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Entrevista a Luis Pastor (I): la lucha política colectiva de un ser musical - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Un joven como yo, de 16 años, que se estaba leyendo los “Derechos del joven trabajador”, que estaba empezando a leer sobre marxismo, que estaba empezando a leer “El Capital”, la lucha de clases. Que estaba en el barrio reuniéndose con otros jóvenes como él, discutiendo la problemática del país, la del joven trabajador en esos momentos, con los padres, a nivel de enfrentamiento generacional, con la visión que te daban de la vida, de lo que te ocultaban y no te contaban, con cursillos de gente que te venía a hablar por primera vez de la guerra civil. Todo un mundo por descubrir, que abría ventanas a alguien como yo, de 16 años, que empezó a escuchar, de pronto, a otro tipo de cantantes.

Entrevista a Luis Pastor (I): la lucha política colectiva de un ser musical

Entrevista al cantautor cuando se cumplen 35 años generando álbumes musicales

Luis Pastor, tocando en casa
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Luis Pastor, tocando en casa

Foto: Julio Castro

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Luis Pastor, tocando en casa

Foto: Julio Castro

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Julio Castro – La República Cultural

Ser extremeño en Madrid en la época que a Luis Pastor le tocó venir con sus padres no era nada fácil: desde Orcasitas a los Pozos en Vallecas, pero luchando por arrastrar a gente hacia arriba mientras luchaba por crecer. Siempre en la brecha política contra la dictadura, podría haber sido político, pero como él mismo dice es un ser musical, y un ser musical no puede vivir entre las rejas de las poltronas. Eligió el camino de la lucha política callejera, la de los escenarios, la de las parroquias, la de los barrios marginales y la de los exilios. Exilios de dictadura, y exilios de encontrar que igual “bajo los adoquines no había arena de playa”. Pero continúa peleando, y prestándose con su canción, con su música, con su ser, a lo que sea con tal de mejorar la vida del conjunto: por la paz frente a las guerras, por la disminución de las desigualdades, por ayudar aun amigo o a una amiga a que se le conozca en los escenarios. Ese es el Luis Pastor que, a veces ignorado, a veces ensalzado, siempre tímido y siempre con un abrazo abre las puertas de su casa.

Aunque el último disco con Saramago le haya hecho salir en casi todos los medios de comunicación, ha habido muchos años de apenas mirarle salvo los incondicionales, los que sabían lo que hacía, y los que nos gusta la música. No hay que confundirse, lo del disco con Saramago es una gran obra, pero tan sólo una parte de lo que ha creado y de lo que es capaz de crear: nos sorprenderá de nuevo muchas veces con su ser musical, poético… y personal.

Esta entrevista que abre también nuestra revista republicana y cultural, abre también a la persona y la historia de Luis Pastor y de su entorno. La hemos dividido en dos: la primera va desde su infancia hasta la transición, su retirada parcial, y su retorno; la segunda abarca hasta la actualidad, pero también su forma de abordar la música, la poesía y la composición, sus actuales trabajos y… en parte, el 11 M en su entorno de vida.

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Pese a los años de incorporar nuevas opciones al estilo propio, los orígenes siguen pesando y la línea musical conserva mucho del punto de partida ¿Es difícil, después de tantos años, conservar las raíces en este Madrid, a veces tan impersonal?

Yo creo que mi música parte de la búsqueda de una manera propia de expresarse y de contar, tanto en lo musical como en lo poético, y con el tiempo lo que uno hace es volver a las raíces, no partir de las raíces, porque el aprendizaje de un cantautor como yo, a los 16-17 años, pues fue buscar referentes de los que aprender (llámense Paco Ibáñez, Violeta Parra, José Afonso –sobre todo– Fausto, o toda la música que uno oía). No partíamos de una raíz musical propia, ni de nuestro folclore.

