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The Shock Doctrine II: Las crisis son un chollo - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Continua Naomi Klein el curso de la historia de la doctrina del choque, recogiendo migas en las escenas del crimen, Gran Bretaña, Bolivia, Polonia, China o Sudafricana, siguiendo el rastro dejado por los chicos de Chicago. Hecha la prueba con tan buen resultado en el Cono Sur, (comentada en la primera parte), les quedaba la duda a los discípulos de Milton Friedman de si la terapia de choque liberal podría ser aplicable a una democracia. Un santo patrón de la Escuela de Chicago, Friedrich Hayek deseaba volar más alto y en 1981 puso la vista en una de las democracias europeas más protectoras con el trabajador, Gran Bretaña. El experimento del Cono Sur había generado tantos beneficios, teniendo en cuenta el pequeño número de jugadores implicados, que se generó un voraz apetito en abrir nuevas fronteras.

The Shock Doctrine II: Las crisis son un chollo

Bombas legales

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Jeffrey Sachs junto a Bono

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Jeffrey Sachs junto a Bono

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DATOS RELACIONADOS

Título: The Shock Doctrine (La doctrina del choque)
Autor: Naomi Klein
Editorial: Allen Lane, Penguin group
Año: 2007
Precio: 17 €

[|SEGUNDA PARTE

Blanca Vázquez - La República Cultural

Continua Naomi Klein el curso de la historia de la doctrina del choque, recogiendo migas en las escenas del crimen, Gran Bretaña, Bolivia, Polonia, China o Sudafricana, siguiendo el rastro dejado por los chicos de Chicago.

Hecha la prueba con tan buen resultado en el Cono Sur, (comentada en la primera parte), les quedaba la duda a los discípulos de Milton Friedman de si la terapia de choque liberal podría ser aplicable a una democracia. Un santo patrón de la Escuela de Chicago, Friedrich Hayek deseaba volar más alto y en 1981 puso la vista en una de las democracias europeas más protectoras con el trabajador, Gran Bretaña. El experimento del Cono Sur había generado tantos beneficios, teniendo en cuenta el pequeño número de jugadores implicados, que se generó un voraz apetito en abrir nuevas fronteras.

El monstruo tenía más y más hambre.

Pero en aquel entonces la dama de hierro, Mrs. Thatcher, le replicó a Hayek que no era tan sencillo, puesto que un líder democrático se la jugaba en cada elección. En 1982, después de tres años en el poder, y ante el cante de los números, (su prestigio había descendido a un pobre 25%) la dama de hierro desistió de ningún cambio reformador estilo chileno en Gran Bretaña.

Milton Friedman ya tuvo una gran decepción, una década antes, con el entonces Presidente Nixon, que no aceptó el “laissez-faire” del economista, por miedo a que millones de ciudadanos furiosos le echaran a patadas. Tanta fue la inquina del Nobel, que Friedman, más tarde, describió a Nixon como “el Presidente de los Estados Unidos más socialista del siglo XX”.

Parece que la posibilidad de imponer la revolucionaria transformación económica de los chicos de Chicago requería otro tipo de choque. Y éste apareció en forma de doble personalidad: angel bueno para Thatcher, angel malo para los trabajadores británicos que descendieron al estatus de hambrientos desposeídos de sindicatos y derechos. Este ángel llegó materializado en forma de guerra de las Malvinas. Y fue esta guerra la que dió a la Primer Ministro la excusa perfecta para introducir un radical programa de transformación capitalista en una democracia occidental. Incluso aquellos críticos alrededor de su sprectrum político acusaron a Thatcher de usar el terreno militar para sus propias ambiciones políticas.

Entre 1984 y 1988 el gobierno británico privatizó todo lo que encontró en su camino: British Telecom, British Gas, British Airways, la seguridad aeroportuaria y el hierro británico, al igual que vendió sus acciones petroleras. Todo un choque privatizador.
Friedman estaba alcanzando el éxtasis. Dio por sentado que solo las crisis (reales o imaginarias) son las que producen un cambio real. Y de nuevo sería otro país latinoamericano el que confirmaría su sentencia. Bolivia.

En 1985 Bolivia formaba parte de los pocos países en desarrollo con una democracia y elecciones nacionales. La circunstancia volátil que vivía su economía suponían un quebradero de cabeza para el país y sus gobernantes, con una inflación al 14%. Momento en el que la estrella del departamento de economía de Harvard, Jeffrey Sachs, fue llamado en ayuda por los políticos bolivianos que luchaban en aquel entonces por el poder, el ex dictador Hugo Banzer y el ex presidente Víctor Paz Estenssoro, en vista de los resultados electorales igualitarios. Sachs era una especie de híbrido, compartía las ideas de Keynes, pero abogaba por las de la Escuela de Chicago: el consejo de Sachs a Banzer fue claro, solo una terapia de choque curaría a Bolivia de su crisis inflacionista.

