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Gamer, una frivolidad asumida - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

En la década de de 1980 llegó a nuestro país un filme protagonizado por Arnold Schwarzenegger que denunciaba el poder de los grandes espectáculos televisivos para transformar los modelos sociales y políticos de Estados Unidos, se trataba de The Running Man (1987) de Paul Michael Glaser. Este film, menor pero encomiable por su capacidad de sátira y su prurito astracanado, a mi juicio, tiene mucho que ver con Gamer, una distopía relacionada con los medios de comunicación y el ocio como religión que toca algunas teclas ciertamente interesantes.

Gamer, una frivolidad asumida

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Una imagen del film de Mark Neveldine y Brian Taylor.

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Una imagen del film de Mark Neveldine y Brian Taylor.

Luis Rueda – La República Cultural

En la década de de 1980 llegó a nuestro país un filme protagonizado por Arnold Schwarzenegger que denunciaba el poder de los grandes espectáculos televisivos para transformar los modelos sociales y políticos de Estados Unidos, se trataba de The Running Man (1987) de Paul Michael Glaser. Este film, menor pero encomiable por su capacidad de sátira y su prurito astracanado, a mi juicio, tiene mucho que ver con Gamer, una distopía relacionada con los medios de comunicación y el ocio como religión que toca algunas teclas ciertamente interesantes.

Gamer no es una cinta de acción al uso, esa parcela se muestra con la abstracción y las texturas del videojuego, la plástica del “hi-tech” más narcisista y el efectismo más trillado. La aventura de Kable(Gerard Butler), un títere metido en un videojuego de guerra que auspicia un magnate interpretado con ironía por un villanesco Michael C. Hall, sirve al tándem de directores Mark Neveldine y Brian Taylor para escarbar en lugares comunes del cine sci-fi de los últimos años como la red, la manipulación neuronal, la posibilidad de cuevas (Caves) virtuales, para fundirnos en escenarios de ensueño, y toda una programación conspiranoide que atraparía a los poderes fácticos y nos convertiría en mandriles consumidores de maná.

La exageración, e incluso el alarmismo trillado e irrisorio es el motor de juego de este filme que pasa por nuestras retinas como una experiencia forzada, de una irregularidad y desaliño asumido, pero precisamente por esa asunción de incompatibilidad deja caer destellos de comedia surrealista, de vaudeville astracanado…

En paralelo a Slayers, ese mundo violento de hombres al límite para que los adolescentes descarguen su adrenalina, existe otro menú más apetitoso, el del juego en red con personajes reales Society, todo un delirio pop, un lisérgico menú de sexo, beodismo y frivolidad que realmente a este humilde cronista le interesó más que el escenario principal dónde Kable lucha por su vida. Entiéndase que esa idea de Society no es más que una reintepretación de The Sims. Aquí el análisis del filme debería tomar otro rumbo, pues esta cinta facturada en serie (con una potente segunda unidad) y mucho menos honesta que productos de características comunes como la reciente Paintball (2009) de Daniel Benmajor, gira 360 grados y se convierte en una comedia cargada de mala uva. Los presos que luchan por su vida se introducen en el mundo pop y colorista de Society y las situaciones se enriquecen por puro contraste. Una escena de asesinato en un ascensor presenciada por un obeso onanista enganchado al juego ya vale la entrada que uno ha pagado para consumir lo que se presumía un armatoste cargado de balística y testosterona. La astracanada en Gamer se instala y la cinta se enrosca en un clímax queer, un tramo final que hibrida al más delirante Phillip K. Dick, al Dr. Who más hilirante y los chispeantes videoclips de Aqqua. Ahí es nada.

Pero esta fábula trillada que transforma su campo de batalla en un puticlub de neones crispados, si bien no convence por méritos cinematográficos, convence por la capacidad de sus directores para salir del armario y suicidarse delante de miles de espectadores que han disfrutado de una película de vísceras, tralla y bíceps que apenas si dura 30 minutos. El resto es un placebo para jugadores autoconscientes, un número musical con Under my skin de Frank Sinatra antes del tour de force final, para relajar nuestras expectativas y elaborar una secuencia final que contentará tanto a los fans de John Carpenter (esa cancha de baloncesto nos remite a Rescate Los Angeles (Scape from L. A., 2996) como a los de el filme Gladiator (2000) de Riddley Scott. No podemos adelantar nada más.

Iconoclasta fábula la que nos proponen estos directores tan valientes, facturen o no un buen filme el resto de sus días siempre les agradeceré el ratito de cachondeo que me han hecho pasar. Gamer es ciencia-ficción de casino de Las Vegas o Macao, una suerte de reinterpretación de la imprescindible Almas de Metal (1973) de Michael Crichton en cuanto crea un universo autóctono y se permite deconstruirlo tanto en la ficción como en la metaficción que desprende. Además, estos tipos, Neveldine y Taylor, se marcan un plano final calcado al de Blade Runner, ¡increíble!

Qué capacidad más extraordinaria de hacer lo que te de la gana… ¿Cómo han conseguido reunir a este elenco de actores y que alguien les financie una cinta tan gamberra? No me malinterpreten al leer entre líneas, Gamer es un filme con enormes carencias, pero servido con gracia.

DATOS RELACIONADOS

Título original: Gamer (Citizen Game)
Director: Mark Neveldine, Brian Taylor
Intérpretes: Gerard Butler, Zoe Bell, Milo Ventimiglia, Michael C. Hall, Alison Lohman, John Leguizamo, Aaron Yo, Logan Lerman, Kyra Sedgwick, Amber Valleta, Terry Crews, Johnny Whitworth
Guión: Mark Neveldine, Brian Taylor
Fotografía: Ekkehart Pollack
Música: Robb Williamson, Geoff Zanelli
Año: 2009
Duración: 95’
País: Estados Unidos
Género: Thriller, Ciencia Ficción
Productora: Lions Gate Films / Lakeshore Entertainment / Albuquerque Studios
Web oficial: http://gamerthemovie.com/

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