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ISSN 2174 - 4092

Beograd, la ciudad desanclada - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

No se conoce una ciudad de un plumazo. No se llega, con la cámara colgada del cuello, y se titula. Pero una ciudad es uno de esos ámbitos en los que puede manifestarse, imaginarse o realizarse todo lo que es posible en el plano de la sociedad. Una ciudad es un laboratorio vivo y complejo. La antropología social llegó tarde al estudio de las ciudades, pero tarde no es nunca y ahora es viable -y preciso- el análisis de las instantáneas que nos regalan lo que Anthony Giddens denominaba las consecuencias de la modernidad. Un fin de semana no da para mucho, apenas un atisbo, un asomarse, un oler. Belgrado atardece grisáceo y sucio cuando nos capta el primer taxista pirata en el aeropuerto. El bosque inundado de basura nos guía hacia el Novi Beograd. El taxista se ríe señalando las botellas de plástico, las latas, los papeles, las bolsas de basura entre los esqueletos mortecinos de los árboles: ¡ecologic, ecologic!, se burla.

Beograd, la ciudad desanclada

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Beograd, la ciudad desanclada

Foto: Inma Luna

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Beograd, la ciudad desanclada

Foto: Inma Luna

Inma Luna - La República Cultural

No se conoce una ciudad de un plumazo. No se llega, con la cámara colgada del cuello, y se titula. Pero una ciudad es uno de esos ámbitos en los que puede manifestarse, imaginarse o realizarse todo lo que es posible en el plano de la sociedad. Una ciudad es un laboratorio vivo y complejo. La antropología social llegó tarde al estudio de las ciudades, pero tarde no es nunca y ahora es viable -y preciso- el análisis de las instantáneas que nos regalan lo que Anthony Giddens denominaba las consecuencias de la modernidad.

Un fin de semana no da para mucho, apenas un atisbo, un asomarse, un oler. Belgrado atardece grisáceo y sucio cuando nos capta el primer taxista pirata en el aeropuerto. El bosque inundado de basura nos guía hacia el Novi Beograd. El taxista se ríe señalando las botellas de plástico, las latas, los papeles, las bolsas de basura entre los esqueletos mortecinos de los árboles: ¡ecologic, ecologic!, se burla.

Pronto se dibujan altos bloques, gris sobre gris, apelmazados, arquitectura soviética.

El hombre distrae nuestra atención hacia las torres de oficinas, cientos de ventanales de espejo que reflejan los edificios más siniestros, sin intención, sin darse cuenta de que en su brillo denuncian la opacidad del vecino de enfrente.

El taxista se emociona cuando los centros comerciales se erigen como perfectos no-lugares, ¡Look, look, shopping centre!, nos incita. Dice que el viejo Belgrado es triste y feo, lleno de calles estrechas donde resulta difícil conducir, sin embargo, asegura, el Nuevo Belgrado es el futuro. Mientras, continúa el muestrario de detritos a nuestro paso. Un no-lugar es un espacio donde no pueden leerse las identidades, ni las relaciones, ni la historia.

Belgrado, la ciudad blanca, crece desconcertada. La ruptura de su espacio urbano fomenta el surgimiento de espacios de ficción. El desarraigo, el salto vertiginoso hacia el capitalismo…, sucumbir a la tentación.

Tal vez el tiempo temple la ebullición, calme las ansias de dorado y permita que el Danubio y el Sava discurran por la ciudad habitable y hermosa que se deja entrever.

Ver blog: De cerca nadie es normal

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