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Mussolini va a morir, pero aún dice muchas cosas - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Muchos hablaron de Mussolini tras su muerte o en su ausencia, pero esto poco interés tiene para el público en general, que quiere conocer lo que aquel horrible fascista tiene que decirnos y, por eso, este Mussolini hablando de sí mismo, de sus miserias, de sus errores y horrores, sobre los que transita sin graves lamentos y sin pedir perdón a nadie, es de interés. Mussolini va a morir, mañana ya habrá muerto y otros, como decía, hablarán de él, pero hoy es él quien habla. Incluso, cuando Claretta Petracci interviene, habla Il Duce, sin intermediarios. Tenía el insano temor a que el personaje que interpreta Miguel Torres, creado y dirigido por Rafael Gordon, me produjese el natural rechazo y aversión a verlo convertido en ser humano por un texto y una interpretación que limitaran su intervención a dulcificar un pasado de la historia de Italia que daría inicio a una crudeza sin límites, que alarga su sombra hasta nuestros días. Nada más lejano a la realidad de los hechos, ya que este trabajo escénico en el que ese Benito Mussolini, que tan bien ha asumido Torres, en un cuasi monólogo al que apenas puede acceder su amante, la Petracci (cuyo papel ejecuta magníficamente Julia Quintana), constantemente en escena, en esa reclusión previa a la muerte que ambos saben tan próxima y que, por decisión del Duce, asumen como final inevitable.

Mussolini va a morir, pero aún dice muchas cosas

Un discurso del Duce fascista italiano, realizado en primera persona

Mussolini va a morir
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Mussolini va a morir

Miguel Torres en el papel de Mussolini, parodiándose a sí mismo con un bombín.
Foto: Julio Castro.

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Mussolini va a morir

Miguel Torres, en el papel de Mussolini, toca el violín por última vez.
Foto: Julio Castro.

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DATOS RELACIONADOS

Texto: Rafael Gordon
Dirección: Rafael Gordon
Intérpretes: Miguel Torres, Julia Quintana
Iluminación y sonido: Elías Torres
Compañía: Espacioscuro

Julio Castro – La República Cultural

Muchos hablaron de Mussolini tras su muerte o en su ausencia, pero esto poco interés tiene para el público en general, que quiere conocer lo que aquel horrible fascista tiene que decirnos y, por eso, este Mussolini hablando de sí mismo, de sus miserias, de sus errores y horrores, sobre los que transita sin graves lamentos y sin pedir perdón a nadie, es de interés. Mussolini va a morir, mañana ya habrá muerto y otros, como decía, hablarán de él, pero hoy es él quien habla. Incluso, cuando Claretta Petracci interviene, habla Il Duce, sin intermediarios.

Tenía el insano temor a que el personaje que interpreta Miguel Torres, creado y dirigido por Rafael Gordon, me produjese el natural rechazo y aversión a verlo convertido en ser humano por un texto y una interpretación que limitaran su intervención a dulcificar un pasado de la historia de Italia que daría inicio a una crudeza sin límites, que alarga su sombra hasta nuestros días. Nada más lejano a la realidad de los hechos, ya que este trabajo escénico en el que ese Benito Mussolini, que tan bien ha asumido Torres, en un cuasi monólogo al que apenas puede acceder su amante, la Petracci (cuyo papel ejecuta magníficamente Julia Quintana), constantemente en escena, en esa reclusión previa a la muerte que ambos saben tan próxima y que, por decisión del Duce, asumen como final inevitable.

Atención al juego de poses, sombras, expresión corporal, de manos incluso, que llevan el texto a lo que dicen sus protagonistas, pero también, en ocasiones, a la contradicción más pura de los personajes y de su discurso.

El personaje y su visión intrínseca del mundo

Contradicción es precisamente uno de los aspectos que marcan la vida de este personaje, que desvela en sus últimos momentos la falsedad de su vida, en la que ha pretendido mantenerse fiel a las convicciones que gritaba, para convertirse en el falso esperpento de unos ideales inexistentes. Hijo y nieto de revolucionarios socialistas, recibe el nombre de Benito por la admiración paterna hacia el mexicano Juárez, pero él no respeta disciplina o herencia ideológica, por lo que en una de sus primeras apuestas por la apariencia, se mostrará como joven líder anarquista, que reniega de la bandera, el ejército y la iglesia. Los dos primeros serán pocos años después los pilares de su imperio, mientras que la iglesia se convierte en forma de engaño y mofa para hacerse pasar por lo que no es. Y aunque odia al Vaticano, lo instaura como Estado, y al papa como Jefe de Estado, ganándose así en un primer momento los apoyos internacionales de ciertos políticos y pensadores afines al catolicismo eclesiástico.

