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Las Criadas, de Genet, clarificadas por Facal - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Cualquiera puede ser una criada de las de Genet, pero en los tiempos que corren, lo preocupante, es que cualquiera ha podido ser la “señora”, y muchos de los que hoy campan por sus respetos, han podido ser el corrupto “señor” que se percibe en las referencias. No es que me preocupe especialmente la posición sino las consecuencias de aquella, así como la ignorancia y la indiferencia de estar en uno u otro lugar. Las criadas que Genet nos muestra se dividen entre la crueldad y la lucha por su lugar en el mundo. Crueldad hacia quienes con “buenas formas” sitúan a las criadas en un lugar inferior donde, fruto de una supuesta caridad, deben permanecer fieles en un equilibrio entre las bondades y los castigos que reciben. Y una lucha por ser personas con derechos en el entorno de un mundo que está a punto de cambiar, para realizar una transición hacia otros parámetros sociales, que en nuestro país habían sido truncados unos años antes, pero que en el resto de Europa parecían aproximarse: estamos al filo de la mitad del siglo XX. Esta adaptación y puesta en escena que dirige Darío Facal, transfiere esa dicotomía a la personalidad de Clara y Solange, las dos criadas y hermanas, que se confabulan para matar a la señora que las ha acogido desde niñas porque no tienen familia. Aquí, las criadas ensayan igualmente el crimen a cometer, pero finalmente asumen los personajes para dar un vuelco a la historia, en la que una acusada doble personalidad en Solange y un servil sometimiento de Clara, harán que el final dé un vuelco sobre el texto original, dando por cumplida de alguna manera la venganza que planean, pero, como dice el director en su declaración de intenciones, evitando lo que en el texto de Genet se convierte en “una liturgia redentora para una burguesía bien intencionada que quiere sentirse del lado del oprimido cada vez que va a un teatro”. Así se mantiene la culpabilidad en el punto original de la obra, en tanto que no exime a las criadas de culpa, pero mientras que mantiene el toque de locura de su acción, no deja de justificar las causas que conducen al drama.

Las Criadas, de Genet, clarificadas por Facal

Una interesante puesta en escena a partir del genial escritor

Las Criadas
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Las Criadas

Verónica Perona en el papel de señora de la casa atormentada por el encarcelamiento del marido.
Foto: Julio Castro.

Las Criadas
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Las Criadas

Iris Arisa abraza a Ana Morgade en su desesperación.
Foto: Julio Castro.

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DATOS RELACIONADOS

Autor: Jean Genet
Dirección: Darío Facal
Intérpretes: Ana Morgade, Iris Arisa, Verónica Perona
Ayte. Dirección: Javier López Patiño
Escenografía: Thomas Schulz
Vestuario: Prima Lejana
Dirección de Producción: Elena Martínez
Diseño de iluminación: Thomas Schulz
Espacio Sonoro: Thea Norsola
Vídeo y fotografía: Eurico de la Peña
Cartel: Eurico de la Peña
Realización Técnica: Metatarso Producciones

Julio Castro – La República Cultural

Cualquiera puede ser una criada de las de Genet, pero en los tiempos que corren, lo preocupante, es que cualquiera ha podido ser la “señora”, y muchos de los que hoy campan por sus respetos, han podido ser el corrupto “señor” que se percibe en las referencias. No es que me preocupe especialmente la posición sino las consecuencias de aquella, así como la ignorancia y la indiferencia de estar en uno u otro lugar.

Las criadas que Genet nos muestra se dividen entre la crueldad y la lucha por su lugar en el mundo. Crueldad hacia quienes con “buenas formas” sitúan a las criadas en un lugar inferior donde, fruto de una supuesta caridad, deben permanecer fieles en un equilibrio entre las bondades y los castigos que reciben. Y una lucha por ser personas con derechos en el entorno de un mundo que está a punto de cambiar, para realizar una transición hacia otros parámetros sociales, que en nuestro país habían sido truncados unos años antes, pero que en el resto de Europa parecían aproximarse: estamos al filo de la mitad del siglo XX.

