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The Shock Doctrine V: Irak, se completa el círculo - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

A pesar de las innumerables y concentradas manifestaciones habidas en contra de la guerra de Irak, el ciudadano occidental, trascurridos casi cinco años, ha dejado en el olvido y por imposible esa región. La ha dejado en manos de los diablos. Ni siquiera recuerda ya por qué se dio. Quizá convenga, por tanto, repasar su evolución desde su diseño hasta su desastre total en estos últimos peldaños del magnífico ensayo “La doctrina del choque”, de Naomi Klein.

The Shock Doctrine V: Irak, se completa el círculo

El mundo es un lugar sucio, alguien tiene que limpiarlo. (Condoleezza Rice)

Paul Bremer
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Paul Bremer

Paul Bremer

10.000 iraquíes asesinados…
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10.000 iraquíes asesinados…

La imagen sustituye a las mil palabras de furia.

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DATOS RELACIONADOS

Título: The Shock Doctrine (La doctrina del choque)
Autor: Naomi Klein
Editorial: Allen Lane, Penguin group
Año: 2007
Precio: 17 €

[|QUINTA PARTE

Blanca Vázquez - La República Cultural

A pesar de las innumerables y concentradas manifestaciones habidas en contra de la guerra de Irak, el ciudadano occidental, trascurridos casi cinco años, ha dejado en el olvido y por imposible esa región. La ha dejado en manos de los diablos. Ni siquiera recuerda ya por qué se dio. Quizá convenga, por tanto, repasar su evolución desde su diseño hasta su desastre total en estos últimos peldaños del magnífico ensayo “La doctrina del choque”, de Naomi Klein.

Muchos de los principales instigadores en la invasión y ocupación de Irak formaban parte del equipo original de Washington (Bush padre) que exigieron la terapia radical a Rusia: Dick Cheney, Paul Wolfowitz y Condoleezza Rice. Para estos jugadores VIP Rusia era invocado como el modelo a seguir por la transición de Irak, lo que resulta irónico visto el resultado obtenido en aquella para la gente ordinaria.

Lo curioso de estos arquitectos de la invasión, firmes creyentes en la doctrina del choque, es que sabían que mientras los iraquíes se consumían en emergencias diarias tratando de salvar su vida, el país entero podía ser subastado discretamente. Una vez aterrorizada la población con un ataque directo, Oriente Medio quedaría limpio de terroristas y se llevaría a cabo la creación de una gran zona de libre comercio.

¿Recuerdan lo acotado acerca del doctor Ewen Cameron -1ª parte- psiquiatra de la recién fundada CIA, que atacaba el cerebro humano con todo lo que se le ocurría -electricidad, alucinógenos, privación sensorial, exceso de ruido…- cualquier cosa que le proporcionara una mente en blanco en la cual imprimir nuevos modelos de conducta?. Con un lienzo más extenso, la invasión y ocupación de Irak siguió las mismas pautas. Con la utilización del eslogan “Conmoción y Temor” (Shock and Awe), doctrina militar cuya estrategia principal es infligir el máximo miedo al atacado, Klein casi grita su furia al explicar que esto va de convertir en impotente al adversario. Irak fue sometido a un experimento de torturas masivas durante meses, proceso en ciernes ya antes de empezar a caer bombas.

Al comienzo de la guerra, detalla la escritora, los habitantes de Irak fueron sometidos a la privación de sus comunicaciones y necesidades básicas: teléfono, televisión y radio, agua, luz, gas. Repentinamente y de la manera más rápida una ciudad de 5 millones de habitantes calló en la ceguera permanente. También se llevó a cabo una autentica deshumanización, el despojo de una cultura rica y milenaria. Los iraquíes vieron como sus más importantes instituciones eran violadas, su historia embalada en cajas y upp!, al camión. Grandes y valiosos objetos y libros desaparecieron en manos de comerciantes de arte sin escrúpulos. La actividad económica se paralizó, al igual que el tráfico en las calles o la producción de petróleo, ni un solo policía permanecía en su puesto.