Así irá discurriendo poco a poco el discurso del Duce, que en escala ascendente hasta su culmen, irá decayendo precipitadamente por terraplén propio o ajeno hasta el momento presente, en que, para no evitarse nada, con su huída y captura condena a la muerte a su propia amante al ser cómplice y seguirlo a ciegas en su vida. Una muerte que podría no diferir mucho de la de Nicolai y Elena Ceaucescu, donde los paralelismos son notorios.

Quien desea parecerse a los césares, o a Napoleón (a quien considera italiano por haber nacido en Córcega), o que idolatra a cada uno de los grandes dictadores, aunque en realidad los desprecie en comparación consigo mismo, acaba por idealizar a Roosvelt, quien le ha derrotado, no tanto por su victoria bélica de la cual apenas trata, ni por su forma de ser, ya que le considera un simple funcionario que firma los papeles que le pasan, sino por representar la última lección del fascismo en su victoria más suprema: la de la economía capitalista. Y explica cómo todo el mundo es comprador y consumidor.

Desde nuestro punto de vista, pensar en este análisis en aquel momento, puede parecer anacrónico, y no sé en qué medida el autor lleva la labor de investigación sobre el personaje a dichos extremos, pero lo cierto es que hablamos del momento en que el sistema económico capitalista ya está definido como tal, y que la superpotencia armamentística yanqui ya ha rebasado por sí sola los límites del poder de otros países, prestándose a convertirse en un auténtico imperio. Coincide plenamente con la exposición de la película Capitalismo: una historia de amor (2009), de Michael Moore, solo que lo que el director estadounidense denuncia como crímenes, el fascista italiano lo admira y lo envidia como una victoria que va más allá de lo que él ha conseguido. Así, los dos puntos que más admira aquel Mussolini, llevan a este Benito a decir que, si consiguiera escapar de esta última prisión, se reharía y marcharía a América para comenzar de nuevo. Nada sorprendente, muchos lo hicieron.

El lenguaje de las manos y las sombras

Como decía, está bien analizar posturas, signos, imágenes, algunas más complejas, otras más evidentes (al menos para mí). La disposición y distribución escénica nos indica que, la reclusión de ambos, permite al público mirar desde una cámara o por una rendija, la prisión donde se encuentran. Así que jugarán con pocos elementos: dos sillas, un diván y un espejo giratorio de pie. Cosa curiosa, frente a un diván de estilo neoclásico renacentista, Il Duce, que odia el renacimiento y el arte (“hubiera vendido cada cuadro y cada estátua del renacimiento, para invertir lo que sacara en hacer la guerra”) comienza por declararse aristócrata (no desde luego burgués ni proletario), que trata de eliminar a toda la burguesía italiana (“no quedaría ni el 20%” dice) y convertir al pueblo en gente que odia y quiere hacer la guerra, antes que en artistas y tocadores de mandolinas, que es en lo que han devenido los herederos de aquel pueblo de Roma (“tal vez sean descendientes de los esclavos” duda el protagonista). Pero no lo ha conseguido en su juventud, así que afirma que no ha triunfado porque, mientras Hitler es un líder de segunda con un pueblo de primera, el es un líder de primera con un pueblo de segunda. Aprovecha para dirigir sus críticas y comparativas a Hitler y a Stalin, porque se considera ninguneado por el primero y añora no haber seguido los consejos de su difunta mujer de hacer como el soviético llevando a cabo una purga entre la cúpula fascista, pero sobre todo, se inquiere “¿de qué le ha servido aprenderse de memoria a Nietzche, si no lo ha llegado a comprender?”. Se ríe de él y de su grado de aceptación de la religión católica, ya que permite que la gente siga a un judío, mientras defiende la raza aria.

Todo ello, y es a lo que voy y nos conduce el tema, es a que con apenas estos elementos, algunos focos laterales, frontales y cenitales, nuestros personajes juegan a exhibir la voz, el cuerpo y las sombras, y el fascista se sienta en su silla, próximo al público, acodado en la silla, mientras con las manos parece cubrirse del foco que tiene delante, y simula con la sombra sobre su rostro ese último encierro en que se encuentra, proyectando los barrotes que crean sus manos sobre el rostro. No será el único momento en que transmita ese mensaje, porque tras su desprecio a la religión y las creencias, casi al final contradice su propio discurso que desarrolla mientras sus manos están en forma de plegaria dirigida a un público que no le perdonará, o a un dios que no existe y en el que no cree. Su única petición es la muerte para que llegue ese descanso que no tiene.

