Producción con sello de “maldita” y firmada por el alemán Christian Alvart, glosa la terrorífica odisea de una bienintencionada asistenta social, Renée Zellweeger, que arrastra un trauma materno-filial que ha condicionado su solitaria existencia, a raíz del momento en que adopta a una niña que ha estado a punto de ser asesinada por sus propios padres.
Un par de secuencias de cierta eficacia no compensan el tedio que provoca una función con escaso brío narrativo.
Como en gran parte del cine de terror contemporáneo, las imágenes de Infectados aparecen estremecidas a sangre y fuego por los atentados de Nueva York, Madrid y Londres, y también, por el fantasma del sida y otras pandemias de innegable actualidad.
Los hermanos Pastor rompen esquemas al presentar unos muertos en vida carentes de toda pulsión agresiva o caníbal, lo que, en el fondo, no hace más que subrayar innecesariamente el sentido de cualquier zombie movie moderna. La curiosa mezcla de influencias estéticas y narrativas que presenta la película deriva hacia cierta asepsia todavía menos original, por momentos casi contemplativa.
Todas las imágenes del film están teñidas por la ambigüedad de la representación. La memoria misma se revela subjetiva y (mal)intencionada, abriéndose a muchas lecturas que no se anulan entre sí.
Estudiada oscilación entre lo sórdido y lo épico, entre el thriller y el drama, entre el humor y el horror, puesta de manifiesto en el espectacular plano secuencia de la persecución del estadio de fútbol.
Ingloriuos Basterds se alza en la aglutinación de todo los tics, elementos, tropezones, iconos, visionados, resacones, juergas y todos los –itation cinéfilos que este genio se ha ido regalando (desde que se zambullera en este arte), especialmente de productos con denominación de origen B…sus magníficos, diletantes, polimórfitos, espumosos y multiculturales diálogos. Ahuuu, y vaya diálogos, señores!, dilatados, extendidos, hasta su máxima flexibilidad, para acabar con la nota sublime, esa que tan bien sabe usar Tarantino, su marca de la casa, única en todos los géneros con los que se haga, el estallido de sangre y violence, acompañada de una dulce y lujuriosa venganza…un verdadero homenaje al cine… Malditos bastardos certifica, también, cómo Quentin Tarantino es único en proporcionar poder a sus propios personajes, de tal forma que casi cobran vida por sí solos, que le pueden al creador.
Neil Blomkamp nos propone una austera y rica metáfora de la segregación racial que mira con lupa las llagas aún supurantes de la ciudad de Johannesburgo (Sudáfrica) y lo hace con las herramientas de la ciencia ficción más costumbrista, irónica, folletinesca y catódica. Blomkamp que proviene del mundo del videoclip, la publicidad, y que hasta hoy atesora un único cortometraje apuesta en su puesta de largo por un enfoque documental que se apoya en las cámaras de televisión, las cámaras de seguridad, la entrevista y los noticiarios para crear un universo de que conecta con la manipulación de la información el hedonismo digital y un sinfín de recursos narrativos que a medida que avanza el film alcanzan hechuras de ficción-total de una manera sibilina. Blomkamp prioriza la acción y cierta poesía decadente pero nunca decanta el tono del filme hacia un pulso anímico definitivo, de manera que el espectador jamás cae en la abulia.