Es más, yo renuncié expresamente a lo que sería mi raíz que era la canción española. Yo era un niño de canción española; con siete años era Joselito, la misma voz de pito que él. Con trece fui a “Vale todo” a Radio España, a cantar una de Manolo Escobar. Esas eran mis raíces de alguna manera, y yo aparté eso: tanto lo aparté, que lo he apartado hasta hace seis, siete años, y no me he permitido bucear en mis composiciones desde esas raíces. Sin embargo, si uno oye mi primer disco “Fidelidad”, ciertas composiciones de ese disco conservan sin quererlo estructuras de semitono cercanas a la canción española o al flamenco. Y en estos últimos años y, sobre todo, en el último trabajo, en la línea que no existe, pero que está ahí, entre el fado y la copla, he compuesto y he jugado: si lo canta un portugués es un fado, si lo canta un español es una copla. Y he compuesto desde la copla con la facilidad que yo sé que tengo para ese género, y que nunca he querido tocar. Tanta facilidad, como que “Ergo uma rosa” (“Alzo una rosa”), poema de José Saramago, es una copla, o el “Lenso do peito” (“Pañuelo del pecho”) que es casi un pasodoble. Y están compuestas tan sencillamente como leer, poner el mini-disk, sin instrumentos, encontrar la primera frase del primer verso musical y, de un tirón, cantarla. Por tanto, yo creo que lo que pasa en el largo recorrido de mis años de encontrar mi expresión, yo siento que he incidido sobre todo en unas influencias, me he dejado atrapar por ellas, y he investigado, he trabajado y he compuesto desde esas premisas, a nivel de conceptos, de arreglos y de tímbricas que he utilizado, que tienen mucho que ver con José Afonso, con Portugal, con Fausto, con las colonias africanas de aquel tiempo de los ’60 y ’70, como Angola, Mozambique, Cabo Verde, y también Brasil. Y ese eje, de alguna manera, es el que he intentado en estos años hacer que tengan mis discos por ahí una cercanía de expresividad y de formas.

Sin embargo, creo que a lo largo del camino, en algunas canciones sueltas hay otras propuestas que no tienen nada que ver con ese mundo: desde el rock, en el disco “Aguas abril”, del año ’88, donde hay dos temas que son Rock&Roll y que vi la necesidad en ese momento de expresarme desde esas premisas musicales, pero que no he continuado, son toques y aportaciones que se quedan ahí, no forman el eje que va a dar sentido a tus melodías en el futuro.

Aterrizas en Vallecas en la infancia desde Extremadura ¿puedes hacer memoria y contarnos cómo era aquella Vallecas?

Primero aterrizo en el Poblado Dirigido de Horcasitas, y allí viví un año en una casita baja. Era un barrio entre chabolas y casa baja, como era Vallecas también. En las antípodas del emigrante pueblerino, campesino que de alguna forma rompe con su medio natural de vida, su pueblito, su aldea, sus amistades, su cultura y tiene que llegar a la ciudad, siempre hay una brecha que queda abierta: desde el sentirse inferior, desde la propia cultura, desde el propio desprecio que el chulapo madrileño desclasado de aquel tiempo tiene hacia esos inmigrantes, como sucede ahora con los nuevos inmigrantes. Venimos a Vallecas al año siguiente a una colonia Sandi Hogares y Priconsa, que está en un descampado, entre el alto del arenal y el pueblo de Vallecas, rodeado de campos de lechuga y de trigo, en un Vallecas que ya desapareció, esos pisos existen pero están ocultos por la nueva Vallecas que creció vertical en la remodelación del Plan Parcial, que se hizo a finales de los ’70, que derribó todo el Vallecas horizontal de casas bajas y de Chabolas y creó un nuevo barrio, que es el que hoy día existe.

Vivíamos por una parte la ilusión del emigrante, que es un hombre deslumbrado por la nueva realidad, desde los escaparates hasta lo que supone una ciudad grande y la vida en ella. Creo que si no aterrizo en ese barrio, no hubiera sido el cantante que he sido, a lo mejor no hubiera sido ni cantante, sino oficinista de seguros, que fue mi segundo empleo.

Yo había trabajado ya a los nueve años en otro pueblo al que emigramos, Navalmoral de la Mata, porque llegué tarde a la escuela y estuve trabajando en una tintorería, pero a los 14 dejé el colegio de Vallecas para entrar a trabajar, como hacíamos los adolescentes de aquella generación, para ayudar a nuestros padres a tirar para adelante. Estuve seis años en una oficina en la que entré de botones y estuve de auxiliar administrativo, y en esos años nace o se hace de alguna manera, el cantante y la persona que he sido en este tiempo, porque son años, por una parte, de sentirte mayor, porque ya traes dinero a casa, te pones los pantalones largos (que entonces era un símbolo, los niños ahora se los ponen con siete años, yo me recuerdo cuando fui a Vale todo a los 13, que todavía iba con pantalones cortos).