Otros elementos vienen a sumarse a la imagen escénica, como es el estrado que recorta siluetas de luz a la espalda, como el balcón del Palazzo Ducale, desde donde lanzara sus discursos. Discursos y poses que serán imitados, seguidos y mejorados por la propia Claretta, que no sólo los aprende, sino que los interioriza como si fuese su mismo adorado.

Si el estudio de las poses por los actores y, supongo, el director, conducen a las situaciones más verosímiles que se puedan imaginar, llegaremos a la contraposición entre ese monumental individuo en jarras que ejerce la superioridad con su enorme sombra, que cuando se precipita a su fin, decrece para emitir una proyección en la que su joven amante emite una sombra mucho más grande en la sala, que deja al Duce en su pobre y pequeña persona, de la que él mismo dice “dentro de 365 días nadie se acordará de mí”.

Del desarrollo y la duración

Estamos ante una construcción, más que ante una reconstrucción, en la que el discurso cuenta con distintas partes: la primera goza del contenido propio del personaje en sí, una forma zafia de describirse como ser preeminente, que flota sobre el resto de la humanidad, bajo la cual construye la estructura de ese fascismo que, finalmente, se ha fundamentado en un conjunto de falacias sobre su persona (“Tú, Claretta, dices que soy un proletario y un idealista […] pero y soy un aristócrata”). La segunda es la de jugar a analizar el resto del mundo con sus propios ojos, de donde sacamos lo que él ve como próximo e igual a su idea de la sociedad, y lo que es lo opuesto, que critica, de lo que se mofa o, en el fondo, teme aunque lo niegue. De todas estas tendencias se puede aprender, viendo por medio de ojos ajenos aquello que observamos a día de hoy: y de ahí la gran actualidad del contenido, que no se limita a su momento, sino que señala indirectamente (y sin salirse de su época), la situación actual. Cuando esto se escribe y se comienza a ensayar aún no se han desatado las revueltas en el Magreb, pero todos encontramos momentos de confluencia con el momento que vivimos.

Tras el estreno, entre los más cercanos (incluso entre los integrantes de la compañía) se plantea si la duración puede ser excesiva. Particularmente, siempre creo que lo que se puede decir en diez minutos, no suele mejorar en cuatro horas, salvo que esté mal dicho, hecho, pensado, ejecutado… En este caso creo que prácticamente todo el discurso es necesario porque es el que conduce en esa subida y esa precipitación final, que se alarga como se alargó con una nueva y terrible oportunidad en la historia. Si algo me ha de sobrar son algunos comentarios como el chiste de los tres personajes que cuenta en un instante el propio Mussolini, que creo que trata de evocar a la película de Ernst Lubitsch (To be, or not to be -1942-) en la que se hace un juego similar con los Tura representando en un teatro de Polonia. Hay otros momentos de humor que son la vida real y no precisan de este otro tipo de gag, aunque cuesta reír o sonreír ante el personaje del que hablamos.

No sé si al protagonista le pondría la etiqueta de humano, como hacen sus creadores escénicos, porque un monstruo no deja de serlo aunque se nos presente en formato de moribundo, pero es que considero que este tipo de personajes no son humanos, sino engendros de la naturaleza que, en forma de error social, son aupados a una cumbre que no debiera tampoco existir. Como escuchaba apenas un día antes en el trabajo de Lola Blasco, creo que la evolución se paró al transformarnos de monos en especie humana (vale decir la especie, vale decir la sociedad que hemos construido, entiendo).

Pero volviendo al tema de la duración, creo que es más bien el concepto de tensión dramática el que confunde al público, ya que hay dos momentos cumbres seguidos que parecen conducir a un final (y que podrían serlo), pero que tienen continuidad porque sigue habiendo hilo argumental, hasta que llega el fin definitivo, que no tiene confusión. Tal vez limar el tono de esos momentos, permitiría evitar pensar que la obra se ha alargado 15’ ó 20’, impidiendo creer que el final no está ahí en ningún caso. Así, un estreno que cuando se ruede más irá reduciendo tiempos en los primeros días, creo que hará que se limite a 90’, pero insisto que no me parece que sea cuestión del propio hilo argumental, sino de dos instantes concretos.

Por si alguien espera un saludo final tras los aplausos, debe saber que Miguel Torres sigue la política de no salir de nuevo, aunque tras su trabajo, todo actor recibe esos aplausos con gran satisfacción (como es lógico), pero también es conveniente saber estas cosas, porque en el estreno, estando presente el director en la sala, tuvo que salir, porque como él mismo dijo, siendo actor obedece las indicaciones de quien dirige, y Rafael Gordon le había indicado expresamente que lo hiciera, para poder tener la oportunidad de saludar también él.

