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ISSN 2174 - 4092

La omisión de la familia Coleman. Un teatro nuevo - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Claudio Tolcachir armó La omisión de la familia Coleman en 2005. Desde entonces la ha paseado por muchos lugares y siempre ha resultado novedosa, algo que hace que vuelva a escena una y otra vez, que le pidan que se represente de nuevo porque hay siempre público expectante. Son seis años de éxito continuo. A mí, me ocurría que cuando la obra venía a Madrid yo estaba en otro sitio. La omisión de la familia Coleman se me había convertido en una asignatura pendiente. Así que, lo reconozco, tenía mucha curiosidad; quería saber dónde estaba escondido su secreto. Esta vez no se escapó. Desde el primer minuto observo que es un teatro diferente, cargado de inteligencia. El escenario representa la casa de una familia. Está lleno de objetos, de detalles que nos hablan de cómo son los Coleman: una máquina de coser, una bicicleta, una cama que sirve para dejar la ropa que alguien confecciona con la máquina, un sofá envejecido donde gastar las horas, una mesa vacía, unos zapatos sobre una silla… Se acumulan los objetos con un cierto desorden. Cuando los actores salen a escena, no lo hacen desde atrás, sino que utilizan los mismos pasillos por los que entró el público unos minutos antes, como si cualquier espacio del teatro formase parte de la propia casa. Se ha roto la famosa cuarta pared para poder introducir al espectador en el interior de la obra.

La omisión de la familia Coleman. Un teatro nuevo

Claudio Tolcachir nos trae el aire fresco del teatro alternativo argentino

La omisión de la familia Coleman
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La omisión de la familia Coleman

Tamara Kiper y Lautaro Perotti en una escena de la obra de teatro La omisión de la familia Colemande Claudio Tolcachir

La omisión de la familia Coleman
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La omisión de la familia Coleman

Lautaro Perotti y Miriam Odorico en una escena de la obra de teatro La omisión de la familia Colemande Claudio Tolcachir

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Javi Álvarez – La República Cultural

Claudio Tolcachir armó La omisión de la familia Coleman en 2005. Desde entonces la ha paseado por muchos lugares y siempre ha resultado novedosa, algo que hace que vuelva a escena una y otra vez, que le pidan que se represente de nuevo porque hay siempre público expectante. Son seis años de éxito continuo. A mí, me ocurría que cuando la obra venía a Madrid yo estaba en otro sitio. La omisión de la familia Coleman se me había convertido en una asignatura pendiente. Así que, lo reconozco, tenía mucha curiosidad; quería saber dónde estaba escondido su secreto. Esta vez no se escapó.

Desde el primer minuto observo que es un teatro diferente, cargado de inteligencia. El escenario representa la casa de una familia. Está lleno de objetos, de detalles que nos hablan de cómo son los Coleman: una máquina de coser, una bicicleta, una cama que sirve para dejar la ropa que alguien confecciona con la máquina, un sofá envejecido donde gastar las horas, una mesa vacía, unos zapatos sobre una silla… Se acumulan los objetos con un cierto desorden. Cuando los actores salen a escena, no lo hacen desde atrás, sino que utilizan los mismos pasillos por los que entró el público unos minutos antes, como si cualquier espacio del teatro formase parte de la propia casa. Se ha roto la famosa cuarta pared para poder introducir al espectador en el interior de la obra.

Un hombre y una mujer hablan. ¿Quiénes son?, ¿qué relación tienen?, son las preguntas que surgen. Y antes de responderlas ya se oyen las primeras risas. Es teatro de personajes, de gentes que tienen una historia que contar, de secretos a rascar, de incertidumbres. Es la vida en directo, con el ritmo propio de la misma vida.

Vemos lo cotidiano de la familia, lo que viene ocurriendo cada día desde hace seguramente mucho tiempo, sin poder remediarse. Una convivencia difícil cargada de conflictos y un difícil equilibrio que parece a punto de quebrarse, con relaciones construidas a lo largo de muchos años soportándose. Violencia para solucionar el caos unas veces, otras un humor ácido y corrosivo -casi negro-, y las más de las veces pura indiferencia. Conviven los Coleman cansados de una rutina que marca las relaciones y les conduce camino de lo absurdo como escape, sabiendo que otro día igual es imposible, que no podrán aguantarlo, aunque al final lo sigan haciendo, sobrevivan. Enfilan lo absurdo sin perder un ápice del interés, sin desviarse de un realismo misterioso que hace cada escena tan creíble como posible. El texto se asienta en lo verosímil con maestría.