Sentíamos que en la búsqueda de lo que íbamos a ser y en la identidad y en las ganas que teníamos, por lo menos algunos chavales, de crecer, siento que debía ser un ser inquieto, porque así como las expectativas de cualquier joven trabajador de aquellos años desde la cultura y la diversión pasaban sólo (como pasa ahora, de una manera más dirigida, porque entonces había una autonomía hasta donde tú mismo en casa de amigos y en casas vacías ponías el tocadiscos y 30 o 40 amigos se juntaban y bailaban) por el fin de semana con los 20 duros que te daba la familia, o tu padre, ir a la discoteca, que ya la tenías con 14 años, la premisa del futuro que siempre era casarse por “penalti” y ese tipo de cosas. O el cine de barrio de sesión continua, uno de los refugios en la oscuridad, donde el sexo podía aflorar, y donde se daban masturbaciones, y aprendías el lenguaje de los cuerpos.

Ese mundo pintado desde ahí, al mismo tiempo había algo en mi inquietud, que hizo vivir eso, estar ahí, pero también descubrir, a través de los curas obreros de mi barrio el afán de aprender, de leer, y al mismo tiempo ir descubriendo que tú eres un trabajador, y estar orgulloso y tomar conciencia de ese trabajador que eres, sin complejos, de levantar la cabeza y mirar, y entrar a un bar ya no con la cabeza baja, sino erguido y desafiante. De empezar a reclamar en la oficina tus derechos, en una oficina como la mía de siete trabajadores, donde el que menos, llevaba 25 años trabajando, y cuando entraba el presidente todos temblaban, cuando los taconazos fascistas del presidente sonaban a las 10 de la mañana en el entarimado de madera del primer piso de la Gran Vía, donde estaba la Alianza Española S.A. de seguros: “asegúrese en la Alianza y tenga plena confianza, y una vez dado este paso, de los demás no haga caso”….

Un joven como yo, de 16 años, que se estaba leyendo los “Derechos del joven trabajador”, que estaba empezando a leer sobre marxismo, que estaba empezando a leer “El Capital”, la lucha de clases. Que estaba en el barrio reuniéndose con otros jóvenes como él, discutiendo la problemática del país, la del joven trabajador en esos momentos, con los padres, a nivel de enfrentamiento generacional, con la visión que te daban de la vida, de lo que te ocultaban y no te contaban, con cursillos de gente que te venía a hablar por primera vez de la guerra civil. Todo un mundo por descubrir, que abría ventanas a alguien como yo, de 16 años, que empezó a escuchar, de pronto, a otro tipo de cantantes. Y ahí se abre la puerta de mi existencia, a través de los poetas que nunca había leído y empiezo a leer, y el primer día que pongo música a un poema, o escribo mi primera canción. Creo que ahí se abre un mundo donde la música, la canción, la guitarra, la poesía, es un arma más para ese movimiento y ese grupo social de hijos de inmigrantes que estamos creciendo para que ese círculo se afiance, para estar con otros que no quieren estar ahí o que no han descubierto esto, la guitarra es una herramienta para seguir militando.

Después de las tres, que yo salía de trabajar, tenía cinco grupos en cinco parroquias de Vallecas de gente de mi edad, y yo era el responsable y nos reuníamos una vez a la semana. Y al mismo tiempo, desde mi inquietud de querer aprender, cada año me apuntaba a una historia. A los 16 hice primero de solfeo en Noviciado, en un Conservatorio antiguo que estaba allí, y por la noche iba a estudiar, aprobé primero de solfeo y al año siguiente lo dejé (quizá porque yo era un ser musical en mí, y el solfeo como tal…). Me arrepiento de haberlo dejado sin yo saber que iba a ser mi profesión, pero al año siguiente me apunto en la escuela de Formación Profesional de Vallecas, por la tarde-noche, para hacer un curso de electrónica, de electricista, porque yo quería dejar la oficina para irme a la fábrica, para ser un trabajador de fábrica, porque de alguna manera, ahí se daban las condiciones más masificadas de desarrollar lo que tú querías a nivel del propio trabajo, y lo que iba a ser el sindicalismo del futuro.

Son todos esos años que compagino toda esa militancia en mi barrio, con salidas con mi guitarra los fines de semana a otras parroquias de los barrios de Madrid, de otras ciudades, en tren, viajes de 24 horas, donde yo el lunes llegaba derrotado a la compañía de seguros. Donde el mes de vacaciones, en junio, aprovechaba y trabajadores e inmigrantes politizados me organizaban encuentros con las casas españolas en Francia, en Bélgica, en Alemania. O con los sindicatos italianos en Italia durante un mes entero. Hasta el año ’72, que cumplo 20 años y decido que es tan importante, y tiene tanto poder la canción como herramienta para concienciar a los jóvenes, para que yo ocupe ese frente y ese espacio que otros no pueden ocupar, porque en el barrio otros amigos míos sí podían ocupar las reuniones que yo hacía con grupos, y de alguna manera, dejo el trabajo y me dedico a la canción desde esa premisa de militante, no desde la de ser cantante, de tener éxito, de grabar o de triunfar.