Un trabajo muy interesante y arriesgado, no sólo porque alguien pueda sentir la tentación de clasificar a sus participantes en donde no es, sino porque, como cualquiera puede comprender, en teatro, el actor se acaba llevando a casa inevitablemente algo de su personaje, pero conociendo a Miguel sé qué parte de la crítica del discurso se llevará, y en el caso de Julia no hay problema, porque no asume discursos ajenos, y su personaje aquí es básicamente eso. Veo una vez más el crecimiento de dos actores, cada uno en su momento de la vida, pero que, como en ocasiones anteriores (ver De insomnio y medianoche), complementan su personaje, aunque, inevitablemente, perciba en mayor medida la madurez escénica que ha evolucionado en Julia Quintana, y no dejen de apasionarme los modos de asunción y presentación de su personaje por parte de Miguel Torres, que además de haber conseguido un aspecto físico enormemente similar, tiene el gesto y aporta su tremenda voz, que además supone un esfuerzo adicional para mantener la tensión y hacerla crecer a lo largo de toda la función.

Sinópsis

Mussolini fue joven, en el comienzo de siglo veinte. ¿Qué significado tiene escuchar la voz de Benito Mussolini en este nuevo comienzo de siglo?

La naturaleza humana no cambia en milenios. Mussolini y los jóvenes de hoy, están unidos en el tiempo. No debemos confiarnos en que el fascismo es solo imperialismo y dictadura. El fascismo eterno, es control y sometimiento del pueblo, al pensamiento único. Estado tutelar, producción salvaje, y masa consumista es fascismo latente. Los jóvenes de hoy, lo viven en su angustioso nihilismo.

Mussolini va a morir no refleja la imagen de un símbolo, o de un monstruo, nos habla del pequeño Mussolini, que todo humano lleva dentro. Conocer nuestro instinto cainita y primitivo, es el propósito de esta obra.

Claretta Petacci y Mussolini, pasaron juntos una noche, encerrados en una habitación antes de ser fusilados. La expresión teatral de este hecho, encierra todo el teatro moderno, desde A Puerta Cerrada de Sartre, Calígula de Camus o Final de Partida de Samuel Beckett. Es un retrato del ser humano bajo extrema presión.

En los ensayos de la obra, actores y director, sentimos con emoción, la necesidad que tenían los personajes… Mussolini y Claretta, de expresarse por medio del teatro, para justificar y entender su propia existencia. El teatro es la confesión de impotencia del ser humano, ante la agresión del Universo.

Mussolini es humano, pues desea, y desear es sufrir la culpa de lo que se desea. Claretta Petacci ama, y amar, es sufrir y aceptar que el amor esta condenado a morir, a veces, por impacto directo de las balas.

Sobre el autor

Rafael Gordon nació en Madrid. Estudia en la Escuela Superior de Arte Dramático. En 1968 funda Producciones Rafael Gordon con la que principalmente produce, escribe y dirige sus propios cortometrajes y largometrajes en 35mm a lo largo de casi cuatro décadas. En total ha hecho 15 cortometraje y medio docena de largometrajes.

En 1983 empieza a escribir teatro. Ha escrito treinta obras, de los cuales algunas han sido editadas, estrenadas y premiadas.

En 2009 recibió el premio UNESCO de teatro, por su obra La ley de sodoma.

Entre su polifacético trabajo, ha ejercido como comentarista para Radio Nacional. Asesor cinematográfico para la televisión. Imparte clases de post graduado en Guiones Cinematográficos. En estos momentos aparte de dirigir Mussolini va a morir está terminando su largometraje Bellos Suicidios y trabajando como Comisario pare la exposición Ouka Leele Inédita para el Ministerio de Cultura.

Fecha: el Domingo 27 de marzo de 2011

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

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Fecha: el Domingo 27 de marzo de 2011

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
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lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Sábado 26 de marzo de 2011

Horario: a las 21:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
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Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Viernes 25 de marzo de 2011

Horario: a las 21:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
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Fecha: el Domingo 20 de marzo de 2011

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Sábado 19 de marzo de 2011

Horario: a las 21:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Viernes 18 de marzo de 2011

Horario: a las 21:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Domingo 13 de marzo de 2011

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Sábado 12 de marzo de 2011

Horario: a las 21:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Viernes 11 de marzo de 2011

Horario: a las 21:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Domingo 6 de marzo de 2011

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Sábado 5 de marzo de 2011

Horario: a las 21:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

Fecha: el Viernes 4 de marzo de 2011

Horario: a las 21:00h

Lugar: Teatro LaGrada - c/ Ercilla, 20 -Embajadores- (Madrid)

Entradas: 12€ (reducida 9€)
Información y reservas:
Teléfono: 91 517 96 98
lagrada@teatrolagrada.com

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