Julio Castro – La República Cultural
En la madrileña sala teatral Tarambana, se presentaba hoy la obra dirigida a todos los públicos La princesa Ana, que a partir de un cuento para la infancia, adapta la vetusta tradición a una realidad que hoy se puede contar. Dando un giro a la historia de la princesa que besa a la rana para ver cómo se convierte en un apuesto joven de cuento de hadas (que es lo que es), en este caso, la princesa Ana, que se cría en el castillo entre el amor de sus padres y la doncella, y acogiendo a todos los animales del bosque, tiene una amiga preferida: una rana que le relata historias. Llegada la edad, Ana se opondrá a contraer matrimonio con ninguno de sus pretendientes, para descubrir cuál es su verdadero amor, esa rana amiga, a la que besa pero ¡oh, sorpresa! se convertirá en una bella joven con la que desea contraer matrimonio, para disgusto de algunos.
Este relato, adaptado y dirigido por Eva Bédmar a partir de un cuento de Luisa Guerrero, es un primer paso para normalizar algo que ya es normal y que recogen los derechos de cada ciudadano: la libertad de elección sexual. Es precisamente el planteamiento de la compañía, y lo fue desde un principio para su autora, empeñada en la publicación de su relato que, como ella misma cuenta el día de la presentación, ha sufrido muchos avatares y recorridos hasta poder ser publicado. Numerosas editoriales a las que presentó la propuesta respondieron negativamente, algunas diciendo que estaba muy bien, pero que “no es su línea editorial”, cuestión poco comprensible para la autora y para cualquier persona con dos dedos de frente.
La sala y la compañía apuestan por esta producción, con la intención de dirigirla a la educación de los pequeños y de los progenitores. En este sentido les planteo la reflexión de evaluar si, estando los principales destinatarios preparad@s para todo en función de que se les proporcione una buena educación, si creen que los padres y las madres lo estarán realmente. Esta es una de las principales incógnitas, por lo que aún yendo contra su trabajo, han decidido plantearles la temática antes de entrar, a quienes acudan a presenciar la obra.
La receptividad de los integrantes de la compañía y de la autora es grande, por lo que en el debate posterior, les indico que puestos a normalizar los cuentos para niñ@s, tendría su importancia sustraer de ellos la anormalidad que supone una monarquía en la ciudadanía actual y en su libertad e igualdad. Rápidamente la propia autora me indica que precisamente es su intención en la siguiente propuesta, porque en esta, precisamente pretendían partir de lo más tradicional de los cuentos, para “darles una colleja” y a partir de ahí comenzar a hacer otras cosas.
En lo tocante al trabajo, la producción tiene un gran atractivo, con sencillez en los decorados, conformados casi exclusivamente por tres paneles giratorios con cuatro aberturas para paso de los intérpretes y para los muñecos de guiñol que se utilizan (dos pájaros y la rana). El diseño de iluminación es bueno, variando en función de la localización de cada escena y evitando mucho la penumbra, dado que es una función principalmente para niñ@s.
En lo tocante a la actuación, cinco intérpretes darán vida da muchos más personajes, aunque la princesa tan sólo alternará entre función y función. A Marina Muñoz, ya la hemos visto en Titanias, Premonición y en Monólogos de bollería fina, y aquí hace un divertido papel de princesa Ana que quiere tomar sus decisiones en cuanto a lo que hace con sus sentimientos, diga lo que diga la tradición, papel que contrasta mucho con todos los demás trabajos que he podido ver de ella. Eva Bédmar, que hará el doble papel de reina madre y de joven-rana, hace un buen deslinde de ambos papeles, de manera que incluso se hace difícil reconocerla en el segundo personaje tras cambiar la caracterización. La actriz que interpreta a la doncella tiene una gran frescura y desparpajo en su personaje, tremendamente adaptado al lenguaje de la chavalería y la adolescencia de hoy día, que también está al nivel en las canciones y los bailes que incluye la obra, con rock, y una mezcla de ska y hip-hop. El personaje del rey, así como el marionetista se multiplicarán para recrear a los distintos pretendientes que se presentan a conseguir la mano de la princesa, cada uno de ellos con una “habilidad” más patética.
Comenta la compañía que el estreno tuvo a mucha gente entre adultos y no adultos, pero que nadie se molestó por el tema que se trata, sino al contrario. El pase de prensa se hace coincidir con la presencia de estudiantes de un grupo escolar, y en este caso provienen de un colegio católico y son estudiantes de integración, pero una de las profesoras que les acompaña asegura que no ha habido ningún problema con la dirección del colegio, sino al contrario. Es una lástima que la jerarquía católica estigmatice (entre tantas otras cosas) la libertad de elección sexual. En este caso y siguiendo el juego del argumento, la princesa “les sale rana”, así que sólo nos falta alguien como Ana Botella hablando de zoofilia y de matrimonios entre peras y plátanos. Pero parece que quienes nada saben de sexo (consentido o con sentido) quieren decir mucho de lo que deben hacer los demás: como es lógico hay católicos que piensan diferente.
Espero que llegue el día en que esto sea un cuento más entre otros muchos, en los que prime la diversión, la plástica y la interpretación, antes que las limitaciones de unos cuantos retorcidos y retrógrados: era lo que me alegraba ver en Titanias cuando escribí sobre la obra, y es lo mismo que deseo en este caso.