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ISSN 2174 - 4092

Rubén Blades y la «salsa dura» - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Media hora antes de lo habitual en la programación de los Veranos de la Villa y con puntualidad de reloj, pues Rubén Blades sabe de sobra que la organización le ha puesto hora de cierre al concierto y no quiere perder el tiempo, salen los músicos. Sobre el escenario la orquesta panameña de Roberto Delgado, doce instrumentinstas experimentados a los que para esta gira se ha unido como artista invitado el mágico trombón de Jimmy Bosch, un artista neoyorquino de la música afrocubana. El micrófono en el centro. De él cuelgan dos maracas unidas por un cuerda que llevan por única decoración la bandera panameña. Abren los músicos el concierto con La rosa de los vientos. Tras las primeras notas aparece Blades vestido de negro de pies a cabeza y abrigado pues la tarde se ha vuelto fría. Zapatillas de suela cóncava para cuidar la espalda, chubasquero negro que le proteja del viento molesto que se ha subido al escenario y un coqueto sombrero. Carga con una mochila de cuero al hombro como quien acaba de llegar de un viaje. La abandona sobre las tablas, bebe miel y coge el micrófono veloz para cantar los primeros versos de la noche: «Cada uno lleva encima la marca de su tiempo / cada uno lleva encima la huella de su sueño / ¿Quién dijo que la risa de tanta alma joven tiene que emigrar? / ¿o que la llamarada de los sueños nobles ya no alumbra más? / ¿quién dijo que nos ganó el olvido? que nos venció el "jamás"? / ¿quién dice que hay caminos imposibles de encontrar? / ¿Quién dice que perdimos, si entre las angustias sigue Panamá? / ¿Quién cree que no hay manera de dar a su historia un mejor final? / Sigamos respirando, también por los demás, / porque la causa es buena, no me canso de tratar». Rubén Blades es un gran artista que ha compuesto e interpretado canciones memorables, símbolos de un tiempo y emblemas de una América con mucho futuro. Su música, esa salsa social, y sus letras, comprometidas con la vida y sus problemas, van de la mano por el mundo convertidas en la banda sonora de una generación fiel que ha crecido con él, que buscaba entender el convulso mundo que les tocó vivir para intentar mejorarlo un poquito. Un público que pide que le cuenten con inteligencia las historias de la gente corriente.

Rubén Blades y la «salsa dura»

El incansable cantante panameño ofreció a su público un concierto que superó las dos horas y media

Rubén Blades en los Veranos de la Villa
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Rubén Blades en los Veranos de la Villa

Rubén Blades en un foto de archivo
Fotografía por cortesía de los Veranos de la Villa

Rubén Blades en los Veranos de la Villa
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Rubén Blades en los Veranos de la Villa

Cartel anunciador de los Veranos de la Villa
Por cortesía de los Veranos de la Villa

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Javi Álvarez - La República Cultural

Media hora antes de lo habitual en la programación de los Veranos de la Villa y con puntualidad de reloj, pues Rubén Blades sabe de sobra que la organización le ha puesto hora de cierre al concierto y no quiere perder el tiempo, salen los músicos. Sobre el escenario la orquesta panameña de Roberto Delgado, doce instrumentinstas experimentados a los que para esta gira se ha unido como artista invitado el mágico trombón de Jimmy Bosch, un artista neoyorquino de la música afrocubana. El micrófono en el centro. De él cuelgan dos maracas unidas por un cuerda que llevan por única decoración la bandera panameña. Abren los músicos el concierto con La rosa de los vientos. Tras las primeras notas aparece Blades vestido de negro de pies a cabeza y abrigado pues la tarde se ha vuelto fría. Zapatillas de suela cóncava para cuidar la espalda, chubasquero negro que le proteja del viento molesto que se ha subido al escenario y un coqueto sombrero. Carga con una mochila de cuero al hombro como quien acaba de llegar de un viaje. La abandona sobre las tablas, bebe miel y coge el micrófono veloz para cantar los primeros versos de la noche: «Cada uno lleva encima la marca de su tiempo / cada uno lleva encima la huella de su sueño / ¿Quién dijo que la risa de tanta alma joven tiene que emigrar? / ¿o que la llamarada de los sueños nobles ya no alumbra más? / ¿quién dijo que nos ganó el olvido? que nos venció el "jamás"? / ¿quién dice que hay caminos imposibles de encontrar? / ¿Quién dice que perdimos, si entre las angustias sigue Panamá? / ¿Quién cree que no hay manera de dar a su historia un mejor final? / Sigamos respirando, también por los demás, / porque la causa es buena, no me canso de tratar».