Finalmente fue Paz, (que como Perón, mantenía una política de nacionalización y redistribución y ayuda a los campesinos) quien se envistió como presidente.
De puertas adentro y con carácter secreto se tomaron medidas económicas de autentico Shock, a cambio de ser embestido Paz como presidente, éste reconvirtió su bagaje ideológico. Se eliminaron los subsidios de comida, el control de todos los precios, se cortaron los gastos sociales, se restringieron las importaciones, aumento un 300 % el precio del petróleo y por supuesto se revisaron esas intencionadas ideas de nacionalización de empresas. Paz dio a conocer estas medidas ante su gabinetes, (pillados por sorpresa) con el cartel bien claro en la puerta de que todo aquel que no estuviera de acuerdo se podía ir.

Esta medida de choque económica tan ortodoxa consiguió traspasar todos los costes sociales a la masa pobre, y Bolivia acabó con los mismos resultados que el resto de la región en los setenta: una pequeña elite consiguió aumentar desproporcionadamente sus riquezas mientras la clase trabajadora se convirtió en carne de cañón, mal nutrida, viviendo en tiendas de campaña, sin otra alternativa que pedir en las calles, y cientos de trabajadores fueron despedidos sin ninguna protección entre 1983 y 1988. Esta situación insostenible abocó a miles de bolivianos desesperados a cultivar coca.
En Bolivia se llevó a cabo una misión que Sachs y la Escuela de Chicago creían imposible, una transformación neoliberal en los confines de la democracia, denominado pinochetismo económico. Y no se hizo sin haber secuestrado a la creciente oposición de estas medidas. Se declaró un autentico “estado de sitio” ante el que la opresión de Margaret Thatcher con los mineros británicos fue solo una suave caricia.

La cuestión era que los ciudadanos no habían votado a Paz para rehacer así la economía del país. Años más tarde se calificó la medida de Paz como “política vudú”, o simplemente política mentira. Bolivia fue el ejemplo de golpe de Estado llevado a cabo por políticos y economistas en trajes de chaqueta.

Estaba claro que en Bolivia la hiperinflación jugó el mismo papel que la “guerra” de Pinochet en Chile y la guerra de Las Malvinas para Margaret Thatcher, la creación de un contexto para crear medidas urgentes, un estado de excepción durante el cual las reglas democráticas podían ser suspendidas.

Paquete de choque: llévese dos por el precio de uno.
Pero otro tipo de choque estaba ganando terreno: el choque de la deuda o el choque Volcker, término usado por los economistas para describir el impacto de la decisión tomada, en 1981, por el director de la Reserva Federal, Paul Volcker, cuando incrementó repentinamente los tipos de interés en Estados Unidos durante gran parte de la década de los ochenta, triplicando el número de familias que perdieron sus hipotecas.

Da comienzo, pues, la era de los ajustes estructurales o dictadura de la deuda.

Para un economista como Friedman que no creía en el FMI ni en el Bando Mundial, resulta curioso que la mayoría de los chicos de Chicago ocuparan puestos de todo pelaje en ambas instituciones, entrenados para ver las catástrofes económicas no como un problema a resolver sino como una preciosa oportunidad para abrir nuevas fronteras al libre mercado. Es decir, (y volvemos a ello) las crisis son la nueva guía de las dos más poderosas instituciones financieras, y si no las hay, habrá que inventarlas.

Keynes se revolvería en su tumba si viera lo que ha ocurrido en el seno de sus instituciones”, comentó Joseph Stiglitz, ex director del Banco Mundial, y uno de los pocos que se resistían a la nueva ortodoxia con la premisa “¿Quieres salvar tu país? Vende todo lo que tiene”.

Cuando privatización y políticas de mercado libre van en un solo paquete junto a las ayudas financieras, los países tienen pocas opciones, aparte de aceptar el paquete completo.

En 1999, entre los alumnos internacionales de la Escuela de Chicago se incluían más de 25 ministros de gobierno y más de una docena de presidentes de Bancos Centrales, desde Israel a Costa Rica. Demasiada influencia para un simple departamento universitario.

Una vez perfeccionada la táctica, las oportunidades parecían multiplicarse: El choque Volcker fue seguido por la crisis de Tequila mexicana en 1994, la crisis asiática en 1997, y el colapso de Rusia en 1998, seguida por otra en Brazil justo después.

Antes de la caída del muro de Berlín, en septiembre de 1981, un grupo de trabajadores, cansados de vivir en una Polonia que idealizaba a la clase trabajadora pero abusaba de ella, formó una agrupación de miembros que denunciaron la corrupción y brutalidad de los funcionarios del partido comunista que en lugar de proteger al pueblo polaco, alimentaba las hambrientas fauces de lejanos burócratas de Moscú.

Nació Solidaridad, con Lech Walesa como líder.

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