Retrato del amor el que apela a la comprensión afectiva del espectador: si lo asumes positivamente, la obra de Biniez se convierte en una placentera y sencilla propuesta, llevada por unos personajes de los que te encariñas y a los que comprendes, con los que sufres y gozas, con los que sientes lo que ellos sienten. En suma, seres de carne y hueso con los que tejes una complicidad, aun cuando sea sólo narrativa, a lo largo de hora y media de metraje.
En un viaje de negocios, Juan Desouza se embarcará en una odisea inesperada cuando descubra que el hombre sentado a su lado en el autobús no duerme, sino que está muerto. Secretamente, asume la identidad del muerto y se inventa una profesión. Encuentra alojamiento en el pueblo donde el hombre vivía y medita la posibilidad de no regresar. Desouza inicia una aventura, el redescubrimiento de sus gustos y sus instintos básicos. Lidia con idea de que la vida decidió por él, y que aquella realidad que dejó atrás, en su hogar, no era la única posible.
Al contrario que en Chicago, donde el choque musical entre realidad e irrealidad estaba resuelto con más habilidad, en Nine los saltos entre ambos niveles son más irregulares. Esa misma irregularidad provoca que haya números musicales mejores que otros. Las que salen más airosas son Judie Dench, y los dos números de la francesa Marion Cotillard. Otra sorpresa agradable la proporciona Nicoles Kidman. La desafortunada Penélope Cruz, haciendo como siempre, de Penélope Cruz cuyo baile parece haber sido creado en la mesa de montaje.
La sabiduría de los años y los daños sufridos se dejan ver en esa mirada de un Mandela que Freeman ha compuesto tan asombrosamente en Invictus, apartando al actor y dando paso al Premio Nobel de la paz. No cabe la menor duda que el trabajo de Freeman destila admiración por su personaje. Mandela (Madiba) supo aprovechar la celebración de la copa mundial de Rugby para intentar unir a un país que estaba al borde de la guerra civil cuando fue nombrado presidente. Carlin que estuvo de corresponsal en esas fechas en Sudáfrica expresa muy bien el ambiente de odio y revancha que se dibujaba en las chispas de los ojos que salían del entorno del presidente, y a la vez el sentimiento de conciliación de este estadista cansado de tanto odio.
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