Esta adaptación y puesta en escena que dirige Darío Facal, transfiere esa dicotomía a la personalidad de Clara y Solange, las dos criadas y hermanas, que se confabulan para matar a la señora que las ha acogido desde niñas porque no tienen familia. Aquí, las criadas ensayan igualmente el crimen a cometer, pero finalmente asumen los personajes para dar un vuelco a la historia, en la que una acusada doble personalidad en Solange y un servil sometimiento de Clara, harán que el final dé un vuelco sobre el texto original, dando por cumplida de alguna manera la venganza que planean, pero, como dice el director en su declaración de intenciones, evitando lo que en el texto de Genet se convierte en “una liturgia redentora para una burguesía bien intencionada que quiere sentirse del lado del oprimido cada vez que va a un teatro”. Así se mantiene la culpabilidad en el punto original de la obra, en tanto que no exime a las criadas de culpa, pero mientras que mantiene el toque de locura de su acción, no deja de justificar las causas que conducen al drama.

La escenografía se construye únicamente en un punto central con una mesa que sugiere un enorme peso, identificable con la tradición burguesa, al igual que las sillas a su entorno y los elementos que encontraremos sobre aquella, desde el gran busto del amo de la mansión hasta el crucifijo de plata. Ana Morgade soporta con facilidad el peso del principal personaje de Solange que, aunque alterna protagonismo con el de Iris Arisa, que da vida a Clara, la otra criada, acaba por guiar ella. Mientras el personaje de Clara tiene especial protagonismo en la primera mitad, tiene una cierta caída en la interpretación hacia el final, quedando débil, en favor del de Ana Morgade. Por su parte, Verónica Perona interpretará a la señora de la casa, que tiene un papel más fugaz, leve y brevemente intenso, que será apartada finalmente para desaparecer permaneciendo en escena, como recuerdo de aquello que ha llevado a sus personajes a cometer los errores que hemos presenciado.

Creo que Darío Facal consigue sus intenciones en cuanto a modificar el punto de mira en la conclusión de la obra, quedando más completo que lo que Genet daba a entender, de forma que se consigue el objetivo del texto con mayor efectividad, siempre y cuando no se quiera hacer una observación perversa del mismo, trasladando la huída final del castigo a un sentimiento de culpa que, realmente, apenas aparece en escena.

Lo que dice Facal sobre la obra y el montaje

Las criadas es la obra más emblemática de Jean Genet. La historia en la que se inspira parte de un hecho real: el asesinato de una dama burguesa llevado a cabo por sus propias criadas, las hermanas Papin. El crimen conmovió al mundo por su brutalidad y aparente falta de motivo; las criadas se autoinculparon, se negaron a ser defendidas y fueron condenadas a treinta años de prisión. Pues bien, Genet parte de este suceso para componer su drama, que fue estrenado en París el 19 de abril de 1947.

En síntesis el argumento nos refiere cómo, ausente la dueña de la casa, Clara y Solange, sus criadas, utilizan los vestidos de la Señora intercambiándose continuamente los papeles. Se sirven mutuamente, se odian, luchan con sus pasiones escondidas, se acusan, se insultan, se censuran, se aman, se comprenden, se encubren, en un clima siempre de tensión y de rivalidad. Acaban tramando la muerte de la Señora y preparan un veneno para cuando ésta llegue. Finalmente por pura casualidad la señora no lo toma. Pero Clara, dispuesta a encarnar a la Señora hasta las últimas consecuencias, acaba por beberse la taza de tila a sabiendas de que al hacerlo va a morir. Esto ocurre en los últimos compases de la obra mientras Solange se debate entre la sorpresa y la admiración, entre la incredulidad y un miedo inefable.

Al comienzo de la obra el espectador ignora que Clara es una criada que juega a diario con su hermana Solange a un ritual que denominarán mis adelante «la ceremonia». El primer golpe de efecto se da, pues, cuando se descubre que Clara usurpa el lugar de su dueña. Al anunciarse la llegada de ésta a la casa se desvela que Clara debe volver a su papel real de camarera sometida.

