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Persona, Bergman difícil e inténsamente personal - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

No puede realizarse una sinopsis objetiva de Persona (1966), de Ingmar Bergman, ya que los acontecimientos que la película narra ocurren a distintos niveles de "realidad" y no cabe definirlos de manera clara y tajante. Bergman se propuso deliberadamente desdibujar las distinciones existentes entre lo real y lo imaginario. Deseaba realizar una obra de ficción cuyo tema principal fuese el de la subjetividad de la perfección, y su propio estilo es tan subjetivo que está abierto a toda una multitud de interpretaciones. ¿Por qué es Persona una película tan deliberadamente difícil y al mismo tiempo una obra tan intensamente personal? Para encontrar la respuesta conviene intentar comprender cuál era la posición de Bergman a mediados de los 6O. Tras haber dejado atrás el simbolismo medieval de El séptimo sello (1957), continuó utilizando las alegorías para examinar problemas espirituales en Como un espejo (1961) y Los comulgantes (1962), y estaba adquiriendo la reputación de ser un director sombríamente pesimista, ascético y moralista. Persona terminó con todo ello. Bergman acababa de superar además un largo período de enfermedades y se lanzó a experimentar con un estilo nuevo, directo y sin limitaciones que permitiese abordar los problemas psicológicos más profundos. Persona inauguró el que muchos consideran como el período fructífero de toda su carrera, la década de trabajo que culminó con Cara a cara (1975).

Persona, Bergman difícil e inténsamente personal

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Fotograma de la película de Bergman

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Fotograma de la película de Bergman

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DATOS RELACIONADOS

Título original: Persona, 1966
Dirección: Ingmar Bergman
Guión: Ingmar Bergman
Intérpretes: Liv Ullmann, Bibi Andersson, Margaretha Krook, Gunnar Björnstrand, Jörgen Lindström
Fotografía: Sven Nykvist (B&W)
Música: Lars Johan Werle
Duración: 81’
País: Suecia
Productora: Svensk Filmindustri (SF)

Francisco Machuca - La República Cultural

No puede realizarse una sinopsis objetiva de Persona (1966), de Ingmar Bergman, ya que los acontecimientos que la película narra ocurren a distintos niveles de "realidad" y no cabe definirlos de manera clara y tajante. Bergman se propuso deliberadamente desdibujar las distinciones existentes entre lo real y lo imaginario. Deseaba realizar una obra de ficción cuyo tema principal fuese el de la subjetividad de la perfección, y su propio estilo es tan subjetivo que está abierto a toda una multitud de interpretaciones.

¿Por qué es Persona una película tan deliberadamente difícil y al mismo tiempo una obra tan intensamente personal? Para encontrar la respuesta conviene intentar comprender cuál era la posición de Bergman a mediados de los 6O. Tras haber dejado atrás el simbolismo medieval de El séptimo sello (1957), continuó utilizando las alegorías para examinar problemas espirituales en Como un espejo (1961) y Los comulgantes (1962), y estaba adquiriendo la reputación de ser un director sombríamente pesimista, ascético y moralista. Persona terminó con todo ello. Bergman acababa de superar además un largo período de enfermedades y se lanzó a experimentar con un estilo nuevo, directo y sin limitaciones que permitiese abordar los problemas psicológicos más profundos. Persona inauguró el que muchos consideran como el período fructífero de toda su carrera, la década de trabajo que culminó con Cara a cara (1975).

En 1966, Bergman terminó un período de tres años como director de Teatro Dramático Real de Estocolmo. Hacia finales del mismo, en 1965, escribió el guión de Persona, que se rodó fundamentalmente en el verano de 1965, con algunas escenas adicionales a principios de 1966. En la que se refiere a su carrera, fue un momento clave para reconsiderar sus relaciones con el medio cinematográfico, al que se dedicaría casi en exclusiva a partir de entonces.

De ese modo, Persona es no sólo la historia de dos mujeres o una profunda exploración psicológica, sino también una confrontación con el cine, en la que Bergman examinó la naturaleza del medio cinematográfico y su capacidad para fabricar imágenes de la realidad y de la ilusión. Cuando Bergman muestra dentro de la propia película el funcionamiento de un proyector e interrumpe la narrativa a la mitad con un falso receso (el proyector se estropea y algunos fotogramas se queman), está recordando al público que lo que está viendo es sólo una película, y rompiendo así su identificación con la historia. Dentro de la propia narrativa, las respuestas y recuerdos de los personajes se muestran en todo momento como altamente subjetivos, hay pistas que indican que algunas secuencias son más imaginarias que otras, pero no signos claros que diferencien los acontecimientos "reales" de la forma individual de percibirlos o de las fantasías surgidas de ellos. Cuando habla con Alma (Bibi Andersson) o Elizabeth (Liv Ullmann) se dirige directamente a la cámara, lo que la sitúa en una posición privilegiada con respecto al público. Eso dota a sus comentarios de mayor autoridad, pero no convierte a su diagnóstico en correcto o completo.

En la dramaturgia romana, "persona" era originalmente la máscara que se ponía un actor y, por extensión, el personaje que interpretaba. En psicología se emplea el mismo término para referirse a un determinado aspecto de la personalidad, tal como se muestra a los demás. Bergman se basa en ambas nociones para sugerir que Alma y Elizabeth son quizá las dos mitades complementarias de una misma personalidad. O puede ser que Elizabeth se comporte como una especie de vampiro, despojando a Alma de su personalidad para nutrir la suya.

Con su austeridad y sencillez estilística, Persona representó un importante giro en la carrera de Bergman, al que en alguna medida se puede identificar con la actriz/artista de la película, ya que lo más probable es que, una vez recuperada de su enfermedad, abandone la casita de verano y vuelva a su trabajo, (en el guión original de Bergman, la doctora informa al público que Elizabeth volvió al teatro, mientras que el plano que, casi al final de la película, la muestra en un escenario, resulta mucho más ambiguo). Es evidente que Bergman encontró una nueva claridad de visión cuando realizaba esta película.

Conviene señalar que las extraordinarias interpretaciones de Liv Ullmann y Bibi Andersson, y la espléndida fotografía en blanco y negro de Sven Nykvist, contribuyen decisivamente a la síntesis entre forma y sentimiento, entre análisis e imaginación que ofrece este fascinante filme.

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