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Los gigantes de la montaña en las Noches de Ramadán ’09 - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Salimos ya del mes de ramadán del calendario musulmán (ya sabéis, ese de purificar el cuerpo con el ayuno y algunas prácticas que no comparto, pero allá cada cual) y es una buena excusa para la integración en nuestras latitudes que purifican el alma a base de castigar el cuerpo con el cilicio y de comer pescado (quienes puedan permitírselo en esta crisis y en este país) en lugar de carne y derivados (que tampoco la regalan ¿eh?). Una buena excusa, digo, porque resulta que la población de nuestros vecinos y antes protectorados y colonias, son en su mayoría musulmanes y apenas les miramos a la cara durante el año en la mayoría de los barrios de nuestros municipios, pero el ambientillo y el jolgorio de codo con codo que se crea en este evento, que ya va por su cuarto año de celebración, es muy divertido y entrañable.

Los gigantes de la montaña en las Noches de Ramadán ’09

Primera noche del Festival, con Hamid El Kasri y los pasacalles en Madrid

Gigantes y pasacalles
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Gigantes y pasacalles

Noches de Ramadán 2009 en Madrid.
Foto: Julio Castro.

Hamid El Kasri
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Hamid El Kasri

Noches de Ramadán 2009 en Madrid.
Foto: Julio Castro.

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Julio Castro – La República Cultural

Salimos ya del mes de ramadán del calendario musulmán (ya sabéis, ese de purificar el cuerpo con el ayuno y algunas prácticas que no comparto, pero allá cada cual) y es una buena excusa para la integración en nuestras latitudes que purifican el alma a base de castigar el cuerpo con el cilicio y de comer pescado (quienes puedan permitírselo en esta crisis y en este país) en lugar de carne y derivados (que tampoco la regalan ¿eh?).

Una buena excusa, digo, porque resulta que la población de nuestros vecinos y antes protectorados y colonias, son en su mayoría musulmanes y apenas les miramos a la cara durante el año en la mayoría de los barrios de nuestros municipios, pero el ambientillo y el jolgorio de codo con codo que se crea en este evento, que ya va por su cuarto año de celebración, es muy divertido y entrañable.

Y esta especie de babel familiar, arrancaba este año, literalmente, con los gigantes de la montaña, porque unos seres de alrededor de cuatro metros de altura, daban rienda suelta a sus bailes, carreras y persecuciones del público en el parque Casino de la Reina de Madrid (en Lavapiés, claro), acompañados por una no menos divertida banda de música tipo pasacalles, con una larguísimas trompetas (confieso que ni idea de cómo se llaman, pero lo averiguaré), sus panderos y sus voces. Se juntaban en corro, y de repente se lanzaban a agarrar con sus tremendas manos al público de alrededor, o paseaban entre las sillas y las vallas próximas al escenario.

Este año el concierto tiene otro formato diferente al del pasado, supongo que todo se recorta, pero la realidad es que tan sólo actúa un grupo por noche durante tres consecutivas y, en la primera sesión, la del jueves, tocaba el turno al músico que unos poquitos ya habíamos escuchado la anterior noche en Getafe dentro del programa de la Semana de la Cooperación, el marroquí Hamid El Kasri (hoy viernes estará con las argentinas hiphoperas de Actitud María Marta en Guadalajara).

No tiene comparación una actuación para un público reducido en número, con la de la noche del jueves en Lavapiés.

Si lo del día anterior fue un lujo que nadie puede permitirse, porque era como tenerle en familia (no sé si exagero al decir que igual tocaban a cinco o seis espectadores por componente del grupo), la verdad es que para los artistas son también dos mundos diferentes, porque en la primera Noche de Ramadán, Hamid El Kasri y sus numerosos acompañantes estaban más crecidos si cabe.

Fueron más grandes que los gigantes del pasacalles previo, hubo continua interacción entre el público, que para eso había un abundante público marroquí en el patio del escenario, y cuando se percataron de la multitud (no sé cuántos miles, pero la plaza estaba como al 80%), y cuando vieron cómo les coreaban y les seguían (los que comprendían ese árabe marroquí) y los botes y los bailes… el propio Hamid, a veces parece impasible, comenzó a azuzar al público para que le acompañara, el coro gnawa (que lucía indumentaria diferente a la de la noche anterior en colorido y forma) parecía multiplicarse en número y los músicos del grupo echaron el paso al frente para divertirse ellos también.

Como ya ocurriera el pasado año, las sillas puestas delante sobraban en su mayoría y quizá faltaba algún otro chiringuito de té, que se agradece el regalo, pero las colas son interminables y el concierto no para. Pero estaba claro que, cada uno hablando en su idioma (me gusta pasearme a ratos entre todos para escuchar a cada uno o cada una, que vienen de quién sabe dónde, pero son norte, sur, este y oeste), todo quisque se divertía en esta babel.

En casi todo ha habido cambios, y mientras no llueva el escenario está mejor así, porque el calor bajo la carpa de años anteriores podría ser bastante agobiante, pero claro, las fechas del ramadán son cambiantes y al año que viene tocará en agosto: hará falta más té y más agua.

Entre tanto ahora viene el turno de Mali que seguro que no tendrá nada que envidiar, y después la última jornada con la gran esperada, la egipcia Natacha Atlas.

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