Ciertamente, esa decisión la hago yo, pero la hago desde el colectivo de amigos de barrio. Ya vivía fuera de casa de mis padres, en el Cerro del Tío Pío, un barrio de chabolas y casas bajas, con tres compañeros de barrio de mi generación, y Rufo que acabaría siendo mi representante. Era una casa de agitación, en ese barrio en concreto, en aquellas tres calles. Era un referente, no sólo para la gente del barrio, sino para cantantes que venían de toda España que pasaban por allí, y exiliados que empezaban a venir de Argentina, de Chile… De alguna manera, fue una casa inolvidable para quien la llegó a conocer. Han pasado muchas cosas en todo ese tiempo.

Hay un lapso de tiempo, porque entonces sacas tus dos primeros trabajos, dos discos sencillos, y hay un lapso de tiempo que no vuelves a publicar.

Sí, en el año ’72 doy ese paso. Acabo en Barcelona, porque he ido a Córdoba a cantar, me he tirado 15 días por allí en verano en un congreso de la Juventud Obrera Cristiana. He conocido a un cura obrero de Santa Coloma de Gramanet, Jaume, que me ha invitado a ir a cantar en septiembre a Santa Coloma. He cantado y me he quedado a vivir, primero en las oficinas de la JOC, de la calle Lauria, luego he encontrado refugio en casa de dos sindicalistas, de la USO, y luego he conocido a un joven que vivía solo en un piso y me ha dejado una habitación en el centro de Barcelona. Y eso es el año ’72 que me quedo a vivir allí, donde hay una casa de discos que se llama “Els cuatre vents” que, aparte de grabar a los catalanes, ha grabado a Elisa Serna, a alguno de Castilla, y les presento mi maqueta, me dicen que sí, y en noviembre estoy grabando mi primer disco “Fidelidad”, que una vez grabado no puede salir por censura, de once prohíben seis, así que cuatro salen en dos sigles, y otra sale en un colectivo con canciones en las que están Quintín Cabrera, Las Madres del Cordero, Els Sapastres, puede ser que Gabriel Salinas, un chileno…

Y de esa, yo me tengo que venir a Madrid al año siguiente, cuando salen esos singles. A partir de ahí me tengo que incorporar al servicio militar, y durante un año sigo cantando casi todos los fines de semana, mucho más en Cataluña que aquí (me escapaba los fines de semana, me cambiaba de uniforme y en avión me iba y volvía), porque en esos momentos, tanto en los barrios obreros de emigrantes andaluces y extremeños como en la propia Barcelona, culturalmente iba por delante y había más permisividad desde los propios poderes políticos y la burguesía catalana. Hago la mili, y hasta que no salgo en el año ’74 o ’75 no vuelvo a intentar grabar. Y ya puedo grabar en Madrid, porque las casas de discos ya se han dado cuenta de que la cuestión política para ellos es un negocio, que un cantautor era lo que la gente estaba demandando y empezaba a ser ya masivo, así que nos abren sus puertas, y grabamos de 1975 a 1977 tres discos seguidos.

Yo sí sé que desde un principio tú has sido una persona comprometida, pero lo cierto es que cuando se habla de Luis Pastor en los medios, parece que tu carrera se inicia a partir de la historia del ciego en televisión, como si antes no hubiese nada. Me parece curioso, porque sé que tanto Lourdes como tú habéis estado muy comprometidos con el tema Memoria Histórica, y con los Republicanos, pero parece que todo, incluso las historias personales, como tus inicios como los de tanta gente que luchó por que llegara una democracia que no sé si ha llegado, parece que se quieren ocultar ¿Cuántos tropiezos te encuentras en lo profesional a lo largo de la vida por parte de una persona que vive de cara al público pero que es políticamente y socialmente comprometido?

Aquí está claro que la historia la escriben y la rescriben los que gobiernan, y desde la propia izquierda que gobernó en los años ’80 en este país, se quiso olvidar de alguna manera, desde el lado de la cultura, ese movimiento que en este caso tiene que ver con la música, pero que fue en el cine, en la pintura, en la fotografía, en todos los frentes. No fue sólo en los cantantes. Pero sí es cierto que, lo que ha quedado en estas décadas sucesivas de rescribir la historia de la música como señas de identidad de este país ha sido la canción comercial de los años ’70 (Fórmula V, Raphael, la copla rescatada), y posteriormente en los ’80 la “Movida Madrileña”. Para la generación que todavía vive y que vivió musical y sentimentalmente aquellos años, eso existió y está ahí, para los libros y las crónicas se intenta borrar. Y si se habla, es de uno o dos, los “símbolos”: Raimon; los que triunfaron más comercialmente: Víctor y Ana; o Sabina que se le incluye en aquella época cuando de alguna manera él se vio obligado a exiliarse en Londres y para pena suya, parte de los años ’70 (sobre todo de ese gran movimiento masivo de la canción popular) no estuvo aquí.