Toda la acción acontece en la habitación de la Señora, y el indicativo de Genet se ampara en los muebles Luis XV para marcar el tono. Se trata, por consiguiente, de un ritual, de una ceremonia en a que se interrelacionan permanentemente dos planos: el de la realidad y el deseo; el de los poderosos y el de los oprimidos. Se trata de una liturgia con vestidos precisos y palabras que cumplen su valor casi mistérico. Hermoso texto, lenguaje de altos vuelos, sin duda, el de esta pieza a través de la cual asistimos a los entresijos y contradicciones de tres almas de mujer. Los diálogos tienen el gran poder de sugestión que adquiere en ellos las imágenes oníricas, los atrevimientos expresivos. Este valor ya implícito en el arte escénico de Genet es un componente que añade belleza al espectáculo, que aumentaba de registro con la tensión y la agresividad de esa acción contenida, densa, a punto de estallar. Hasta en los pretendidos y frecuentes feísmos léxicos aporta Genet su toque lírico y magnificador.

Los personajes son símbolos y la trama una parábola, una inquietante parábola de la humillación de quienes sirven, de cuantos se ven obligados a servir y a tragarse sus sueños; a servir a una Señora, a servir a un sistema opresor, de valores opresores. Claro que el rescoldo existencial aviva el malditismo de sus heroínas que acaban entendiendo la vida como pasión inútil, mientras van deslizándose hacia el abismo, hacia los brazos perfumados del diablo. Y todo ello para mostrarnos el lado oculto de la moral al uso, el lado rastrero de las convenciones establecidas.

Las criadas es una obra que explora sin concesiones la dialéctica de la opresión y que explora sin ambigüedades el odio de clase que conduce inexorablemente hacia un crimen difícil de comprender, un crimen totalmente ilegítimo desde el punto de vista de las relaciones burguesas.

El montaje

Nuestro montaje pretende renovar un texto que siempre ha sido llevado a los escenarios desde una estética expresionista y desde una lectura complaciente que se contenta con hacer una crítica de la burguesía ridiculizando y parodiando a la Señora, presentándola como un personaje despótico. No obstante está visión de la burguesía, si bien pudiera ser una crítica directa, debilita el texto en su mensaje más perturbador. La visión de una señora amable y afectuosa con sus criadas, pondrá el acento sobre el odio de clase, de forma que el asesinato no sea nunca metáfora de una revolución legítima, sino la terrible consecuencia de unas estructuras de dominación que garantizan nuestro status. Es por ello que el público debe identificarse con la señora y sin por ello víctima de las criadas y no al contrario. El texto de Genet no debería ser una liturgia redentora para una burguesía bien intencionada que quiere sentirse del lado del oprimido cada vez que va a un teatro.

Es por ello que nuestra puesta en escena combinará un cierto barroquismo burgués con la distorsión mediática propia de nuestra época. Situaciones distorsionadas para recrear un crimen imposible de reconstruir. La puesta en escena estará planteada como una exploración de los rituales contemporáneos y de sus posibilidades de puesta en escena. Una ceremonia macabra cargada de significado litúrgico.

De esta forma pretendemos poner en escena el texto más representativo de Jean Genet para conmemorar el centenario de su nacimiento.

Jean Genet (1910-1986)

Nacido en París el 19 de diciembre de 1910. De padre desconocido, su madre (una joven prostituta) lo entregó a la asistencia pública a la edad de un año, permaneciendo allá hasta los ocho. De los ocho a los diez vivió con un carpintero de Morvan y su familia, a los que hizo víctimas de sus primeros robos, pese a que (según la biografía de Edmund White) siempre se habían preocupado por él y le tenían mucho cariño. Durante su periodo escolar fue un alumno aventajado, obteniendo las más altas calificaciones. Sin embargo, esta época de su vida está plagad a de intentos de fuga y hurtos menores. A la edad de diez años, Genet se convirtió en un auténtico ladrón, pasó su adolescencia en prisiones juveniles (como las de Mettray, Fresnes, Tourelles, y Santé) y más tarde acabó prostituyéndose. Edmund White sugiere que los sórdidos y escabrosos detalles acerca de su infancia y adolescencia, pudieran haber sido exagerados por el mismo Genet para encajar en su ideal de marginado. A partir de entonces comenzó a escribir. Sobre su vida de presidiario escribió en 1946 Miracle de la Rose/El milagro de la rosa (Paris: Gallimard, 1951), vida de presidiario que finalizó a los 18 años, cuando se alistó en el ejército.

