Virginia Fernández – La República Cultural
El ritual o juicio, que se celebra en la obra Los Negros de Jean Genet, sirve finalmente para cercar y dar muerte a los verdaderos culpables: las clases dominantes monárquicas, eclesiásticas e institucionales occidentales. Quienes parecen en posición de juzgar, terminan finalmente por ser juzgados. En este teatro del teatro caerán las máscaras blancas para dar paso a las máscaras tribales, en una progresiva vuelta a los orígenes. Pasando por el enfrentamiento entre los negros, que a fuerza de ser colonizados llegaron a sentir desprecio por su propia raza, hasta llegar a revalorizar sus propias costumbres y ritos. Los espectadores acabamos también juzgados, en nuestra condición de blancos. Observadores de un espectáculo en apariencia caótico y lleno de metáforas que a veces son difíciles de descifrar. Por un lado, seducidos por los cánticos y las coreografías tribales llenas de un espíritu misterioso y ancestral; por otro lado sorprendidos ante las situaciones grotescas propias del teatro del absurdo.
La obra, dirigida por Miguel Narros, tiene ratos brillantes en los que el espectador se siente involucrado en el discurso, para luego distanciarse y no sentir conexión alguna con lo que se está relatando. Para entender la naturaleza de esta obra, es necesario tener en cuenta la trayectoria artística de Jean Genet. Fuertemente comprometido contra las injusticias y las brutalidades derivadas del colonialismo, así como sensibilizado ante las duras condiciones de vida de los inmigrantes en Francia. Terminó de escribir Los Negros en 1959, época en la que empezó a acentuarse su compromiso político, en defensa de los marginados y los oprimidos.
Asimismo, hay que hacer hincapié en el intento de Miguel Narros de llevar a escena un texto difícil, con todos los obstáculos que ello conllevaba. Intentó montar esta obra por primera vez en 1970, sin embargo terminó por desistir, debido a las dificultades con las que tuvo que lidiar para encontrar a actores negros profesionales. En la actualidad, Narros ha podido llevar a cabo su ambicioso proyecto, con una puesta en escena atrevida y con actores negros profesionales. Cuarenta años después, una obra de estas características sigue planteando un tema controvertido, adoptando una forma y una estructura sorprendentes.