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El concierto, Tchaicovsky en el alma - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

He aquí una película cuyo leitmotiv es la música, en concreto y para más riesgo comercial, la música clásica. En la era de listas de pop prefabricadas y reality-shows televisivos de vergonzante musicalidad, hacer vibrar al espectador del cine con la misma sensación que produce acudir a un concierto en directo de la mejor de las orquestas, resulta un pelín arriesgado, pero renovador, refrescante. Supone un elixir contra el sordo ruido de las mediocridades populares y “principales”. Deleitarse con las melodías y la pasión que descargó en sus partituras Piotr Ilich Chaikovski produce momentos de gran intensidad, nos hace caer en la cuenta de como la música puede aún emocionar. Solo por el comienzo y el final (musicales) de la caricatura cinematográfica (aún así basada en hechos reales), "El concierto", creada por el cineasta francés de origen rumano, Radu Mihaileanu, merece la pena citarse con la gran pantalla.

El concierto, Tchaicovsky en el alma

El concierto
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El concierto

Cartel de la película de Radu Mihaileanu.

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Mélanie Laurent en la película de Radu Mihaileanu

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DATOS RELACIONADOS

Título original: Le concert, 2009
Dirección: Radu Mihaileanu
Intérpretes: Aleksei Guskov, Mélanie Laurent, Dmitri Nazarov, Valeriy Barinov, François Berléand, Miou-Miou, Lionel Abelanski, Vasile Albinet, Laurent Bateau, Ramzy Bedia
Guión: Radu Mihaileanu
Fotografía: Laurent Dailland
Música: Varios
Duración: 119’
País: Francia
Productora: Coproducción Francia-Bélgica-Rumanía-Italia; Oï Oï Oï Productions / Les Productions du Trésor / France 3 Cinéma / Europa Corp. / Castel Film Romania / Panache Productions / Radio Télévision Belge Francophone (RTBF) / BIM Distribuzione

Blanca Vázquez - La República Cultural

He aquí una película cuyo leitmotiv es la música, en concreto y para más riesgo comercial, la música clásica. En la era de listas de pop prefabricadas y reality-shows televisivos de vergonzante musicalidad, hacer vibrar al espectador del cine con la misma sensación que produce acudir a un concierto en directo de la mejor de las orquestas, resulta un pelín arriesgado, pero renovador, refrescante. Supone un elixir contra el sordo ruido de las mediocridades populares y “principales”. Deleitarse con las melodías y la pasión que descargó en sus partituras Piotr Ilich Chaikovski produce momentos de gran intensidad, nos hace caer en la cuenta de como la música puede aún emocionar. Solo por el comienzo y el final (musicales) de la caricatura cinematográfica (aún así basada en hechos reales), El concierto, creada por el cineasta francés de origen rumano, Radu Mihaileanu, merece la pena citarse con la gran pantalla.

A tenor de la última avalancha de producciones hollywoodienses que ofrecen, en la mayoría de los casos, miradas muy convencionales y reduccionistas (excepciones aparte) sobre la guerra de Irak, siguiendo la estela dejada por la guerra del Vietnam, acudir a este concerto para violín en re mayor del prestigioso Chaikovski es toda una curiosa experiencia sensorial, además de reír, en según que momentos del melodrama expuesto, un divertido vodevil.

Conviene advertir que la historia está martilleada a golpes de lugares comunes, cierto surrealismo catastrófico, y tópicos y clichés a mansalva, de esos que tanto gusta al personal y del que se nutren obras desordenadas y con poco pie en la realidad. Judíos que no pueden evitar comerciar allí donde se encuentren; gitanos impresentables amantes de lo ilegal; rusos mafiosos, alcohólicos e indisciplinados, y los que no, artistas virtuosos aunque no conozcan la palabra ensayo. En fin, un circo muy Kusturistico.

Conociendo la historia personal de Mihaileanu, y su huída de Rumania y la dictadura de Ceauceascu en los ochenta, deducimos que la historia que se esconde como excusa detrás de El concierto, ganadora del Cesar 2010 a la Mejor Banda Sonora y al Mejor Sonido, tiene mucho de autobiográfica, cambiando el país, pero situando los hechos también entre dos culturas diferentes, el Este y el Oeste.
Bajo la política de Brejnev, en la antigua Unión Soviética, el director del reputado Bolchoï, Andrei Filipov, es degradado al estatus de limpiador del teatro nacional por ayudar a músicos judíos. Treinta años después, Filipov (un sobreactuado Aleksei Guskov), topa con un fax enviado por el Théâtre du Châtelet para que la famosa banda rusa toque en París, entre cuyos actores franceses destacan François Berléand y Miou- Miou. A partir de aquí, Mihaileanu hace uso de su resultona ecuación de falsas identidades. Filipov se hace pasar por el director del Bolchoï, pretende reunir a sus antiguos músicos y acudir a Paris a dar dicho concierto, con la idea fija de exigir como solista principal en dicho concierto a una famosa violinista francesa, Anne-Marie Jacquet, interpretada por la actriz francesa con más ángel tarantiniano, Mélanie Laurent. Esta exigencia del antiguo director tiene poderosas razones, que vienen de su pasado, historia que conoceremos hacia el épico final musical.

El arte y las circunstancias adversas, ya sean políticas o personales, siempre han dado guiones con potencial en cine, ahí está La vida de los otros de Henckel-Donnersmarck, El pianista de Polanski, La pianista de Haneke, o la más reciente The Soloist de Joe Wright.

Hay que reconocer y avisar que el desarrollo de la trama en El concierto es pobre e irregular, aunque provista de un ritmo vivo que lucha por no decaer en ningún momento, no vaya el espectador a pensarselo dos veces y caíga en la cuenta de que está ante el protagonismo de las melodías de un autor decimonómico. El realizador construye el frágil relato cinematográfico con personajes grotescos y situaciones humorísticas demasiado populares, de tal manera que sujeta a la butaca al espectador hasta llegar a sorprenderle emocionalmente a través de la música, donde se distingue también a Mozart. Y vaya si lo consigue.

La apoteosis final está exitosamente lograda.

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