El factor de lo patético y su uso en la obra hacia lo cómico resulta natural, tanto que el público termina asumiéndolo de tanto que lo ignoran los personajes agotados de vivir con ello. Algo que sin duda enriquece la dialéctica de la obra que crece y se hace más interesante a cada momento. La atención está fija en lo que ocurre, en cómo ocurre. Hacemos un viaje guiado al interior de los Coleman, a cada una de sus intimidades y sin querer nos sentimos uno más en su espacio.

Se intuyen secretos, historias que harían encajar el puzzle que desperdigado se muestra sobre el escenario, ausencias nombradas que cerrarían el círculo. Y éstas se desvelan, o no, pues lo que no sale a la luz también forma parte de la historia. Siempre hay apuestas de quién será el que termine yéndose de la casa, cada uno va buscando sus salidas, como si vivir en otro sitio hiciera que la vida fuese mejor. Sin embargo la costumbre les ancla.

El pasado se revuelve, se intuye y se enfrenta o se esconde o se deja estar como un mueble más sobre el escenario, que cumple una finalidad. Todo vale en la realidad que tiene ejemplos para todo. Parece ser el azar quien rija el tiempo y el destino, pero en el fondo cada personaje se labra su futuro mientras lo espera. El tiempo gastado esperando se hace convincente y necesario; cómo se trastea con él y se pierde, va ganando en fuerza e intensidad. La omisión de la familia Coleman es una obra tan rica en matices que uno no pierde ni un instante la atención, interesado en una vida familiar tan sorprendente como cargada de cotidianidad.

El texto es extraordinario y las interpretaciones soberbias. Lautaro Perotti sostiene un personaje histriónico con una naturalidad rotunda, en una de las mejores actuaciones que he visto sobre un escenario. Miriam Odorico también está maravillosa, moviendo un personaje desequilibrado que siempre se encuentra arriba pero que los demás ven abajo. Araceli Dvoskin, la abuela aglutinadora, es el contrapunto, la sensatez que sostiene con su dureza a la familia y sus vínculos, no dejando que se rompan. Tamara Kiper hace el papel de hormiga que veladamente va asumiendo las tareas necesarias de las que el resto huye, su interpretación supone una solvencia que la obra necesita.

¿Cuál es la omisión? Hay muchas, tal vez tantas como espectadores. Supongo que cada cual encontrará la suya, pues la que cierra la obra, la soledad encontrada al final perturba. Lo cierto es que después surge una fuerte y larga ovación de reconocimiento por parte de un público encantado. Se ve en las caras de los actores y actrices que acogen con satisfacción los aplausos. Al irme siento algo que debe ser felicidad subiéndome desde el estómago. No es extraño, me siento agradecido por haber visto una obra sobresaliente.

A modo de pequeño anecdotario: Claudio Tolcachir es uno de los fundadores de la compañía Timbre 4. En 1999, un grupo de profesionales del teatro con orígenes y formaciones diversas, se juntan. En 2001 tuvieron la necesidad de generar un espacio propio donde poder llevar a cabo investigaciones, entrenamientos y exposiciones, para lo cual se construyó según sus necesidades ese lugar.

El nombre de la compañía hace referencia al espacio físico teatral, Timbre 4, que construyeron y que dirige Claudio Tolcachir. Fue desde el principio un lugar de trabajo. Hoy, no sólo funciona como sala teatral, sino que durante toda la semana recibe alumnos de teatro que entrenan y se forman como actores. El compromiso de la escuela apuesta por una formación personalizada y específica, que, al mismo tiempo, incentiva a los alumnos a ser multidisciplinares. Dicen sus fundadores: “Es una casa. Y la casa es una escuela. Y la escuela es un teatro…”

Fecha:

del Miércoles 6 de abril de 2011 al Domingo 24 de abril de 2011 Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala 2Naves del EspañolMatadero - Paseo de la Chopera, 14 - Madrid

Hora: De martes a sábado 20.30h. domingos 19h.
Precio: 22€. martes y miércoles 25% dto.

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Fecha:

del Miércoles 6 de abril de 2011 al Domingo 24 de abril de 2011 Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala 2Naves del EspañolMatadero - Paseo de la Chopera, 14 - Madrid

Hora: De martes a sábado 20.30h. domingos 19h.
Precio: 22€. martes y miércoles 25% dto.

DATOS RELACIONADOS

Libro y dirección: Claudio Tolcachir
Intérpretes: Araceli Dvoskin, Miriam Odorico, Inda Lavalle, Tamara Kiper, Lautaro Perotti, Gerardo Otero, Gonzalo Ruiz y Jorge Castaño
Iluminación: Omar Possemato
Producción ejecutiva: Máxime Seugé y Jonathan Zak
Asistente dirección: Macarena Trigo
Compañía: Timbre 4
Distribución España: Producciones Teatrales Contemporáneas

Para más información:
http://www.timbre4.com/
http://www.ptcteatro.com/
http://www.mataderomadrid.org

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