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Francisco Nieva, un teatro de caminos arriesgados - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Gerardo Vera, director del CDN, acompañó al escenógrafo y dramaturgo en una charla amena y fluida. Recordó aquellos tiempos de modernismo donde los decorados de Nieva se empezaban a aplaudir. Es cierto que la escenografía fue un paso para entrar en otra esfera dentro del teatro, la de autor. Nieva acudió a sus recuerdos para contar que de pequeño le regalaron el Teatro completo de Shakespeare y La Celestina diciéndole que eso era lo que tenía que leer. Pero a él lo que le gustaba era Arniches. Siempre quiso escribir chistes como los suyos. El tiempo ha pasado, Nieva ha acumulado experiencia, pero sigue pensando que Arniches es un gran autor, un erudito que recogió el habla de Madrid y la retorció. Ese cambio gustó y se trasladó en los barrios que terminaron hablando a la manera de sus personajes. Entre sus muchas anécdotas habló de cuando llegó a Francia. Se señaló como un pueblerino de Valdepeñas que había pasado por Madrid y que tuvo la suerte de caer de pronto donde estaba la gente magnífica que se dedicaba a hacer la cultura. De su etapa alemana comenta la rigidez extrema por la que se regían. Entraban a ensayar a las ocho de la mañana y estaban todo el día, trabajaban el teatro como un obrero industrial. Entró en la Ópera Cómica de Berlín a las órdenes de Felsenstein.

Francisco Nieva, un teatro de caminos arriesgados

El Centro Dramático Nacional realiza un encuentro de Francisco Nieva con el público

Encuentro con Francisco Nieva
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Encuentro con Francisco Nieva

Francisco Nieva y Gerardo Vera durante el Encuentro realizado en el Teatro Valle Inclán
Foto: ® Javi Álvarez

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Encuentro con Francisco Nieva

Francisco Nieva y Gerardo Vera durante el Encuentro realizado en el Teatro Valle Inclán
Foto: ® Javi Álvarez

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Javi Álvarez – La República Cultural

Gerardo Vera, director del CDN, acompañó al escenógrafo y dramaturgo en una charla amena y fluida. Recordó aquellos tiempos de modernismo donde los decorados de Nieva se empezaban a aplaudir. Es cierto que la escenografía fue un paso para entrar en otra esfera dentro del teatro, la de autor.

Nieva acudió a sus recuerdos para contar que de pequeño le regalaron el Teatro completo de Shakespeare y La Celestina diciéndole que eso era lo que tenía que leer. Pero a él lo que le gustaba era Arniches. Siempre quiso escribir chistes como los suyos. El tiempo ha pasado, Nieva ha acumulado experiencia, pero sigue pensando que Arniches es un gran autor, un erudito que recogió el habla de Madrid y la retorció. Acertó de tal forma que en los barrios se terminó hablando a la manera de sus personajes.

Entre sus muchas anécdotas habló de cuando llegó a Francia. Se señaló como un pueblerino de Valdepeñas que había pasado por Madrid y que tuvo la suerte de caer de pronto donde estaba la gente magnífica que se dedicaba a hacer la cultura. De su etapa alemana comenta la rigidez extrema por la que se regían. Entraban a ensayar a las ocho de la mañana y estaban todo el día, trabajaban en el teatro como un obrero industrial en la fábrica. Entró en la Ópera Cómica de Berlín a las órdenes de Felsenstein.

Empezó en el cine como ayudante de Enrique Alarcón que entre otras cosas había hecho la escenografía de Viridiana. Y hablando de ésto, pero sin saber muy bien por qué, cuenta que Rodero era primo suyo. El actor era por entonces la estrella de la familia. Muy buen actor, serio, con mucho gancho pero sin ningún sentido del humor. Su vida particular era muy trágica y Nieva no va a desvelarla.