Rubén Blades es un gran artista que ha compuesto e interpretado canciones memorables, símbolos de un tiempo y emblemas de una América con mucho futuro. Su música, esa salsa social, y sus letras, comprometidas con la vida y sus problemas, van de la mano por el mundo convertidas en la banda sonora de una generación fiel que ha crecido con él, que buscaba entender el convulso mundo que les tocó vivir para intentar mejorarlo un poquito. Un público que pide que le cuenten con inteligencia las historias de la gente corriente.

Tras esta primera canción bromeó con el tiempo que teníamos en Madrid, mucho frío para un panameño, dijo, tanto que le había hecho presentarse vestido como para hacer un concierto de tangos. Contó que con eso de que esta semana iba a ser su cumpleaños, en el hotel le habían dejado un regalo, algo que aún no había tenido tiempo de ver lo que era. Lo llevaba en la mochila, dijo. Mientras se volvió para cogerlo el público le cantó el cumpleaños feliz. Leyó una nota y después extrajo una bolsa de plástico, dentro de ella una toalla y al desenvolverla apareció el trofeo que la selección de fútbol del estado español ganó en Sudáfrica el año pasado. No hay que preocuparse, al terminar el concierto seguro que la devuelve porque reconoció que aquel equipo de fútbol hizo muy felices a muchos en América. Después dejó a Roberto Delgado presentar a cada uno de los músicos para así dedicarse en cuerpo y alma al concierto. Siempre ganando tiempo, pues sabe que pasa volando y que se le quedarán fuera muchas canciones que le gustaría interpretar. Saludó a Diego «el Cigala» entre el público y también lo haría más tarde con un amigo de Panamá con el que su mirada se encontró durante la actuación.

Al «Cigala» le pidió que escuchase la letra de la siguiente canción: Las calles. No esperó más para caldear el ambiente, sonó Decisiones, una canción que estuvo prohibida en Panamá por atentar contra la moral y las buenas costumbres del pueblo panameño, en tiempos de la dictadura. Lo cierto es que él no podía cantarla entonces, pero aún así se oía en los transistores de los panameños a todas horas por cada una de sus calles.

Muy emotiva resultó Plaza Herrera, un tema escrito después de encontrar una foto de cuando era un bebé en aquel lugar. Lo utiliza para recordar su barrio, en el que nació y en el que sigue viviendo en la actualidad. Señaló que «no hay riqueza en este mundo que pueda comprar lo que se vive, lo que se aprende en un barrio de Panamá», insistiendo en que la educación es un proceso que no termina jamás, todos los días se aprende algo. Sin duda el tema educativo es un asunto que le preocupa porque no se puede nunca dejar de estudiar. Él mismo, para el próximo año, tiene pensado matricularse en Columbia para obtener su doctorado en Derecho. Contó que su primer diploma universitario lo había vivido como una reválida familiar, sus padres no pudieron estudiar, y, como muchos de su generación, se habían sacrificado para que sus hijos pudieran tenerlo mucho más fácil en la vida.

Quiso hablar de drogas y recuperó Caína. La noche tenía más sorpresas, con las notas de Plantación adentro apareció en escena Jerry González, trompetista universal, que realizó un magistral duelo enfrentándose al trombón del otro invitado: Jimmy Bosch. La parte de raíces más latinoamericanas llegó con temas como Todos vuelven y María Lionza que le sirvió para alabar las tierras y culturas de Perú y Venezuela. Recordó a Facundo Cabral, un buen cantante y mejor amigo, al que acaban de asesinar.

Casanguero es una canción antigua, pero que hacía por primera vez sobre un escenario. Muchos de los asistentes no habían nacido cuando la grabó, algunos protestaron y Rubén Blades mirando a una jovencita le dijo que «yo tengo ropa más vieja que tú, pero no tan bonita». Tiene tiempo para el público, charlar con gracia con ellos, contar anécdotas, ponerse emotivo si toca y soltar de vez en cuando una de sus perlas: «Hay gente en el mundo tan pobre que solo tiene dinero». Un buen pretexto para hacer los temas Las cuentas del alma y Maestra vida.

