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Blanca Vázquez - La República Cultural
Es lo que os propongo habida cuenta que tenemos dos posibilidades más que decentes a nuestro alcance. En el cine se estrena La legión del águila del documentalista y cineasta escocés Kevin McDonald, al tiempo que en las pantallas caseras podemos disfrutar de Centurión, del británico Neil Marshall. Si, como la que suscribe, lo programáis para un mismo día, el festorro es único, pues ambas perspectivas complementan el mismo tema, la leyenda de la desaparecida novena legión del ejército romano en un intento de conquistar tierras escocesas entre 122 y 140 D.C. Todo está servido para el deleite. Portentosos cineastas con un interesante background a sus espaldas. Marshall ya nos advirtió en Dog Soldiers y The Descent, así como Doomsday, que sabe hacer discurrir la sangre a chorros, y que el gore puede tener cierto estilo. McDonald, que sabe dirigir actores y centrarse en su humanidad, en los pequeños detalles, y observar sus interioridades, nos entusiasmó con El último rey de Escocia, o La sombra del poder. Dos modos, dos enfoques bien diferenciados, empezando por el colorido de la estética visual, una más cálida, más amarronada. La otra más metalizada, frío azulado, como el color de las espadas, y la nieve que rodea las altas montañas escocesas.
Dos interesantes comparaciones que se complementan una con la otra. Centurión de Marshall se sitúa en un escenario veinte años antes que La legión del águila. Responde a la leyenda, pero escrita por el propio Marshall, es más una idea que le vino al cineasta al ver los restos de la muralla de Adriano que recorre los alrededores de su lugar natal, Newcastle upon Tyne. Sin embargo el trabajo de McDonald está basado en la novela The Eagle of the Nith, de una de las mejores escritoras británicas del siglo XX, Rosemary Sutcliff. El guionista Jeremy Brock y el propio McDonald han sabido trasladar ese misterio, las observaciones de la vida diaria de los soldados, el aspecto de los campamentos, las tareas y parentescos que describe Sutcliff, en fin, la vida tal cual es, o era, dentro de un marco, asimismo, de acción. Aunque en este punto concreto, la acción, brilla la batuta de Marshall, quién muestra las mejores batallas, frente a unas luchas más sutiles, menos ensangrentadas, en el caso del cineasta escocés.
Pero si hay algo común a las dos es el tratamiento de los paisajes, esas brumas y bosques escoceses que agrandan el iris del espectador ante visión tan sugestiva de tierras lejanas y difíciles, incluso para aquellos insaciables romanos. La amistad y compañerismo masculino es uno de los ejes en común, al fin y al cabo son producciones con testosterona, donde la mujer apenas se entrevé, y el protagonismo que adquiere, en el caso del centurión de Marshall, está enfocada desde una perspectiva muy masculina, luchadora y vengativa.
Si hay algo que han sabido mostrar ambas producciones, es el concepto de honor, a través del estandarte de un águila dorada, finalmente en posesión de los Pictos, o tribus pintadas,(cuyo tratamiento lingüístico está mejor rematado en La legión…) defensores de sus tierras y su pueblo, aunque vilipendiados por la historia que los ha calificado de salvajes sin alma, algo que ya nos machacó el cine norteamericano con las tribus indias. Y este referente tiene algo en común con la imaginación de McDonald, (como medio de rellenar los vacíos históricos) pues en su Legión del águila, los Pictos están prefigurados más como indios norteamericanos que tribus escocesas. Su producción no puede evitar retrotraer la comparación con El último Mohicano de Michael Mann, donde las apasionantes persecuciones a través de bosques y paisajes bucólicos conforman también el entramado de la melancólica acción, acompañada de una música trabajada, bien pensada, que añade magia al conjunto. Así ocurre en el proyecto de McDonald, cuyo tratamiento de la música enmascara otras deficiencias, o en el caso de Marshall, su fuerte es el gore y la violencia en las batallas sangrientas, las durezas del rodaje en tierras altas, y algunos de sus secundarios. Éstos dan fuerza a otras veleidades como la falta de profundidad en sus protagonistas. He aquí lo que les diferencia de otras producciones que alcanzaron el estrellato, caso de Gladiator. Sabemos que a pesar de trabajos tan artesanales, la falta de estrellas en su protagonismo, al igual que presupuestos tan ajustados, han provocan que no hayan alcanzado los focos de la inmortalidad.
Peplums más modernos o más démodés, ambos dirigidos con habilidad, ambos se complementan con dos héroes a la vieja usanza, Quintus Dias (Michael Fassbender), y su general Virilus (Dominic West), centuriones que perdieron el águila en manos de esas tribus de carácter, y Marcus Aquila (Channing Tatum), éste junto a un esclavo autóctono, Esca (Jamie Bell), los hijos de aquellos, que la recuperan, pero también reflexionan, años después, sobre el conquistador y el conquistado.
Todo un banquete para recrearse.
