Julio Castro – La República Cultural
Una ostra gigante puede encerrar en su interior dos joyas como una pequeña perla incipiente y su madreperla. Por otro lado, el mar se agita con unas olas de entelado azul entre el que los seres marinos azules disfrutan con una danza de hermosa sincronía al ritmo de esas olas.
Estos y otros espectáculos forman parte del trabajo de la Fundación de Psico Ballet Maite León, que integra a personas con y sin discapacidades, que se forman en su seno, mediante clases de danza contemporánea, teatro onomatopéyico, maquillaje corporal-facial, música y voz. Esta formación se dirige a personas con discapacidad física, psíquica o sensorial, y contempla también la formación de maestros de Psico Ballet.
Se trata de un espectáculo de gran belleza y armonía, capaz de transmitir sensaciones que compiten en igualdad de nivel con lo que considero uno de los mejores clásicos del cine de animación como es Fantasía (se me vino así a la cabeza en la misma sala, entiéndase que cada uno en su medio y como curioso contraste de lo real con la ficción), no lo digo sólo por su cuidado y composición musical y artística, sino también por la armonía de sus movimientos, el diseño artístico de vestuario y los sencillos elementos que componen la escenografía. Porque es un trabajo de danza, de música, de concentración, de interpretación artística en general,… de expresión, en definitiva, que trasciende a los actuantes.
Distintos grupos de edad van desarrollando piezas consecutivas, en las que hace imaginar un entorno lleno de peces, anémonas, ostras, estrellas y algas que desarrollan un mundo armónico, el cual, tras la muestra inicial de cada una de las secuencias, se enlazará en una mezcla aparentemente frenética y sin embargo estructurada, construida, organizada, que proporciona la síntesis de un conjunto de emociones explosivo para el espectador.
Una vez más, aparte del trabajo colectivo desarrollado para su creación y puesta en escena, me satisface ver que criaturas desde los dos años de edad pueden asistir mayoritariamente y disfrutar del espectáculo, maravillados por el trabajo escénico que les envuelve, y en ese sentido me alegro de que los programadores de salas sean capaces de ver el sentido de estos espectáculos, allí donde tienen cabida por cuestiones técnicas.
Por otro lado, es encomiable el nivel de resultados alcanzado por la compañía en cuestión, donde queda evidente que no sólo se trata de una sincronía entre las personas que intervienen, sino que aquello que confiere la verdadera armonía al espectáculo proviene de la emoción que los mismos integrantes de la misma, el disfrute en su trabajo y la alegría que son capaces de transmitir, suponen la piedra clave para poder llevar al público al clímax final.