Alberto García-Teresa
Resolver la distancia que separa al público de la escena ha sido una de las principales preocupaciones de las tendencias renovadoras del teatro de las últimas décadas. Intervenir en ello sin descuidar ninguno de los otros aspectos de la obra, tratando de mantener unida coherentemente la historia y sin rebajar la tensión dramática, supone una tarea complicada, pero que aporta magníficos resultados cuando se solventa satisfactoriamente.
Este es el caso de Los vivos y los m(íos), una obra que se representa en La Bagatela utilizando por completo todo el espacio del edificio, y en la que el público (formado por un número reducido de personas, en torno a la veintena en cada función) va acompañando a los actores, sumergiéndose irremediablemente en el drama, que se desarrolla a un metro de su cuerpo.
La disposición del espacio entonces provoca que, aunque los actores no entren a interactuar directamente con el público, al permitirle moverse dentro de la escena, dentro de la acción, obligándole a desplazarse de una sala a otra (incluso de una planta a otra), a utilizar elementos del escenario para ubicarse (taburetes en el bar, bancos en la iglesia) o incluso entorpecer el movimiento de los actores en múltiples ocasiones, viva el drama y establezca nuevos parámetros para la construcción del “pacto de ficción” al sentirse literalmente rodeado por ella.
De esta manera, la acción se desarrolla en España hace medio siglo, en un pueblo de provincias. Profundiza en el conflicto de la Guerra Civil de una manera original (la puesta en escena contribuye en buena parte a ello, pues hace posible mostrar distintos planos de realidad) y utiliza brillantemente las vueltas de tuerca, la sorpresa. Además, el texto denota un gran cuidado en la exploración de las potencialidades de sugerencia del lenguaje, y por eso abundan los juegos de palabras y la polisemia.
Así, levanta una historia intensa con pocos personajes, de sólida construcción, en la que hasta los secundarios apuntan relatos particulares tremendamente sugerentes, que aparecen sólo esbozados y que proyectan la historia en múltiples direcciones más allá de lo explícito.
En verdad, es uno de los aspectos más importantes de Los vivos y los m(íos) ese excelente uso de la sugerencia, que se manifiesta igualmente a través de la hábil utilización del espacio extraescénico (algo a priori complicado puesto que no existe la escena como tal; todo es escena).
La obra se desarrolla con buenas interpretaciones y también con un correcto trabajo de iluminación. Por otra parte, esa perspectiva de inmersión condiciona notablemente los decorados, que deben ser extremadamente verosímiles y realistas (ya he indicado que el público no sólo se desplaza dentro y a través de él sino que lo utiliza) y no pueden sortear la falta de volumen. En ese sentido, Los vivos y los m(íos) también sale bien parada. Igualmente en el aspecto del vestuario, que debe situar al público en los años sesenta.
Así, por tanto, Los vivos y los m(íos) presenta, sobre un texto notable, un excelente trabajo de dirección y dramaturgia, que consigue, a través de una acertada y original utilización del espacio, la cual revienta radicalmente pero sin violencia las barreras entre escenario y público, una zambullida en una historia vibrante, sugestiva y que, en última instancia, reflexiona sobre el odio, el perdón y la convivencia y relaciones de poder en los pequeños espacios.
Sinopsis
La historia, así con minúsculas, no es una sucesión de grandes hazañas perpetradas por grandes hombres en nombre de grandes ideas. La historia, nuestra historia, es más bien una crónica de pequeños sucesos cometidos por anónimos vecinos en perdidos pueblos de provincia. Nuestra historia viaja en viejas maletas usadas, cruza fronteras en asientos de segunda, se pierde por provincias de tercera, nace en cualquier lugar y muere aquí y ahora.
Proponemos un viaje íntimo al corazón de nuestro pueblo, un encuentro mágico con nosotras mismas y con las otras, un desencuentro con el pasado y con el presente, proponemos un viaje desde aquí y antes a allí y ahora, proponemos un viaje.