La República Cultural
Todas estas estrellas elegidas para llamar a la audiencia forman parejas que se rompen, se mienten, se buscan, se usan, se aguantan, o se descubren. Repleta de tópicos y clichés de lo más simplón y manipuladores, sin siquiera parapetarse en un humor gamberro, mal me temo que este tipo de rodajes aún pueden hacer mella en el público que aglutinan, cerrándolas, los responsables, con el mismo final de cuento de hadas irreal que responde al adoctrinamiento en el orden patriarcal, incluida la que se presenta como relación más madura e inteligente, la de Beth (Aniston) y Neil (Affleck), sucumbiendo al cliché del final feliz escrito en las tablas de Moisés.
Año uno, que juega, a nivel temático, con la explotación cómica de la ucronía de su trama (situando a su pareja protagonista en una sucesión más o menos ordenada de contextos históricos, con su consiguiente “desubicación” y los equívocos a los que esta da lugar), también explota, de manera inmisericorde, la presencia casi permanente en pantalla de dos actores de una vis cómica indudable como son Jack Black (haciendo de Jack Black, es decir, histriónico, bruto, impulsivo, vociferante, rijoso) y Michael Cera (haciendo de ese Michael Cera que sorprendiera con su lánguido papel en Juno, o sea, tierno, pánfilo, inocente, enamoradizo, tranquilo). Sin embargo, no pasa de ser una comedieta blandita, en la que la pretendida voluntad transgresora se ciñe al elemento caca-culo-pedo-pis (es decir, la corriente escatológica) y a la presentación continua de equívocos erótico-festivos.
Katyn llega a las pantallas coincidiendo con el setenta aniversario de la invasión de Polonia y muestra, conmovedor y ejemplar, los fusilamientos en masa del bosque de Katyn, donde se calcula que murieron alrededor de 15.000 polacos. El film muestra al detalle la cotidianidad de una población subyugada. Se agradece que la historia no carge las tintas en la truculencia, sino que se esfuerce en el ejercicio de memoria sin maniqueísmos demagógicos. Una historia secuestrada por la censura durante años encuentra por fin la verdad en el cine.
Me queda la sensación, una vez vista la película, de que he estado a punto de ver la maduración definitiva como director de Judd Apatow, pero que ésta se ha visto frustrada por una mezcla de dos factores: su incapacidad para controlar su tendencia al exceso de metraje, y su obsesión con darle papeles cada vez más importantes a su esposa… En algunos instantes, Apatow desarrolla una voz propia, aunque sea entre chiste y chiste, y elabora un discurso sobre el mundo de la comedia.