Después se acuerda de Amparo Rivelles y una obra de Casona. Va saltando de una historia a otra y se detiene para hablar de Pepe Struch, un director al que le llevaba sus obras para representar y en el que confiaba tanto que le había dado permiso para cortar por donde creyera conveniente.

Recuerda con Vera 1964, cuando regresó a España y montó su estudio en la calle Nazaret. Lo decoró con su escenografía teatral. Son años en los que trabaja con José Luis Alonso y Adolfo Marsillach. Para este último prepara la escenografía de Pigmalion que se representará en el teatro Goya. No puso puertas, eran mentales, lo que fue una gran ruptura para los actores acostumbrados a entrar en escena abriendo una puerta. Entonces se les sacaba mucho partido y cuenta para explicarlo una anécdota que le narraba su madre tras haber visto a Passo en una obra: ella estaba muy gorda y además quería entrar muy despacio, así que entre una cosa y otra aquella mujer no terminaba de cruzar la puerta de entrada.

Vera comenta que los actores de entonces eran de otro planeta o de una raza especial, construidos sobre los escenarios con trabajo diario. Había un espíritu de generación que ahora no sigue. Cuenta de la obra de Nieva que ahora se representa en el Valle Inclán, Tórtolas, crepúsculo y… telón, que recupera aquel espíritu. Dice Vera que, con José Luis Alonso, Nieva se reiventó. Cuenta que en aquellos tiempos de entonces un estreno teatral era un acontecimiento, que todos iban a él como a recibir el maná, pues el teatro tenía una fuerza transformadora que se ha ido perdiendo.

Puntualiza Nieva: "Sí, pero luego venía Carrero Blanco a ver la función y la suspendía". Eran los tiempos que por orden gubernativa quedaban suspendidas todas las representaciones de una obra hasta nuevo aviso.

Dice Nieva que cuando trabajó con Gordon Craig, éste tenía una teoría: "el figurín no tiene que ser de una época, las épocas son siempre inventadas". Su reflexión define sus trabajos. Después dice de sí mismo que es presumido porque es muy inocente y cuando alguien dice algo que le halaga se lo agradece.

Sigue hablando de un día, después de un mal ensayo, al salir, que vieron en una televisión a unos hombres andando por la luna. Despacio, muy despacio, a cámara lenta y que copiaron aquellos gestos. Todo el mundo los copió. Nieva confiesa que absorbía como una esponja. "En teatro hay que repetir lo bueno. Una persona inventa lo bueno, pero luego lo desarrollan muchas. Yo he copiado mucho". A veces hay motivos artísticos sacados de un cuadro que pone en su escenografía para lograr que el espectador los sienta, pensamientos en la puesta de escena para transmitir una cierta emoción. Vera matiza que el artista copia de una manera inconsciente, de lo que ha visto, de lo que ha aprendido, de lo que fluye en su cabeza, porque los creadores van uniendo tendencias, noticias, materiales… En realidad las cosas están inspiradas, luego el artista las envuelve y las hace suyas.

Vera dice que era una época donde viajaban mucho, trabajaban mucho y se arriesgaban mucho. Una época en la que el teatro español entró en la modernidad de la mano de Francisco Nieva. Después vuelve sobre los actores y habla de tiempos en que se buscaba la dificultad del intérprete, hasta niveles en los que incluso peligraba su integridad física. Nieva recuerda que el peligro merodeaba alrededor del teatro con la censura y que sin embargo se tomaban siempre caminos arriesgados. Vera habla de que entonces te la jugabas con la censura. Recuerda la histórica huelga de cómicos, cuando la doble función, un tiempo en que la profesión estaba muy unida. Entonces se consiguieron mejoras.

Mirando a Nieva le dice "Tú siempre has sido un hombre de izquierdas" y hablan de Carrillo y del PCE. Así se les va el tiempo, tienen que comenzar a preparar la función que vendrá detrás: Tórtolas, crepúsculo y… telón.

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