Blanca Vázquez - La República Cultural
Jack Black es un animal cómico que gusta. Pero también gusta en la cara dramática del cine, su valor como actor ha sido demostrado. Pronto dejó ver su lado exitoso en el año 2000 con “Alta fidelidad”, y a partir de ahí no paró, especializándose en la comedia y en poner su voz a personajes animados. Se puede decir que está haciendo sombra a Jim Carrey en el mundo de la comedia, incluyendo en su curriculum la revisión de mitos cinematográficos ("King Kong") o literarios, como el caso de la cinta que nos ocupa, Los viajes de Gulliver, aunque si la primera se tomó en serio, la segunda se la tomó como un baile de disfraces al hacer de la obra de Jonathan Swift un engendro contemporáneo que solo da pie a intentar ocultar el clasicismo de estas aventureras obras eternas.
Estrenada en DVD y Blu-Ray, Black, quien es también productor, se pone a la órdenes de un director novato, Bob Letterman, proveniente del mundo de la animación.
Mezclar la vida contemporánea en una gran ciudad, en este caso New York, con los viajes fantásticos, (no podía ser otro lugar que el triángulo de las Bermudas) y el intento de contar una historia decimonónica con un lenguaje actual para no espantar a los jóvenes, así como la presencia carismática del siempre resultón Black, más unos decorados de arquitectura inglesa muy palaciega, la inclusión de un robot a lo Transformer, números musicales y de baile, romance al más puro estilo pueril, todo engullido con efectos visuales medidos al milímetro para hacer creíbles las distancias de tamaño, tanto de la gigantesca estatura de Gulliver versus liliputienses, como su pequeña estatura posterior cuando es encerrado en una casa de muñecas en otra isla misteriosa.
El problema reside en la falta de coherencia a la hora de afrontar el mèlange de toda esta papilla. Puestos a hacer risas, mejor hubiera sido centrarse en el humor como único anclaje, puesto que la marca Jack Black suele funcionar. De echo es lo único que funciona aquí, porque el resto del metraje se ve descompensado por fallos en las interacciones entre el tamaño de Lemuel Gulliver y los habitantes del reinado de Lilliput y su entorno, además de desequilibrios argumentales.
En todo caso se le pueden rascar momentos divertidos, un comienzo esplendido, los efectos visuales de ciertas escenas con la cámara especial DualMoCo, o el trabajo sorprendente de ciertos detalles, como la cafetera, o la casa de la playa de los sueños de Lemuel. El problema es que le falta emoción al conjunto de la película, aunque los peques no pondrán muchas pegas a la mirada juguetona y risueña de Black.