Julio Castro – La República Cultural
El cabaret es un mundo aparte del teatro, de la música, de los bares o de la vida de la calle, pero también puede verse desde el otro lado del espejo, en cuyo caso es un bar con teatro, con música y con una vida peculiar entre las bambalinas que deja en un baúl cerrado con llave, las vidas y las ideas de sus integrantes. Dentro de él, el erotismo dentro y fuera de la escena tienen un peso diferente, pero inequívocamente genuino, que le caracteriza.
En este espectáculo que nos trae a escena la compañía La Xirgu Indie-Air, más que recuperarse el aire de lo que debió ser el viejo cabaret, exponen el concepto del mismo y le añaden algunas iniciativas propias, como son los pequeños-grandes retazos de vidas de sus integrantes y una gran soltura en escena, pero coordinada y bien ajustada para entretener y divertir al público. Porque eso sí es genuino del cabaret: el divertimento por encima de la tragedia, y la vulgaridad, si no está expulsada de la escena, será porque se integre en la característica de su arte y, por lo tanto, se convierta en otra cosa.
Así que nos recibe en la puerta Cocó, el encargado del cabaret, interpretado por Carmen del Conte. Como descubriremos, se trata de un hombre con tetas (pero no se las toques) y unos atributos masculinos, realmente dudosos, que se resumirán en un calcetín. Es aparentemente duro y cruel con las mujeres, porque guarda un antiguo secreto que desvelará en la obra. También se desvelarán de manera sintética, cada una de las vidas de las otras tres integrantes de Le Petit Cabaret des Horreurs et des Perversions, (o el pequeño cabaret de los horrores y las perversiones, por si no lo comprende algún no francófonos), donde Ana Adams interpreta a una chica que se convirtió casi en un robot a base de operaciones e implantes para agradar a su hombre. La actriz Patricia Jordá, será una muchacha descarada que bajo la orden más firme reacciona de inmediato y se desvela como una masoquista que, como explica en una paradoja, obedece “por voluntad propia”. Y por último, cierra el cuarteto en escena Ana Astorga, que se declara abiertamente ninfómana, sin ningún género de duda, y lo demuestra en la escena, aunque pone en duda otra cuestión y es quién dice que eso sea una enfermedad “¿no será una invención de los hombres para controlar el sexo de las mujeres?”.
Y todo ello en clave de comedia, en clave de corpiños adornados, medias de rejilla y tacones altos, pero también vestidos de boda, látigos, música, alguna coreografía y humor, mucho humor y descaro, bien mezclados en esa coctelera del cabaret, como digo, con una gran coordinación y una puesta en escena que adaptan a muy distintos espacios, ya que actúan en teatros o en locales de copas, siempre que tengan un poco de espacio y algo de luz adecuada.
En cualquier obra hay alguna actriz del reparto que destaca sobre otra, pero el trabajo de las cuatro me parece muy bueno, vale, tal vez Patricia Jordá tiene más presencia en la escena, incluso estando quieta en segundo plano, pero Carmen del Conte, Ana Astorga y Ana Adams no le quedan a la zaga y cada una asume la peculiaridad de su papel.
Una puesta en escena sencilla, porque tengo clarísimo que los montajes caros tienen más facilidades para esconder los trabajos mediocres o de poco valor, pero este es el caso del espectáculo que con unos medios de iluminación más potentes le bastaría para convertirse en mucho más de lo que ya es. Seguramente en un teatro grande perdería todo su encanto y frescura, pero los pequeños teatros de Madrid y las grandes salas de copas, tienen una buena herramienta para divertir a sus clientes con la frescura de este teatro/cabaret de formato moderno, que no quiere competir con lo clásico, pero que tampoco lo desprecia.
Que sepan el espectador o la espectadora apreciar los puntos de sentido crítico que se introducen en cada una de las historias, que seguramente es una de las principales finalidades del texto y del montaje, más allá del puro entretenimiento, y que, seguramente, sus autoras sabrán agradecerlo en quienes así lo comprendan. Y por último señalar un apunte: no dejo de ver, especialmente en los últimos tiempos, que las compañías compuestas por mujeres o en las que éstas predominan, van adquiriendo una fuerza y un protagonismo mayor en la escena, por un algo que imprimen a sus trabajos que los hace diferentes.