El encargado de llevar los cambios a Irak era Paul Bremer, (Richard Perle comento en 2006 que el error de origen de gobierno USA fue enviar a Bremer), aposentado en el palacio turquesa de Saddam recibía leyes y órdenes de mercado por e-mail desde el Departamento de Defensa. Impecable siempre en su uniforme de marca: trajes inmaculados de Brooks Brothers y botas beige Timberand, regalo de su hijo con tarjeta de buenos deseos: “A patear los escombros”.

Terminado el combate de campaña, Bremer se convirtió en el gobierno, suprimiendo la democracia que tanto ansiaban probar por fin los iraquíes: canceló la asamblea constitucional, ninguneó la idea de elegir entre los borradores de la constitución, anuló y convocó docenas de elecciones locales y provinciales y lo mejor de todo, toreó las elecciones nacionales, ante lo poco que le entusiasmaban los candidatos.

Mientras, el FMI y el Banco Mundial fueron relegados a papeles de apoyo. Claro que, anota Naomi Klein, la misión de Bremer no era ganar los corazones y mentes de los iraquíes. Más bien consistía en preparar el país para el lanzamiento de la empresa Irak S.A. Así visto, sus perversas decisiones iniciales tienen una inequívoca lógica de coherencia. Bremer pasó sus primeros cuatro meses iraquíes empeñado obtusamente en llevar a cabo profundos cambios económicos, para ello nada mejor que la creación de leyes, leyes que conformaban el clásico programa de la Escuela de Chicago. “Listado que los inversores extranjeros y agencias varias soñaban para el desarrollo del mercado”, así calificó The Economist el radical set de leyes promulgadas por el individuo. Una de sus primeras medidas, en una ciudad paralizada, consistió en abrir a cal y canto las fronteras a importaciones sin registrar, y sin el más mínimo control: sin tarifas, sin inspecciones, sin derechos, sin impuestos, una vuelta a la ley del oeste americano de principios del siglo pasado. Esta decisión empeoró dramáticamente la vida de la maltrecha población, a la que regalaron la eliminación de los subsidios de gas y ayudas alimenticias, además de un proceso de privatización del Sistema de Salud.

Como los prisioneros en Guantánamo acaban acostumbrándose a su cuchitril, Irak estaba siendo comprada con Pringles y cultura pop, esta parecía ser la idea del plan posguerra de la Administración Bush.

Paul Bremer privatizó inmediatamente 200 empresas estatales que junto con el petróleo soportaban la marcha económica e industrial del país, a las que aplicó más leyes personalizadas: descenso del impuesto empresarial de un 45% a un llano 15%; permitir a las compañías foráneas poseer el 100 % de los activos iraquíes (evitando así la metedura de pata de Rusia, donde las riquezas fueron a parar a manos de oligarcas rusos), y aún mejor, las compañías foráneas pueden sacar el 100% de los beneficios obtenidos en Irak fuera del país, sin la obligación de reinversión y sin impuestos de por medio. El decretazo estipula incluso que todo tipo de contrato firmado por inversores extranjeros será renovado, no importa el gobierno que alcance el poder. El único tema en el que no entraron a saco los norteamericanos fue en el tema del petróleo, que por el momento dejaron en manos públicas hasta formar gobierno, si bien la Autoridad levantada en la ocupación se sirvió del valor de 20 millones de dólares procedentes del mismo, repartidos al gusto del personal. Sobre este tema Naomi Klein habla también de la desaparición de 8,8 millones de dólares sobre los que el grupo editorial Democracy Now realizó una estupenda investigación periodística, de la que hice una revisión de la traducción hace unos meses.

