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Todas las canciones hablan de mí: lo que llega tras una ruptura sentimental - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

De Todas las canciones hablan de mí se podría decir que es una comedia romántica, pero ambas palabras resultan contrarias al sentido real de la película. No es una comedia, pues sus protagonistas son chicos inteligentes que viven sin proezas, con cierta tristeza incluso, apesadumbrados, sin encontrar su verdadero lugar, en proyecto de búsqueda, descartando valores, prototipos y metas que no sienten, camino de una felicidad que se dan cuentan que resulta siempre intangible. No es romántica, pues habla del final de un amor, roto sin querer, sin saber, sin posibilidad de pasar página. Lo romántico se encuentra tal vez entre la melancolía y la nostalgia con las que sobrellevar la ruptura. Cuenta Jonás Trueba, su director, que la película «apuesta por la vida que vivimos, no por la que supuestamente tendríamos que vivir» y eso, como las canciones, nos la acercan y la hacen próxima, tanto como para identificarse no sólo con la melodía de Todas las canciones hablan de mí sino con las sensaciones por las que van pasando cada uno de sus personajes. Es ante todo una película auto-identificativa, que nos dice que por nuevo que nos parezca un sentimiento otros ya lo sufrieron.

Todas las canciones hablan de mí: lo que llega tras una ruptura sentimental

Porque uno no se da cuenta del valor de lo que tiene hasta que lo pierde

Todas las canciones hablan de mí
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Todas las canciones hablan de mí

Ángela Cremonte, Bárbara Lennie y Oriol Vila en una escena de la película de Jonás Trueba

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Todas las canciones hablan de mí

Oriol Vila y Bárbara Lennie en una escena de la película de Jonás Trueba

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Javi Álvarez – La República Cultural

De Todas las canciones hablan de mí se podría decir que es una comedia romántica, pero ambas palabras resultan contrarias al sentido real de la película. No es una comedia, pues sus protagonistas son chicos inteligentes que viven sin proezas, con cierta tristeza incluso, apesadumbrados, sin encontrar su verdadero lugar, en proyecto de búsqueda, descartando valores, prototipos y metas que no sienten, camino de una felicidad que se dan cuentan que resulta siempre intangible. No es romántica, pues habla del final de un amor, roto sin querer, sin saber, sin posibilidad de pasar página. Lo romántico se encuentra tal vez entre la melancolía y la nostalgia con las que sobrellevar la ruptura.

Cuenta Jonás Trueba, su director, que la película «apuesta por la vida que vivimos, no por la que supuestamente tendríamos que vivir» y eso, como las canciones, nos la acercan y la hacen próxima, tanto como para identificarse no sólo con la melodía de Todas las canciones hablan de mí sino con las sensaciones por las que van pasando cada uno de sus personajes. Es ante todo una película auto-identificativa, que nos dice que por nuevo que nos parezca un sentimiento otros ya lo sufrieron.

Hay un camino de búsqueda de la felicidad emprendido por su protagonista, Ramiro Lastra (Oriol Vila), que quiere llegar a conclusiones con su propia experiencia. Algo le pesa, le lastra, y es una amargura de darle vueltas a todo y no atrapar lo bueno que nos rodea, dejar escapar el instante por un concepto abstracto superior que se ha construido. ¿Qué es la felicidad?, ¿cómo la reconoceré cuando llegue?, ¿dónde se puede encontrar la felicidad que a uno le toca?, ¿qué se queda en el camino de esa búsqueda? Las respuestas se encuentran en las canciones, en nosotros mismos que reflejamos y somos reflejo de sus estribillos.

Sin querer uno se pone melancólico, o filosófico que viene a ser lo mismo, cada vez que quiere hablar de la película. No hay tal opción, es algo que se puede llevar a un terreno más simple, más intuitivo –caminos por los que se desenvuelve a la perfección la película-, para contar las historias de jóvenes que apenas han dejado atrás la adolescencia y la primera juventud, pero que se han visto obligados a empezar a asumir las responsabilidades de una madurez pesada sobre la que les han enseñado que cada acto tiene su consecuencia. Surge el drama de ser joven y se muestra la incapacidad frustrante de admitir lo imposible de poder abarcarlo todo. Lo cercano nos asusta y ponemos distancia por medio, hablamos de aquello que desconocemos con fascinación, magnificamos lo inconcreto porque nos rendimos a lo material que lleva pegado cada día, a la posibilidad de que todo lo que queda siga siendo igual. No sabemos si queremos rutina o emociones.

