Julio Castro – La República Cultural
Si la primera fue una noche de fría luna, la segunda fue de luna cálida y, por fin, la tercera fue luna llena. Estamos en la vigésima temporada del Festival Pirineos Sur, donde todos los elementos parecen haberse decidido a pasar por los escenarios oscenses del embalse de Lanuza y Sallent de Gállego. Pero la noche del sábado fue realmente impresionante, porque no había visto un lleno así desde hace varios años (creo que la última vez fue con los Asian Dub Fundation, y eso ocurría en el anterior emplazamiento, que contaba con menos espacio). Pero este sábado de primera semana, entre Depedro y Andrés Calamaro, se consiguió el lleno, rebosando gente por la parte superior del graderío, donde el público se afanaba en subirse a los asientos de hormigón para ver mejor sin dejar de bailar y corear canciones.
Es cierto que el primero de los grupos, con Jairo Zavala, guitarra y voz, al frente de la formación, cuenta con menos seguidores acérrimos que el segundo, pero durante su actuación es normal ver a alguna sensual joven contorsionándose al son de su música como si aquello fuera un orgásmico concierto que le agita todo el cuerpo. Y mientras paso de vuelta tras sacar algunas fotos del escenario, sin detenerse en su danza me mira fijamente y me sonríe ampliamente. Vaya, estoy trabajando, me río. Más adelante, parejas que además de corear al cantante, repiten cada uno de sus movimientos, incluso con las manos…
Arranca Depedro en solitario con La brisa, más adelante, hará una gran versión de la Llorona, y va pasando un poco por un amplio repertorio de lo nuevo y de lo menos nuevo. Cuenta Jairo con una buena banda, pero lo más importante es que el sonido es el más limpio que he escuchado este año en el festival, y a eso contribuye el buen trabajo en las pruebas, pero también el que las composiciones y su voz sean de una gran calidad en origen.
No tiene problemas en pasar por distintos estilos en sus temas, ni en meter algo más de energía en algunos de ellos, con mayor o menor acierto (que no todo va a ser perfecto), pero disipa todas las reticencias que pudiera traer hacia su actuación, respecto a la elaboración de estudio en su trabajo. Por desgracia, los primeros en actuar en el festival tienen que ajustarse al tiempo establecido de una manera muy estricta, y nos quedamos sin escuchar un par de temas, como ese dedicado a Víctor Jara, que estaba previsto para el final. Otra vez será.
Y un mundo diferente aguarda a la vuelta del descanso, cuando irrumpe Andrés Calamaro en el panorama pirenaico, porque es cierto que era el más esperado de la noche para esos casi cinco mil espectadores que se agolpan ya en la parte baja del complejo. Las escaleras de abajo, que las personas de seguridad se empeñaban en dejar despejadas, son ocupadas por una masa de gente que lo llena todo, cuando el argentino arranca con Alta suciedad, de manera que, para quienes queremos tomar distintas perspectivas del concierto, no nos queda otra que pelar por hacer hueco y llegar a la parte frontal, para luego irnos desplazando. Es como luchar contra la marea mientras Calamaro engancha uno tras otro los temas musicales. Lo cierto es que hasta el tercero o el cuarto, no se detiene para saludar y presentar a algunos de los componentes de la banda. A cambio cumplirá al minuto con el tiempo, haciendo su repertorio completo. Entre medias introduce a otro Jairo, que no es el cantante de Depedro, sino el barcelonés Jairo Perera, al que suma junto a sus acompañantes para compartir un tema en el escenario.
Tanto le da al argentino meter sus más cañeros temas de rock argentino, que marcarse El día en que me quieras, o que acometer algunas baladas, como Paloma. Lo que el público sabe que es esencial es terminar con Flaca, que nadie deja de corear, todos a una, porque es uno de sus temas más conocidos, que desgastara hace casi dos décadas de distancia, pero que aún suena en las cadenas de radio hoy día.
El argentino no es precisamente ya el chaval que era cuando se abría paso por el mundo con sus temas (apenas cumple ahora medio siglo), pero se encuentra en esa edad en que es capaz de llegar de cerca a la gente con apenas hacer un gesto, y lo ha demostrado en este Pirineos Sur 2011.