Julio Castro – La República Cultural
Un texto muy bueno, basándose en la obra original de Mary Shelley y siguiendo fielmente la historia, no podría ser de otro modo. Sus intérpretes hacen un gran trabajo en escena. El diseño de la obra es bastante interesante (habrá que matizar algunas cuestiones). Lo que no puede ser hoy día, es llevar al escenario una obra de más de tres horas (tres y veinte con el descanso), máxime con un texto tan arduo como es el de Frankenstein, porque el público no lo soporta muy bien, se inquieta y, a veces, notas que hasta desconecta.
Por lo demás, el trabajo es interesante, especialmente en la primera mitad, porque también lo es el debate que genera entorno a la cuestión de la ética científica (que algunos pretenden sacar de su contexto puramente científico para convertirlo en un debate de legos en la materia con intereses personales), lo que ocurre es que hecho el planteamiento, comienza a decaer hasta desaparecer al final y quedar en algo tan difuso que acaba por no provocar dudas ni preguntas, pero la idea está bien.
En lo tocante a la trama de la obra y su desarrollo, he de decir que me pareció sorprendentemente buena, dado que es bastante corriente volver una y otra vez a los mitos y leyendas del falso monstruo de Frankenstein televisivo, donde por un módico precio te añaden unos zombis, algún hombre lobo y varios vampiros, a fin de dar el espectáculo en lugar de hacer teatro. Sin embargo, aquí no ocurre, salvo en un instante hacia el final de la obra, donde la producción introduce una humorada con poca gracia, que, dado ya lo extenso en tiempo de la puesta en escena, podían haberse ahorrado.
Como digo, no es necesario meter puntos y comas, donde el público puede comprender perfectamente la historia, el argumento y el debate de fondo, en tanto que de esta manera, se alarga en exceso la obra. No obstante, quiero señalar que el trabajo de cada uno de los actores y actrices tiene calidad, la escenografía es interesante, aunque el movimiento por el escenario que se ha querido generar (el público se distribuye alrededor del mismo), no es la mejor solución, ya que queda descompensado en cuanto a la proximidad para algunas zonas de los espectadores, con el agravante de que cuando están muy lejos, en ocasiones no se entienden bien los diálogos. Tal vez se podía haber optado por dos planos de público (anterior y posterior), acercando más toda la obra y cada zona de intervención, en lugar de los cuatro que se han diseñado.
La música es muy adecuada y el diseño que se utiliza para simular la navegación y otras cuestiones durante la representación, me pareció interesante, así como los efectos que se crean (esta es también la ventaja de un teatro como el del Canal, que dispone de más posibilidades y recursos).
Por último, señalar que el ambiente creado en la obra, sitúa en la obra de Mary Shelley de una manera muy cercana a la idea que he tenido siempre de esta obra y del momento histórico. Sin embargo, insisto una vez más, la duración es un hándicap que limitará el volumen de público y la satisfacción final en el mismo.