Trueba recurre a su propia voz en off durante el largometraje en varios momentos, lo que permite completar la mirada parcial de los personajes. De la misma forma, las canciones que suenan durante la película nos hablan de lo que los protagonistas callan, y con ellas nos expresan la otra mitad de la escena. Es la banda sonara un pilar cargado de intenciones sobre el que se construye la película. Suenan Franco Battiato, Bola de Nieve, Bill Evans, Aroah… pero es Nacho Vegas con su canción Crujidos quien nos da la pieza clave, la que explica de pies a cabeza la historia y además la califica como algo que en realidad no es una tragedia ni un drama, más bien algo a superar.

Siguiendo con los aciertos, la estructura narrativa de la historia, en su vaivén entre lo complejo y lo más sencillo resulta perfecta. Además se construye utilizando recursos de la Literatura. Hay muchos libros en esta película donde lo literario se presenta de forma fluida, ordenada y sabiamente fragmentada, acompañando a la perfección la historia. Sobre esta estructura Jonás Trueba imprime su ritmo, que resulta personal, novedoso y cinematográfico para adentrarnos en lo íntimo de sus personajes, los cuales han sido trazados con firmeza y constancia. Así vemos la mirada de Ramiro (Oriol Vila) que desnuda todo su interior; o la templanza de Andrea (Bárbara Lennie) tan confundida como él pero que parece tenerlo todo más claro, como si caminara un paso por delante. Asistimos a sus discusiones, en las que nunca se levanta la voz, en las que realmente no se muestra nada roto, que se van cargando las contradicciones a arrastrar. Y el reparto lo asume y lo interpreta con naturalidad, con la justa medida de las cosas que hacen el guiso sabroso. No en vano dice Jonás Trueba que «una película vale lo que luce el trabajo de sus intérpretes».

Por si fuera poco, la película recorre las mismas calles por las que camino a diario, a través de mi propia geografía recorro esos puntos propios que me anclan a la ciudad, a lo cotidiano de mi vida y a lo universal de tantas otras. Hay, también, un amor profundo por los libros que comparto con Todas las canciones hablan de mí. Su protagonista tiene un caminar rápido, como de quien llega tarde a una cita en un lugar que aún queda lejos. Un andar con autoimpuesta e innecesaria prisa que, al igual que le pasa a muchos madrileños, he ido perfeccionando durante años, pero que visto en la pantalla me causa una amplia sonrisa. Incluso suelo llevar en invierno un abrigo tres cuartos, no como el del protagonista pero que tiene similitudes. Porque hay una timidez latente, como de cierta vergüenza, de fracasos e insatisfacciones, y aún así resulta optimista.

Es una película muy personal, y sin embargo me gusta sobre todo porque me siento identificado con ella, por lo explicado antes y también por sentirme como uno de tantos chicos tristes que sienten que todas las canciones hablan de ellos, porque les cuentan sobre las ilusiones que tuvieron y les ratifica en aquellas pocas batallas que una vez ganaron. Sensaciones por la que pasamos todos.

A modo de pequeño anecdotario: Jonás Trueba ha trabajado de guionista para películas como Más pena que Gloria, Vete de mí y El baile de la Victoria. Entre una y otra ha podido dirigir el cortometraje Cero en conciencia, preparar una obra de teatro Pienso a menudo en ti, editar libros de cine para Plot Ediciones y escribir un blog de cine llamado El viento sopla donde quiere en el diario elmundo.es.

DATOS RELACIONADOS

Dirección: Jonás Trueba
Intérpretes: Oriol Vila, Bárbara Lennie, Ramón Fontserè, Bruno Bergonzini, Valeria Alonso, Ángela Cremonte y Miriam Giovanelli
Guión: Jonás Trueba y Daniel Gascón
Fotografía: Santiago Racaj
Montaje: Marta Velasco
Sonido: Eduardo Esquide
Directora de cásting: Camilla-Valentine Isola
Maquillaje: Yael Fernández-Maquieira
Peluquería: Kenyar Padilla
Vestuario: Laura Renau
Dirección artística: Miguel Ángel Rebollo
Director de producción: Iñaki Ros
País: España
Año: 2010
Duración: 107’
Género: Comedia romántica
Productoras: Castafiore Films y Tornasol Films
Productores: Gerardo Herrero y Mariela Besuievsky
Producción ejecutiva: Gerardo Herrero
Distribuidora: Alta Classics
Estreno en España: 10 de diciembre 2010
Web oficial: http://www.todaslascancionesha...

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