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¿Democracia por la fuerza en la Tahrir madrileña? - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Ahora resulta que pedir democracia es censurable. Aquí. Es decir, que si se pide en países árabes es de obligado cumplimiento, pero si la gente, especialmente los jóvenes, salen a la calle a exigir lo que cualquier pueblo tiene el deber de exigir y de conseguir, se les trata de anular, se les ridiculiza o se les criminaliza. Pues creo que nada de esto han conseguido, porque por la fuerza no se acalla la voz que exige libertad. Ayer lunes por la tarde volví a la Puerta del Sol, porque sabía que un grupo de gente había acampado allí y estaba organizándose para resistir en sus exigencias y servir de faro que llamase a otra gente a rebelarse frente al poder imperante. Ya en el rato que estuve allí, dos matoncillos del metro trataban de arrancar una pancarta que habían pegado con celo a la cúpula de vidrio de la estación, enfrentándose en un papel absurdo a decenas de personas congregadas allí: uno de sus jefecillos les dio la orden de retirarse, pero al final tuvo que llevárselos por la fuerza. Demostración inútil de fuerza y provocación absurda, porque nadie buscaba gresca en el grupo concentrado. Realmente, cuando me fui marché convencido de que no harían nada hasta el sábado, día en que con la excusa de la “reflexión” para el nuevo pucherazo ibérico, les meterían de palos hasta en el carnet de identidad. Pero no, entre los chicos de Gallardón y los chicos de Rubalcaba entraron con premeditación, alevosía y nocturnidad, seguidos de los camiones de la limpieza para echarles por la fuerza. Viva la libertad que tenemos, viva la democracia en que vivimos. Cuando el pueblo pide pan se le llena la boca de hostias.

¿Democracia por la fuerza en la Tahrir madrileña?

Por la calle de Alcalá…

Por la democracia en Sol
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Por la democracia en Sol

Los seguratas del metro salen a crear trifulca.
Foto: Julio Castro.

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Por la democracia en Sol

El campamento de Sol se organiza.
Foto: Julio Castro.

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Julio Castro – La República Cultural

Ahora resulta que pedir democracia es censurable. Aquí. Es decir, que si se pide en países árabes es de obligado cumplimiento, pero si la gente, especialmente los jóvenes, salen a la calle a exigir lo que cualquier pueblo tiene el deber de exigir y de conseguir, se les trata de anular, se les ridiculiza o se les criminaliza. Pues creo que nada de esto han conseguido, porque por la fuerza no se acalla la voz que exige libertad.

Ayer lunes por la tarde volví a la Puerta del Sol, porque sabía que un grupo de gente había acampado allí y estaba organizándose para resistir en sus exigencias y servir de faro que llamase a otra gente a rebelarse frente al poder imperante. Ya en el rato que estuve allí, dos matoncillos del metro trataban de arrancar una pancarta que habían pegado con celo a la cúpula de vidrio de la estación, enfrentándose en un papel absurdo a decenas de personas congregadas allí: uno de sus jefecillos les dio la orden de retirarse, pero al final tuvo que llevárselos por la fuerza. Demostración inútil de fuerza y provocación absurda, porque nadie buscaba gresca en el grupo concentrado.

Realmente, cuando me fui marché convencido de que no harían nada hasta el sábado, día en que con la excusa de la “reflexión” para el nuevo pucherazo ibérico, les meterían de palos hasta en el carnet de identidad. Pero no, entre los chicos de Gallardón y los chicos de Rubalcaba entraron con premeditación, alevosía y nocturnidad, seguidos de los camiones de la limpieza para echarles por la fuerza. Viva la libertad que tenemos, viva la democracia en que vivimos. Cuando el pueblo pide pan se le llena la boca de hostias.

Alguno y alguna vendrán a contarnos que los jóvenes no tienen ni idea de lo que les ha costado conseguir lo que tienen, todo de lo que disfrutan… ellos, quienes lo tienen, quienes se lo han apropiado. Para esta gentuza eso se llama democracia, libertad, igualdad… de fraternidad ni hablemos, claro.

Ayer por la tarde, mientras en un extremo de la plaza estaba el campamento de quienes reclaman democracia, en el otro se desarrollaba una parodia más de la farsa: protegido (innecesariamente) por furgones policiales, un muchachito pepero con su lengua de trapo electoral, trataba de decirnos lo malos que son (los otros partidos) y lo buenos que son (ellos mismos). Cerca de una docena de asombrad@s ciudadan@s le oían. No podría decir que le escuchaban. Más tarde paso con un grupo de amigos por la cercana plaza de Callao, allí otro similar, de UPD prerepepérepé (los de Rosa Díez, como dice la gente para entenderse cuando no se puede hablar de ideologías: los de Zapatero, los de Rajoy… dime niño de quién eres). La situación es similar: qué malos son los demás, vótame que te salvaré. Y yo que no quiero que me salven, que ya abjuré ante el mundo de sucias creencias religiosas. Y es que aquí, o nos salvamos tod@s o nos vamos de cabeza al foso.

Se han creado dos mundos paralelos hace mucho tiempo. Tenemos por un lado el de los políticos de campañas electorales (“mantenme en mi puesto de trabajo a tu costa y te prometo que todo seguirá la misma línea”) y por otro el del pueblo (“dime dónde tengo que meter el papelito para que me dejes en paz”). Hasta que el pueblo se cansa y dice: ya no me puteas más, que si me llamas tonto, al menos deberías darme pan. Y entonces comienzan los palos.

Y a modo de colofón y a la espera de que empiecen los enfrentamientos:

Hace alrededor de un año se creaba un conflicto grave: era la primera vez en la historia que en nuestro país se bajaban los salarios a los empleados públicos, y para justificarlo se hacía volcar al resto de la población su odio contra quienes han visto siempre limitados sus derechos, que no las obligaciones. El siguiente paso es despedirlos, pero mucha gente volverá a caer en la trampa. Nadie se da cuenta de que esto preconiza la quiebra del Estado, la insolvencia de unas Administraciones públicas que no llegan ni a proteger a sus propios empleados y, mucho menos, al resto de la población: pan y circo. Recuerden esto tod@s los emplead@s públicos también, cuando les quieran agachar la cabeza. Recuérdenlo los cuerpos de seguridad del Estado que, cuando pegan a la gente, cuando la desprecian en la calle, están pegándose a sí mismos, están dando el beneplácito a quienes van a agredirles a ellos y a sus familias.

La obligación del empleado público es la de estar a disposición del pueblo, no la de defender a quien gobierna y tiene el poder: es un principio básico de lo público, el de no trabajar para alguien concreto. La banca y el poder no están ajustando el Estado, están ajustando sus bolsillos vaciando los nuestros.

Dice Esperanza Aguirre que “los antisistema deben presentarse a las elecciones” ¿ha entendido lo que significa estar en contra del sistema? No, claro. Para Pepiño Blanco está claro que quienes protestan deben estar con ellos… creo que sólo está claro para él. Según Ángel Pérez, los manifestantes del otro día tienen que votarle: otro que no se ha enterado de nada ¿Han perdido la cabeza o son así? No sé, eso sí que no es asunto mío.

Me dicen que esta tarde Madrid debe estar en la Puerta del Sol. Yo digo que esta tarde debemos estar en la calle y pensar en la Plaza Tahrir, porque nuestra democracia se ha esfumado: era tan volátil como el dinero.

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