Julio Castro – La República Cultural
Siempre me parece que una obra de Jardiel Poncela es un éxito prácticamente asegurado de una u otra manera, porque los textos del gran autor teatral tienen un sentido del humor que trasciende a su época e, incluso, a la nuestra. Si además el montaje y la interpretación están en su justa medida, mejor aún.
Así ocurre con la obra que Juan Carlos Pérez de la Fuente, Angelina o el honor de un brigadier, ha dirigido para su estreno en los Teatros del Canal, de Madrid, ya que, al margen del elenco que la componen, incluye ese punto de gracia y de sátira que, unido a la adaptación escénica del director, permite representar el texto con un decorado mínimo que se fundamenta principalmente en un atrezzo móvil, que desplazan actrices y actores durante su representación, junto con algunas telas y lonas decoradas, pese a cuya sencillez no se echa nada en falta.
Es más, probablemente un escenario más recargado y elaborado sacaría la obra del contexto de la época y del marco del autor, así que me parece en su justa medida. Respecto a la interpretación, el reparto se ajusta a lo esperable en el texto de Jardiel, y me parece muy acertado el aprovechar el elenco actoral menos principal para desempeñar otras labores durante la actuación, de manera que se le da más peso a actrices secundarias como Ana del Arco y Sara Rivero (interpretan los papeles de Carlota y Luisa respectivamente, las “amigas” de la falsa Angelina -falsas las unas y falsas la otra-) al hacer los papeles de gatos en la escena, que van colocando y moviendo elementos en ciertas escenas, utilizando la expresión corporal en planos más o menos centrales del escenario para no descuadrar al público, pero evitando pausas innecesarias.
Y puede que haya comenzado por el final, o lo más “intrascendente”, pero los detalles de una obra son los que, en muchas ocasiones, distinguen un trabajo bien realizado que deje al público atado a la representación.
Por otra parte, no hay gran cosa que decir del resto de los papeles, en cuanto a que en conjunto consiguen un buen equilibrio en la interpretación respecto a cada uno de los papeles y, además, tienen su forma de decir el verso de una manera enfáticamente graciosa en sus momentos más oportunos, de manera que el público no pierde los matices dejados por el autor (cosa que en algunas representaciones puede quedar diluido en el conjunto del recitado, si no se marcan bien las pausas y los dobles sentidos). De esta manera, los papeles de Chete Lera (el Brigadier) y Jacobo Dicenta (Germán, el amante), están muy conseguidos. En cuanto a los secundarios, creo que Luis Perezagua (el banquero) y Zorión Eguileor (el médico) tienen sus momentos álgidos en los que saben aprovechar muy bien el momento de protagonismo de la interpretación, especialmente éste último.
Como matiz (poco importante), señalar que pese a la época y al gesto de amaneramiento de los jóvenes de clase alta de la época, me pareció que el papel desempeñado por Paco Blázquez (Federico) está muy bien medido y en su justa proporción, en tanto que el de Daniel Huarte (Rodolfo, novio de Angelina), se excede en determinados momentos y debería ser orientado más hacia el desempeño del anterior: insisto, un matiz.
En conjunto es una obra muy divertida y bien ensamblada, con el choque que produce un texto como este en la época actual, como contraste con los avances tecnológicos de entonces frente a los de ahora, y con la picardía de semejante autor, que me parece de una tremenda genialidad, desarrollada en el enredo de la comedia que ahora pone en escena el director madrileño.
Sinopsis
La acción transcurre en Madrid en la primavera de 1880 Angelina, hija de don Marcial, el brigadier, se escapa con Germán el día de su petición de mano. Su padre y Rodolfo, el novio abandonado, les persiguen. Don Marcial se bate en duelo con Germán y le hiere, enterándose entonces de que su mujer, Marcela, le estaba engañando también con el mismo galán. El brigadier ve su honor mancillado y decide tomar medidas drásticas…