Su vida militar acabó de forma súbita tras ser declarado culpable de realizar actos impúdicos (fue atrapado en actitud homosexual) con un compañero. A partir de ese momento prosiguen sus andanzas como vagabundo, ladrón y chapero por toda Europa. Sobre estas andanzas personales escribe en Journal du voleur/Diario del ladrón (Paris: Gallimard, 1949). En 1937 regresa a París, dónde entra y sale de la cárcel en numerosas ocasiones acusado de robo, mendicidad, falsificación de documentos, y conducta impúdica y obscena. Una vez más en prisión escribe el poema Le condamné à mort (1942) cuya edición costea de su propio bolsillo, y en 1944 la novela Notre Dame des Fleurs/Santa María de las Flores (Lyon: Barbezat-L’Arbalète, 1948). Tras diez condenas consecutivas, sobre Genet pendía la amenaza de la cadena perpetua. Fue gracias a Jean-Paul Sartre, Jean Cocteau (quien utilizó su influencia para la publicación de Notre Dame des Fleurs), Pablo Picasso y otros personajes de la vida artística e intelectual francesa que pidieron el indulto personalmente al presidente de la república y su condena fue finalmente revocada en 1948. Genet nunca volvería a ser encarcelado.

En 1949 ya había publicado cinco novelas, tres obras teatrales y varios poemas. En ellas retrataba de forma totalmente explícita y provocadora tanto el crimen como la homosexualidad, motivo por el que su obra fue, no solo censurada, sino prohibida en muchos países. Por otro lado, debido a la devastadora depresión que para Genet supuso su propio análisis en el largo ensayo de Sartre Saint Genet comédien et martyr (1952) dejó de escribir durante años. En 1961 había escrito nuevas piezas teatrales así como el ensayo Ce qui est resté d’un rembrandt déchiré en petits carrés, analizado por el filósofo deconstructivista Jacques Derrida en su obra Glas.

Su vida amorosa durante este intervalo de tiempo estuvo estrechamente ligada a Abdallah, un funambulista que acabó con su propia vida en 1964. Tras este suceso, Genet también intentó suicidarse.

A finales de los años 60 se acentuó su compromiso político, especialmente después de los eventos de Mayo del 68 (incluso homenajeó a Daniel Cohn-Bendit, líder de los estudiantes revolucionarios). Declarando que si bien se trataba de una revolución imposible, lo importante era que “la ideología del Mayo Francés es una mezcla de exaltación de la juventud y de rechazo a la autoridad y a la jerarquía”. Participó en manifestaciones para llamar la atención sobre las penosas condiciones de vida de los inmigrantes en Francia. Sus convicciones políticas le llevaron también a apoyar a los Panteras Negras, que le invitaron a los EE. UU. donde vivió durante tres meses en 1970 dando charlas, asistiendo al juicio de Huey Newton (su líder), y escribiendo artículos para sus periódicos. También en 1970 tuvo acceso a los campos de refugiados en los Territorios Palestinos, entrevistándose secretamente con Yasir Arafat. Profundamente influenciado por estas experiencias escribió su última, póstuma y larga novela Un Captif Amoureux/Un cautivo enamorado (Gallimard;1986 que tradujeron al castellano, para Editorial Debate, María Teresa Gallego Urrutia y María Isabel Reverte Cejudo en 1988) En ella Genet recoge textos elaborados durante su estancia en Jordania y Líbano al lado de los fedayín. También apoyó el grupo de información para presidiarios con Angela Davis, George Jackson, Michel Foucault y Daniel Defert. Trabajo con Foucault y con Sartre en sus protestas contra la brutalidad policial contra los argelinos en París, brutalidad permanente desde la guerra de la independencia de Argelia, que provocaba la aparición de cuerpos apaleados y torturados flotando en el Sena.

