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La República Cultural
Ice age 3: el origen de los dinosaurios se vuelve, al mismo tiempo que más espectacularmente aventurera a lo safari-hunter, con la penetración en un mundo salvaje y de color, de plantas carnívoras, abismos y paisajes laberínticos con trampas, más conservadora. Asienta a los animalitos protagonistas en valores cívicos y humanos: la familia, la amistad, la comunidad, el amor romántico, todo bañado de los twists del carácter humano, lo que por lógica produce hilarantes secuencias, que en algunos casos son para partirse el espinazo. Claro que al final todo vuelve a la normalidad, con un miembro más en la manada, y a la espera de alguna aventura con el más difícil todavía. Quizá, como apuntan algunos, el encuentro con marcianos?.
En realidad más que como película habría que analizar agallas en un curso de introducción a la producción, porque reúne casi todos los elementos tipo de una película española media contemporánea: actor con pedigrí (Carmelo Gómez); actor televisivo con tirón entre la población femenina (Hugo Silva); ambientación en una provincia con subvenciones generosas para las producciones pseudolocales (léase Galicia) que, sumadas a las ventas a televisiones y las subvenciones estatales, levantan económicamente la película. Agallas muestra el peor cariz del lenguaje televisivo, y no es capaz de levantar una auténtica mirada propia sobre el humor, limitándose a reeditar, en clave local, los tópicos de la comedia más tradicional.
Historia en la que un tipo de las Fuerzas Especiales, Kable (Butler), acusado de asesinato forma parte de un juego online, Slayers, en el que tiene sobrevivir a 30 batallas para conseguir la libertad. El problema es que él no es quien maneja sus movimientos, sino un chico de diecisiete años. Encerrados, Kable y sus compañeros gladiadores (entre los que John Leguizamo hace una pequeña pero intensa aparición), en una lugar restringido para que se desarrolle el juego, y pueda ser visionado por todo el mundo en el planeta, consigue nuestro héroe escapar de una forma muy curiosa. Pero a lo que difícilmente puede escapar es a los nanocélulas implantadas en su cerebro para obedecer órdenes de un genio-maniaco, Ken Castle (Michael C. Hall), el inventor de Slayers, así como de Society, un mundo virtual al estilo Second Life o los Sims, en el que de nuevo los avatares son personas humanas, y donde el sexo es la deformada fantasía.
La cinta de David MacKenzie se guía por completo por el lenguaje del espectáculo. Como en el fondo la película no es más que una reelaboración moralista de la vieja alegoría del cazador cazado, en sus personajes, que están completamente estereotipados, no hay ni un solo resquicio para la ambigüedad. Son de una pieza. Drama romántico exhibicionista, sentimental y afectado, American Playboy nunca llega a interesarnos lo suficiente. La olvidamos de inmediato.
El mayor problema del film reside en el tono empleado. De hecho, en sus resultados, Gordos se sitúa más cerca del corto Traumatología (2003), por su grotesco sentido del humor, su tremebunda y bien poco lograda combinación de drama y comedia. A ello hay que añadir algunos personajes poco creíbles o directamente ridículos, que llegan a despeñar el relato por los abismos de la caricatura ramplona. La cinta tiene mucho más interés en los prolegómenos del relato, en los que el cineasta concentra sugerencias en unos pocos minutos, que en su desarrollo.