Lo que ocurre es que ha pasado tanto tiempo desde la primera vez que se evidenció que se nos borraba del mapa, y no sólo eso, sino que se nos denigraba: se nos puso un sello en la espalda, de símbolo de coñazo, de aburrido, aquél con la guitarra, barbudo,… que eso ya se vivió a principios de los años ’80 (o yo lo viví en ese momento, en plena “transición”).

Por un lado, nosotros habíamos dejado en las primeras elecciones la cabeza de cartel a los políticos, cuando la cabeza de cartel hasta ese momento habíamos sido nosotros, llenando los estadios y las plazas de toros. Y a los políticos en una situación nueva, donde la izquierda se empieza a dividir, donde el propio cantante que no pertenece a un partido político (como es mi caso), y que hemos militado y seguimos militando en la izquierda y apoyando, a principios de los ’80…

Yo he estado retirado desde el año ’79, y he vuelto en el ’81-’82 después de grabar un disco, he estado en el Gallo Vallecano, he seguido de militante haciendo de alguna manera lo que veníamos haciendo en los ’70, y cuando he ido a las radios y a los críticos, aquel que se atrevía a escribir decía casi siempre que bueno, que estábamos ahí pero no pasaba nada.

Pero te dabas cuenta que te daban la espalda, no te daban la bola que te habían dado, cuando te habían encumbrado y hecho reverencias durante los ’70. Es cierto que yo me retiro desde la premisa de la crisis personal de valores que yo siento, y de las propias verdades que se me están cuando me quitan la alfombra que sustentan esas verdades. Yo decido bajarme de un carro, que hasta entonces llevaba, que podía seguir allí arriba pero sentía que yo ya no lo llevaba. Y me retiro con el escándalo político, perseguido, con cines y teatros amenazados de bomba por los Guerrilleros de Cristo Rey, por un programa que hemos hecho por primera vez en televisión en el ’77 con las primeras elecciones: hice un programa sobre mi barrio, y no sé por qué fue un escándalo, dimitieron al director de los programas musicales de Televisión Española, lo pasaron al Consejo de Ministros, al rey… Yo me retiré al año siguiente de ese problema, donde yo vivía en carne propia esas amenazas diariamente, en mi gira de presentación del tercer disco. Y no me retiré por las amenazas, sino por las crisis personales: estaba cantando en Saconia, en un descampado, para la fiesta de la Asociación de Vecinos, lleno hasta arriba, estaba cantando “Vengan a ver” (“Vallecas 75”) y me he sentido triste, he sentido por primera vez que la realidad social, hasta la personal de cada uno de los que me está escuchando y las premisas desde las que yo había hecho aquella canción, todo eso estaba cambiando. Y yo he decidido retirarme para hacer reflexión, para hacer autocrítica, para ver si quiero seguir en esta profesión, que es lo que tengo que aprender, reforzar… Por primera vez voy a clases de canto, en el teatro encuentro la energía, la expresión corporal (un hombre chepudo como yo que ha cantado siempre en una silla con una botella aquí al lado, con barba,…).

Y vuelvo, con toda la energía, el aprendizaje, el bagaje que ya traigo. Y vuelvo y me quedo. Para mí, pese a todas esas contrariedades, lo importante es que yo no he tirado la toalla, he seguido, cada dos o tres años un disco, pero yo estoy aquí.

Todo esto, hoy día lo veo desde la tranquilidad y la serenidad de alguien que disfruta de su oficio y va a ser un cantante hasta que se muera. Y en ese ser cantante, todavía conservo las premisas de lo que yo aprendí, de dónde vengo, de quien yo soy, de para lo que sirve una canción y para que una canción pueda ayudar y aportar a la colectividad, en su lucha contra la injusticia, o por una vida mejor o por tantas cosas por las que acabamos siendo casi una ONG sin subvención cuando todos recurren a nosotros en ciertos momentos, a lo largo de la historia, siempre están los que recurren a los cantautores. […]

 

---Segunda parte de la entrevista---

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