En 1982 Jean Genet, que se encontraba en Beirut, fue uno de los primeros europeos en entrar en el campo de refugiados palestinos de Sabra y Chatila donde tan sólo horas antes los falangistas (kataeb) libaneses acababan de asesinar a cientos de sus habitantes. El resultado de esta visita es su texto Quatre heures à Chatila/4 horas en Chatila publicado censurado en la Revue d´Etudes palestiniennes en su número de enero de 1983; hay disponible una traducción en castellano de la versión oficial en CSCA. El 19 de diciembre de 1983, en una de sus escasas apariciones públicas, leyó fragmentos de su obra en la inauguración de una exhibición sobre la masacre de Sabra y Chatila organizada por la International Progress Organization en Viena, Austria. Había sido invitado por el filósofo Hans Köchler.

En 1984 la Academia Francesa le concedió el Premio Nacional de Literatura.

Poco tiempo después Genet desarrolló un cáncer de garganta. Fue hallado muerto el 15 de abril de 1986, muerte probablemente causada por un traumatismo craneal tras una caída fatal. Casi olvidado, fue enterrado en el cementerio español de Larache, Marruecos.

Desde 1940 a 1946, escribe sus primeras obras en las cárceles de Fresnes, de Tourelles, y de la Santé. Su primera novela, considerada la mejor de sus obras, fue Santa María de las Flores (1944), que narra un viaje por el inframundo del hampa parisina. Dos años más tarde, en El milagro de la rosa (1946), escribe sobre su vida en la prisión y el reencuentro con antiguos amantes juveniles del reformatorio. Sin embargo, en 1947, su prosa toma un giro inesperado con la novela Pompas Fúnebres, redactada con un lenguaje más hermético y experimental que las anteriores. En esta, su tercera novela, Genet recuerda los combates en París, en los últimos momentos de la Ocupación nazi. Y lo hace a través de uno de sus antiguos amantes, miembro de la Resistencia. No obstante, la trama es un mero armazón narrativo para desarrollar un ejercicio demoledor de estilo literario y provocación moral. Una provocación que aún se hará más evidente en su siguiente novela: Querelle de Brest (1947). Sin duda, su obra más conocida y celebrada, siempre al borde del abismo, con un estilo duro e impactante, que narra la redención de un asesino a través del envilecimiento. Una visión muy distinta al santo delincuente, al vagabundo eterno que protagoniza en su obra autobiográfica Diario del ladrón (1949), donde rememora sus propias andanzas como trotamundos, carterista y prostituto en los años treinta. En un viaje al lado más sórdido del Barrio Chino de Barcelona, en los años anteriores a la Guerra Civil.

Fecha: el Domingo 1ro de mayo de 2011

Horario: a las 21:30h

Lugar: Sala Mirador - c/ Doctor Fourquet, 31 -Lavapiés- (Madrid)

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Fecha: el Domingo 1ro de mayo de 2011

Horario: a las 19:00h

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Fecha: el Sábado 30 de abril de 2011

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Fecha: el Viernes 29 de abril de 2011

Horario: a las 20:00h

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Fecha: el Domingo 24 de abril de 2011

Horario: a las 21:30h

Lugar: Sala Mirador - c/ Doctor Fourquet, 31 -Lavapiés- (Madrid)

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Fecha: el Domingo 24 de abril de 2011

Horario: a las 19:00h

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Fecha: el Sábado 23 de abril de 2011

Horario: a las 20:00h

Lugar: Sala Mirador - c/ Doctor Fourquet, 31 -Lavapiés- (Madrid)

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Tfno.: 91 539 57 67
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Fecha: el Viernes 22 de abril de 2011

Horario: a las 20:00h

Lugar: Sala Mirador - c/ Doctor Fourquet, 31 -Lavapiés- (Madrid)

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Fecha: el Jueves 21 de abril de 2011

Horario: a las 20:00h

Lugar: Sala Mirador - c/ Doctor Fourquet, 31 -Lavapiés- (Madrid)

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