Blanca Vázquez - La República Cultural
Esto de explotar franquicias como si estuviéramos haciendo morcillas de Salamanca cada vez cuela menos en el cine. Ya ni siquiera la comuna familiar aguanta tanta estulticia. Después de Los padres de ella, que algo de gracia tuvo por esa idea catastrófica de hacer frente a los suegros, y Los padres de él, que no llamó tanto la atención, le llega el turno al joven matrimonio, convertidos, ahora, en laboriosos padres rectos y responsables. El realizador Paul Weitz, especialista en mediocridades, desde American Pie (1999), a El circo de los extraños (2009), es esta vez (en lugar de Jay Roach) el responsable de Ahora los padres son ellos, cuyo título en inglés Little Fockers, es más guasón. Se ha pasado de la nominación al Globo de Oro como actor de comedia para De Niro en la primera entrega, al Premio Razzie a la peor actriz, Jessica Alba en esta tercera (y esperemos) última entrega.
Diez años intentando hacer las mismas monerías de un clan familiar, reproduciendo constantemente las mismas situaciones sin pelar la pava no da más de sí, y lo que produce es un enorme aburrimiento y hastío. Todo, le falta todo a este trabajo que hace un flaco favor tanto a Robert de Niro como a Ben Stiller en una carrera en descenso hacia el vacío.
Los niños de los Fockers van creciendo y ahora es el turno de convertirse en el Padrino de la saga a un Stiller un tanto desorientado por una visitadora médica que está terriblemente interpretado por la Alba. Una mediocridad en toda regla.
Por su parte Howl (Aullido) de los realizadores Rob Epstein y Jeffrey Friedman se presenta como una cinta de carácter independiente y experimental en el terreno del biopic. El tema, ya tratado en esta revista, es el de la beat gereration o los beatniks pero enfocado en la vida y sobre todo la obra de uno de sus iconos, el poeta Allen Ginsberg y su rompedora obra Aullido. Epstein y Friedman bifurcan el metraje en cuatro caminos que convergen rítmicamente: las primeras lecturas, rodado en blanco y negro, de su obra por parte de un joven Ginsberg en la Six Gallery, altar de los beats; el juicio posterior sobre si se podía considerar a Aullido literatura o simple provocación obscena; la lectura al espectador de versos varios de la obra, acompañados de diseños animados del pintor y dibujante Eric Drooker; y finalmente una entrevista que mantiene el poeta con un periodista al que nunca enfoca la cámara hablando de su vida. Cuatro maneras de intentar comprender, algo nada fácil, la obra de este representante (junto a Kerouac o Cassady) de un movimiento librepensador que supuso una rotura con el stablisment de una época tan mojigata.
Sin embargo es bueno apuntar que la energía del film se concentra en la primera media hora, dejando el resto del tiempo un cansino lastre, que no consigue otra cosa que repetirse continuamente.
James Franco trabaja una performance impresionante. La aparición del machoMadMen Jon Hamm, David Strathairn, Mary-Louise Parker y Jeff Daniels dan cierta solidez al experimento.