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Salud, camarada Marcelino, los ideales, como tú, nunca mueren - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Hace años, cuando todo comenzó a cambiar desde dentro, decían que era “de los tuyos”, aunque nunca manifesté nada al respecto. Porque, como tú, como tantos que se forjaron su propio camino sin buscar púlpitos, sino manos, ni sillas, sino mesas, no creo ni creeré nunca en el liderazgo personal. Querido Marcelino, hoy tampoco me importa no ser de los tuyos, sino sentirte compañero, el último de los dirigentes sindicalistas de este país que creyeron y, además, forjaron, un sindicato de clase para los trabajadores. Un sindicato que debió ser comunista siempre y, como se puso en sus estatutos, luchar por el socialismo, por ese socialismo obrero que hoy ni siquiera se atreven a soñar. Junto a tus ideas y principios sería sencillo luchar hoy día, aún sin ti, pero eso… hace años que me falta, y con much@s compañer@s tratamos en la calle y en las redes, de construir un modelo de sociedad que sea más justa para la clase trabajadora, y evitar que el futuro consista en profundizar en este presente. Cuando todo comenzó a desmoronarse, cuando hizo su aparición Gutiérrez en el sillón (ahora vemos que era cierto que se había pegado uno al culo), algun@s de tus más próxim@s me contaban que esperabas cada mañana a que llegase por la puerta, para acompañarle diciéndole lo que había en la realidad, esa que muchos quisieron que no viésemos, y cómo harías tú las cosas. Al tiempo vimos cómo todo era caer para en saco roto, pero cómo tú, que sí eres de los nuestros, no cejabas en tu empeño, por lo que nunca nadie pudo tacharte de abandonar o renunciar a tus ideas. Así te forjaste.

Salud, camarada Marcelino, los ideales, como tú, nunca mueren

Marcelino Camacho
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En el acto en el que se descubrió una placa en la cárcel de Carabanchel en recuerdo a los presos políticos. Foto: tomada de Wikipedia.

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En el acto en el que se descubrió una placa en la cárcel de Carabanchel en recuerdo a los presos políticos. Foto: tomada de Wikipedia.

Julio Castro – La República Cultural

Hace años, cuando todo comenzó a cambiar desde dentro, decían que era “de los tuyos”, aunque nunca manifesté nada al respecto. Porque, como tú, como tantos que se forjaron su propio camino sin buscar púlpitos, sino manos, ni sillas, sino mesas, no creo ni creeré nunca en el liderazgo personal. Querido Marcelino, hoy tampoco me importa no ser de los tuyos, sino sentirte compañero, el último de los dirigentes sindicalistas de este país que creyeron y, además, forjaron, un sindicato de clase para los trabajadores. Un sindicato que debió ser comunista siempre y, como se puso en sus estatutos, luchar por el socialismo, por ese socialismo obrero que hoy ni siquiera se atreven a soñar. Junto a tus ideas y principios sería sencillo luchar hoy día, aún sin ti, pero eso… hace años que me falta, y con much@s compañer@s tratamos en la calle y en las redes, de construir un modelo de sociedad que sea más justa para la clase trabajadora, y evitar que el futuro consista en profundizar en este presente.

Cuando todo comenzó a desmoronarse, cuando hizo su aparición Gutiérrez en el sillón (ahora vemos que era cierto que se había pegado uno al culo), algun@s de tus más próxim@s me contaban que esperabas cada mañana a que llegase por la puerta, para acompañarle diciéndole lo que había en la realidad, esa que muchos quisieron que no viésemos, y cómo harías tú las cosas. Al tiempo vimos cómo todo era caer para en saco roto, pero cómo tú, que sí eres de los nuestros, no cejabas en tu empeño, por lo que nunca nadie pudo tacharte de abandonar o renunciar a tus ideas. Así te forjaste.

Hoy, le duela a quien le duela, las Comisiones Obreras cuentan con un gran patrimonio humano de luchadores y luchadoras que están dispuestos, en diferentes rincones, a seguir trabajando por impedir que la derecha declarada y, la peor, la otra, la oculta, sigan convirtiendo este mundo en más de lo que ya es. Esos son los que hacen falta, frente a un aparato muerto como una pared de viejo yeso, en la que nada se puede sujetar, ni el papel pintado que la disimule, porque nada soporta. Si aún hay un afecto y un respeto por tu labor, mucha gente tendrá que abandonar fidelidades personales y posibles conveniencias, para recordar lo que es un sindicato de clase (hoy día olvidado porque “no está de moda”, parece ser), lo que significa socialismo (que no es el de “Los Socialistas”, sino el del pueblo), por qué surgió el comunismo (que no fue precisamente para oprimir o para hacer de contrapeso, ni de “pim-pam-pum”) y que la formación sindical no consiste en asistir a unas clasecillas, o en mirar mucho el Boletín Oficial del Estado, que el sindicalismo de clase se construye con trabajadores y trabajadoras, que la forja de la lucha obrera está en las asambleas, en las calles, en cada puesto de trabajo, en las ideas políticas y sociales, en el internacionalismo y la solidaridad, en la independencia de todos los patrones, en el funcionamiento de abajo arriba, en la democracia real, en gritar por las libertades y en explicar a cada trabajador y a cada trabajadora, lo que nos atenaza de forma inminente en esta economía que se derrumba, y en este sistema que no da para más, y que tendremos que construir sin ti, pero como tú lo trataste de hacer.

Y para eso, un sindicato fuerte será la clave, pero para ello hará falta gente forjada como tú, desde abajo, desde la lucha de clase y de calle, que no busquen otro hueco donde sentarse, sino algo más digno de quienes luchan por una sociedad justa y equitativa, con un empleo digno para tod@s que no se limite a las conveniencias de un mercado putrefacto.

¿Ves, Marcelino? Te convertiste en algo más que un símbolo, te convertiste en objetivo de la clase obrera, y sólo falta que tod@s seamos conscientes de ello, para ponernos, hombro con hombro, a tu lado en esta lucha continua. Por eso no te has ido, porque, al parecer, eres ejemplo e ideal, y los ideales no mueren.

Ya quisiera yo ser de los tuyos ¡Salud, camarada!

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