Volvió la emoción cuando contó la historia familiar que hay tras Amor y control. También cuando hablo de un trabajo que tuvo en el correo del sello discográfico de Fania y sus estrellas, y de aquel día que uno de los cantantes llegó tarde y le pidieron a él que cantara Juan Pachanga en la grabación del disco. Suena mejor la música cuando te cuentan las historias que van con ellas, cuando uno entiende además lo que significan para el artista. Sonó Buscando Guayaba con toda la fuerza de la salsa de una orquesta potente.

No se olvidó de cantar Ojos de perro azul de aquel disco, Agua de luna, en el que versionó algunos relatos de Gabriel García Márquez. Ni de Pedro Navaja, la canción que siempre tiene que tocar en todos sus conciertos y que sin duda refleja el deseo de las personas de escuchar a los buenos narradores contando historias, por tristes y trágicas que resulten.

Llegó el momento de Patria y El padre Antonio y el monaguillo Andrés, el único bis que la organización le permitió hacer después de más de dos horas y media de concierto y que dedicó a Facundo Cabral «Facundo, matan a la gente, pero no matan a la vida». Después, los técnicos fueron recogiendo el escenario, pero el público no se quería ir, permanecía en pie esperando un imposible. Al final nos marchamos alegres, en familia, tarareando alguna de las canciones escuchadas, la que cada cual prefería.

A modo de pequeño anecdotario: Rubén Blades además de músico, cantante y actor tiene una licenciatura en leyes por la Universidad de Harvard. En el 2004 dejó el mundo del espectáculo para dedicarse a la política. Formó parte del gobierno de Martín Torrijos en Panamá y ocupó el ministerio de Turismo desde 2004 a 2009. Después de aquella experiencia regresó a la música, a un público que seguía esperándole, pues «la salsa inteligente» que él defiende sigue teniendo un espacio común dentro del mapa latinoamericano. Cumple 63 años esta semana, pero ha vuelto con muchos planes, habla de grabar cuatro álbumes con la orquesta de Roberto Delgado, de publicar sus poemas en un libro, de doctorarse en leyes por la universidad neoyorquina de Columbia e incluso de un papel en una película musical.

Rubén Blades es un gran artista que ha compuesto e interpretado canciones memorables, símbolos de un tiempo y emblemas de una América con mucho futuro. Su música, esa salsa social, y sus letras, comprometidas con la vida y sus problemas, van de la mano por el mundo convertidas en la banda sonora de una generación fiel que ha crecido con él, que buscaba entender el convulso mundo que les tocó vivir para intentar mejorarlo un poquito. Un público que pide que le cuenten con inteligencia las historias de la gente corriente. "> Fecha:

del Martes 12 de julio de 2011 al Miércoles 13 de julio de 2011 Horario: de21:30h a 00:00h

Lugar: Escenario Puerta del Ángel - Calle de la Herradura s/n - Madrid

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Rubén Blades es un gran artista que ha compuesto e interpretado canciones memorables, símbolos de un tiempo y emblemas de una América con mucho futuro. Su música, esa salsa social, y sus letras, comprometidas con la vida y sus problemas, van de la mano por el mundo convertidas en la banda sonora de una generación fiel que ha crecido con él, que buscaba entender el convulso mundo que les tocó vivir para intentar mejorarlo un poquito. Un público que pide que le cuenten con inteligencia las historias de la gente corriente. "> Fecha:

del Martes 12 de julio de 2011 al Miércoles 13 de julio de 2011 Horario: de21:30h a 00:00h

Lugar: Escenario Puerta del Ángel - Calle de la Herradura s/n - Madrid

DATOS RELACIONADOS

Rubén Blades (voz principal y maracas)
 
Orquesta panameña de Roberto Delgado:
Wichy López Moya (trompeta)
«Chichisin» Castillo (trompeta)
Francisco Delvecchio (trombón)
Idigora Bethancourt (trombón)
Avenicio Nunez (trombón)
Carlos Pérez-Bido (timbales y coros)
Raul «Toto» Rivera (bongó y campana)
Marcos Barraza (congas y coros)
Ademir Berrocal (batería y coros)
«El Mopri» Berna (piano)
Enrique Becerra (teclados)
Roberto Delgado (director, bajo y coros)
 
Artistas invitados
Jimmy Bosch (trombón)
Jerry González (trompeta)
 
Para más información:
Veranos de la Villa
Rubén Blades

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