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ISSN 2174 - 4092

Los límites del control, Jim Jarmusch se columpia - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Dice Jarmusch, hablando sobre este largometraje, “tenemos una película de acción sin acción, sin drama, sin venganza. Fue como quitar todas las expectativas de la gente y ver lo que quedaba al final”. Sin duda es una buena descripción de la película. A mí no se me ocurría una forma mejor de contar lo vacía que se encuentra esta película. Cierto es que no engaña, desde la primera escena se presiente el aburrimiento, pues el director comienza con una larga toma desde arriba de un hombre haciendo taichi en el baño de un aeropuerto. Por mucho que viaje su protagonista por paisajes que me resultan próximos y conocidos (Madrid, Sevilla y Almería) me pierdo en el laberinto que es la película, con la idea de que la obra no camina hacia ningún punto. Resulta cansino el afán de repetición del propio guión que se basa en la repetición (o variación como ha insistido el director) de frases y consignas que dotan a todos los diálogos de una misma simetría, pero que a su vez se cargan de un simbolismo un tanto cerrado del que no ha intención de que sea desentrañado y sí de que resulte ilógico o irreal.

Los límites del control, Jim Jarmusch se columpia

Desde el aburrimiento a la indiferencia

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Cartel de la película.

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Los límites del control

Una imagen de la película de Jim Jarmusch.

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Javi Álvarez - La República Cultural

Dice Jarmusch, hablando sobre este largometraje, “tenemos una película de acción sin acción, sin drama, sin venganza. Fue como quitar todas las expectativas de la gente y ver lo que quedaba al final”. Sin duda es una buena descripción de la película. A mí no se me ocurría una forma mejor de contar lo vacía que se encuentra esta película. Cierto es que no engaña, desde la primera escena se presiente el aburrimiento, pues el director comienza con una larga toma desde arriba de un hombre haciendo taichi en el baño de un aeropuerto.

Por mucho que viaje su protagonista por paisajes que me resultan próximos y conocidos (Madrid, Sevilla y Almería) me pierdo en el laberinto que es la película, con la idea de que la obra no camina hacia ningún punto. Resulta cansino el afán de repetición del propio guión que se basa en la repetición (o variación como ha insistido el director) de frases y consignas que dotan a todos los diálogos de una misma simetría, pero que a su vez se cargan de un simbolismo un tanto cerrado del que no ha intención de que sea desentrañado y sí de que resulte ilógico o irreal.

La película se asienta sobre los silencios de su protagonista (Isaach de Bankolé), un hombre con una misión seguramente ilegal, dentro de una red de la que va recibiendo información o comprándola, o las dos cosas a la vez, que hasta en eso resulta confusa. Sus silencios se ven rotos por las conversaciones (variaciones del mismo diálogo con pequeños matices) del resto de personajes con los que se va topando, cada uno más irreal que el anterior para producir, tal vez, la sensación de pesadilla.

Son estos personajes, interpretados por actores de primera fila, uno de los mayores reclamos de de la película. Apenas si pueden lucirse en su escaso guión, limitándose a recitar unas frases absurdas y mostrando alguna excentricidad antes de dar paso al siguiente. Me gustó Óscar Jaenada por ser su personaje natural, nada cargado de la artificiosidad del resto, tal vez se lo pueda permitir porque se trata de un camarero que nada tiene que ver con la trama. Impresiona la neoyorquina Paz de la Huerta, casi siempre desnuda o vestida simplemente con un impermeable transparente. Impresiona por contraste, o porque no consigo diferenciar si es real o un sueño del protagonista, o por la hermosa asimetría de sus pechos. Sin duda el director apostó por la plasticidad en las imágenes y se dejó en el camino la historia.

El final es abrupto. Sin explicaciones nos encontramos al protagonista y al personaje del Bill Murray dentro de una habitación blindada, a la que sólo es posible entrar usando “la imaginación”. Yo sigo preguntándome qué es lo que quería contar en “Los límites del control” su director. Seguro me hubiera resultado más interesante que me lo contaran tomando un café que haber perdido el tiempo viéndola.

A modo de pequeño anecdotario: Jarmusch tiene varios amigos que viven o veranean en España, lo que en cierta manera explica que haya rodado aquí. Por ejemplo, el músico Joe Strummer (The Clash) tenía una casa en Almería y en la carretera se encontraba siempre con una casa muy rara de la que le enseñó a Jarmusch una fotografía -es la casa donde está el personaje de Bill Murray- y Chema Pardo, director de la Filmoteca Española, tiene un piso en el edificio madrileño Torres Blancas, lugar donde se aloja el personaje de Isaach de Bankolé mientras está buscando información en Madrid.

Otra anécdota del director es que mientras escribe el guión va haciendo recopilaciones con las canciones que le van inspirando y que suelen acabar siendo usadas en la banda sonora de la película. Mientras escribió las 25 páginas de este guión escuchaba Boris and Sunn O, de Earth and The Black, “Adagio” del Quinteto de Cuerda de Schubert, la petenera “El que se tenga por grande” interpretada por La Truco y la malagueña “Por compasión” cantada por Manuel el Sevillano.

DATOS RELACIONADOS

Título original: The Limits of Control
Dirección: Jim Jarmusch
Intérpretes: Isaach De Bankolé, Bill Murray, Tilda Swinton, John Hurt, Gael García Bernal, Paz de la Huerta, Hiam Abbass, Youki Kudoh, Luis Tosar, Óscar Jaenada, Jean-François Stévenin, Alex Descas
Guión: Jim Jarmusch
Fotografía: Christopher Doyle
Música: Boris
Año: 2009
País: Estados Unidos
Duración: 116’
Productora: Coproducción EEUU-España-Japón; Entertainment Farm (EF) / PointBlank Films / Focus Features
Web oficial: http://www.filminfocus.com/fil...

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