progenitor y la forma en que se termina por agriar su carácter, hasta decidir pagarlo con los judíos. Aunque, confiesa, “la ‘solución final’ no fue completamente idea mía”, no termina de sustraerse a esa necesidad de odiar y ser amado, de honrar la violencia (aún cuando sea contra él mismo), y de sentirse impotente en cuanto tiene cualquier inseguridad.

Engañado por los suyos respecto a la destrucción y la situación de la guerra a cinco meses del final de la misma, no se resigna a comprobarlo a escondidas por la noche, pese a que no confesará saberlo, en tanto que el judío maestro de teatro e interpretación, Profesor Adolf Grünbaum (Ulrich Mühe), cada vez exige más condiciones a Goebbels (Sylvester Groth) y, pese a ser consciente de que le van a engañar hace ver que han cumplido con todo. Cada uno con su ego de héroe triunfador, se verá envuelto en escenas que, de no ser por la vertiente cómica de la obra, serían de una terrible y trágica realidad.

El engaño se mantendrá hasta el final, pero, una vez acabado el guión, queda un segmento incrustado en los títulos de crédito (no salgan corriendo de sus butacas los que suelen hacerlo), con entrevistas a alemanas y alemanes de distintas edades, que, entre risas, pueden poner los pelillos de punta.

Es una comedia bien llevada, porque pese a lo recurrente de los cinco días en que se produce la acción, el espectador no advierte fácilmente lo repetitivo de los días al captar la atención la propia actuación de los intérpretes. Un juego de guiños, de gestos, de caras, de sobreentendidos: hay que estar muy atentos al simbolismo, como el judío negociando, pero también intentando matar al Führer con un lingote de oro, o una escena que bien podría ser propia de La vida de Brian, saludando desde el balcón al intentar pasar desapercibido. Por momentos, uno llega a confundir a cada protagonista, entre ambos Adolf (otro juego del guionista), y cree en otro final hasta llegar la sorpresa que cierra el argumento.

Hay otros juegos de palabras que se pierden un poco en la traducción, pero desde el principio se lleva jugando con el término “hail”, que puede traducirse como “salve”, o como “viva” (traído por los nazis de los antiguos emperadores y dictadores romanos), pero se utiliza aquello de que el Führer está enfermo, para llegar al final con un discurso que acaba rayando en la egolatría y en la indiferencia respecto a los seguidores de Hitler, que es justo lo contrario de lo pretendido: en la traducción se acaba por usar como “salvaos” o “curaos vosotros”… pero son cosas de los idiomas, no por ello pierde el sentido gracioso ante la cara de pasmo.

Puede considerarse otra forma de parodia entre el horror que, junto a otras mucho más grandes como El gran dictador o To be, or not to be, pero con la diferencia de la valentía y la oportunidad de aquellas por el momento de su creación, aunque con el riesgo de la falta de interés que parece suponer, incluso, una historia tan terrible y tan reciente.

Es difícil analizar a estos personajes engrandecidos por su entorno, por el momento en la historia, por el oportunismo y demás, como los Bush, los Blair o, más cercano y también con bigote Aznar, que un día caen del guindo en un sillón y deciden masacrar a millones… Pero claro, vivimos en un país en el que unos pocos beneficiarios, se niegan a cerrar la etapa del franquismo así que ¿quién da consejos? Cuando vi Madregilda en su 1993, no pude por menos que sentir lo terrible de ese guión en el que tantas personas reían o se indignaban por la parodia montada entorno a los criminales fascistas, pero cuando acaba de proyectarse la bobina, lo que se precisa es hacer un poquito de análisis para ver dónde estaba la gracia y donde quedan nuestros muertos.

El momento del disfrute cinematográfico suele tener un precio para el espectador (además del de las entradas, quiero decir), y es el que agradecerán el autor y los intérpretes de la obra al fin y al cabo: el de saber situarnos.

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