Mientras Bremer redactaba las leyes, contables y economistas del sector privado diseñaban y manejaban la economía (BearingPoint, ramificación la firma KPMG recibió 240 millones de dólares para crear un sistema de mercado acorde), Think tanks recibieron buenos fondos para llevar a cabo la privatización de las compañías iraquíes (El Instituto británico Adam Smith fue contratado para ayudar en la privatización), firmas y contratistas privados de seguridad entrenaron a la nueva policía y ejercito iraquíes (DynCorp, Vinnell y el grupo Carlyle entre otros). Empresas educativas realizaron el borrador del currículo post-Saddam e imprimieron los nuevos textos escolares y universitarios (Creative Associates, empresa consultora de educación recibió más de 100 millones de dólares por la labor). Mientras la empresa de Cheney, Halliburton se estaba enriqueciendo a espuertas, encargada de la construcción y dirección de las bases militares y mantenimiento general de las zonas, convertidas en pequeñas ciudades Halliburton, que dieron lugar a la llamada Zona Verde (Green Zone).

Un atraco descarado, desvergonzado, Klein nos hace vomitar. Sin la menor duda. Mientras todas estas compañías o empresas extranjeras descendían a su paraíso de los beneficios, el ejercito y gobierno invasor dejó a las empresas iraquíes y sus trabajadores fuera de juego, lanzados a la papelera, ignorados, invisibles en la participación de la reconstrucción de su propio país, su maquinaria industrial congelada por poderes ajenos a su casa (uno de los edictos económicos de Bremer, solo conocido hace pocos meses, prohibía al banco central iraquí ofrecer financiación a las empresas públicas del país). ¿Podéis siquiera imaginar la cantidad de personal y trabajadores cualificados (doctores, enfermeras, maestros, ingenieros, más de 500.000 trabajadores públicos) que se vieron en la calle, furiosos, abiertos a formar una red cada vez mayor de resistencia?. ¿Todavía se pregunta, querido lector, el por qué de la sucesión de atentados sin final de este país devastado?

En julio de 2006 la guerra de Irak se había servido la vida de 655.000 iraquíes.
El fiasco de Irak resulta de la aplicación cuidadosa y leal de la ideología de la Escuela de Chicago, de los hijos de Friedman. Solo 15.000 iraquíes fueron contratados para la reconstrucción de su tierra en la posesión de poder del faraón Bremer.

La presencia del gobierno norteamericano en Irak durante el primer año de su experimental economía ha sido un espejismo, denuncia Klein sin ambages. No ha habido tal gobierno, sino un embudo para colar los impuestos del contribuyente norteamericano y los dólares del petróleo iraquí a las corporaciones foráneas, en un autentico “fuera de la ley”. Irak representa la más extrema expresión de la contrarrevolución anti-Estado. Como el gangsterismo de Rusia o el trafico de influencias de Bush, el Irak contemporáneo es la creación de una cruzada de 50 años con el fin de privatizar el mundo.

Si la Administración Bush hubiera mantenido sus promesas de ceder el poder rápidamente a un gobierno iraquí electo, hay muchas probabilidades de que la resistencia hubiera permanecido encallada en un pequeño grupúsculo, en lugar de convertirse en una rebelión nacional. Claro que mantener ese promesa hubiera significado sacrificar la agenda económica que servía como excusa detrás del telón de la guerra, algo que no ocurriría jamás.

Se estima que fueron 61.500 los iraquíes capturados y encarcelados por las fuerzas norteamericanas, mediante métodos diseñados para maximizar el choque de la captura. En el interior de las prisiones se llevaban a término más efectos de “shock”, de los cuales hemos tenido buena cuenta en las denigrables imágenes sobre Abu-Ghraib. Una población masivamente torturada, despojada de sus ayudas, dejada sin salarios, ninguneada y asustada. Caldo de cultivo ideal para el fundamentalismo y la resistencia.
Para defender el modelo de libre mercado en Irak, el proyecto ha de completarse, completar el círculo.

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