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Funny games, la violencia a la vuelta de la esquina - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Una pareja acomodada (Tim Roth y Naomi Watts) se traslada con su hijo pequeño a una suntuosa casa junto a un lago para pasar una temporada de vacaciones. La tranquilidad del lugar y de la familia se ve alterada por la llegada de un par de jóvenes, que no se sabe muy bien de dónde salen, con aspecto de universitarios pijos, vestidos de blanco y con guantes en sus manos, y poseedores de una educación exquisita. El primer roce entre ambos grupos surge por unos huevos que los jóvenes piden a la pareja para poder cocinar; es sólo un malentendido (o eso parece) en la ortodoxia de las más elementales normas de urbanidad. La pulcritud de modales de los jóvenes rápidamente deriva en una violencia insospechada y gratuita: uno de ellos le parte la pierna al marido con un estilizado y caro palo de golf. La pesadilla de la familia (y, por tanto , la nuestra) no ha hecho más que empezar. Llegado este punto, es inevitable recordar esa otra obra maestra, La naranja mecánica de Kubrick, cuando Alex, el protagonista, se cuela con sus drugos en una lujosa mansión y atacan al hombre (un escritor) y violan a su esposa. En Funny Games los extraños (los magníficos y perturbadores actores Michael Pitt y Brady Corbet) se hacen rápidamente con el control de la casa. Las comunicaciones con el exterior están interrumpidas. El primero en morir será el perro, y la casa, ese hogar donde predomina el color blanco, pasa a convertirse en una especie de grotesco y mortal reality show donde los dos intrusos (sabedores de que el público está ávido de emoción) se entregan a juegos pueriles que amenazan la vida de "el patrón" y su familia, y que irán ensuciando poco a poco el blanco interior de la vivienda.

Funny games, la violencia a la vuelta de la esquina

Dos jóvenes alteran el estilo de vida de una familia neoyorquina

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DATOS RELACIONADOS

Título original: Funny Games, 2007
Dirección y guión: Michael Haneke
Intérpretes: Naomi Watts, Tim Roth, Michael Pitt, Brady Corbet, Siobhan Fallon, Boyd Gaines, Devon Gearhart, Robert LuPone, Linda Moran
Fotografía: Darius Khondji
Duración: 111’
País: Estados Unidos
Productora: Coproducción EEUU-GB-Francia

Javier Serrano - laRepúblicaCultural

Una pareja acomodada (Tim Roth y Naomi Watts) se traslada con su hijo pequeño a una suntuosa casa junto a un lago para pasar una temporada de vacaciones. La tranquilidad del lugar y de la familia se ve alterada por la llegada de un par de jóvenes, que no se sabe muy bien de dónde salen, con aspecto de universitarios pijos, vestidos de blanco y con guantes en sus manos, y poseedores de una educación exquisita. El primer roce entre ambos grupos surge por unos huevos que los jóvenes piden a la pareja para poder cocinar; es sólo un malentendido (o eso parece) en la ortodoxia de las más elementales normas de urbanidad. La pulcritud de modales de los jóvenes rápidamente deriva en una violencia insospechada y gratuita: uno de ellos le parte la pierna al marido con un estilizado y caro palo de golf. La pesadilla de la familia (y, por tanto , la nuestra) no ha hecho más que empezar. Llegado este punto, es inevitable recordar esa otra obra maestra, La naranja mecánica de Kubrick, cuando Alex, el protagonista, se cuela con sus drugos en una lujosa mansión y atacan al hombre (un escritor) y violan a su esposa. En Funny Games los extraños (los magníficos y perturbadores actores Michael Pitt y Brady Corbet) se hacen rápidamente con el control de la casa. Las comunicaciones con el exterior están interrumpidas. El primero en morir será el perro, y la casa, ese hogar donde predomina el color blanco, pasa a convertirse en una especie de grotesco y mortal reality show donde los dos intrusos (sabedores de que el público está ávido de emoción) se entregan a juegos pueriles que amenazan la vida de "el patrón" y su familia, y que irán ensuciando poco a poco el blanco interior de la vivienda.

Michael Haneke hace en esta película un remake (copiando casi plano por plano) de su propia obra del mismo titulo de 1997. Busca provocar, indignar al público con una insostenible situación violenta (más violenta si cabe por lo irracional del asunto y porque se da entre personas ilustradas), pero que bien podría darse en una sociedad como la actual. Establecidas las reglas de este juego divertido, el espectador tiene que tomar partido. Uno de los agresores de vez en cuando se vuelve hacia el espectador haciéndole un guiño, o bien preguntándole sobre lo que está viendo, pidiéndole que partícipe, retándolo a que intente imaginar el final. Los planos que rueda la cámara suelen ser planos fijos, estáticos, en especial los que se toman de la casa, esa vivienda lujosa pero inquietante ahora que ha devenido en trampa mortal. Otras veces, la cámara de Haneke se recrea con eternos (y claustrofóbicos) planos secuencia donde los personajes se desenvuelven con diálogos extraordinarios, en ocasiones (y sólo en aparencia) un poco infantiles o sinsentido, pero cargados de dobles lecturas.

En un momento dado, la esposa, a la que los jóvenes previamente han humillado haciéndole quedarse en ropa interior para comprobar si tiene michelines, y tras ver como su hijo ha sido asesinado, consigue escapar. Memorable esa secuencia en que Naomi Watts corre por una calle, desolada y débilmente iluminada, de aspecto onírico, a la búsqueda de alguien que la pueda ayudar, y con la sospecha de que los captores pueden andar cerca. Es sólo una pausa en la pesadilla infernal de Haneke, en esa espiral de violencia a la que nos ha arrojado y de la que desconocemos el origen e ignoramos el final.

No revelaré el desenlace de la cinta, pero conviene recordar que esta no es una americanada y Haneke no es un tipo complaciente.

Pude volver a ver la película anoche, por televisión, en ese canal especializado en cine que se llama La Sexta-Tres, y que no duda en cortar un plano secuencia cargado de dramatismo y tensión (insertando un pase de anuncios tan increíblemente largo que da tiempo para echar un polvo, planear un asesinato o fundar una religión), o en castrar la película, amputando los créditos finales y dejándonos sin saber el elenco. Vaya desde aquí mi más sincera enhorabuena.

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