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La colina, debajo de la alfombra - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Ya os dijimos que el orden cronológico en nuestro especial de agosto no sería muy riguroso. Pues como somos gente de palabra, vamos a volver atrás en el ciclo de Sidney Lumet. Concretamente a 1965, y su novena película, La colina, otra producción británica, al igual que la posterior Llamada para un muerto. Quiero, antes de comenzar con esta cinta antibelicista, pararme unas líneas en remarcar la filmografía de Lumet que no podemos tratar aquí. Esa clase de mujer de 1959, escrita por Will Gilbert, en blanco y negro, fue todo un lucimiento para la entonces estrella italiana Sophia Loren, dando un tono sentimental a un proyecto que gira en torno al dilema amoroso de una mujer, debiendo elegir entre su recién nacido amor a un soldado que acaba de conocer en un tren o un amante rico con el que va al encuentro. Le siguió una de las películas míticas de Lumet de final de década, Piel de serpiente (1959) otra adaptación teatral, esta vez de Tennessee Williams, quien interviene en el guión, y cuya historia es más dramática que la anterior, siendo igualmente de tintes sentimentales, centrada en la imposibilidad del amor entre un vagabundo, un Marlon Brando esplendoroso, y una gran Ana Magnani, sin desmerecer a la estupenda Joanne Woodward. La amarga El prestamista (1964) es otra producción que nos deja con un halo de malestar por no poderla visionar. De calidad extraordinaria, la labor de fotografía, de Boris Kaufman, trazaba unos determinados estados de ánimo en una historia dura y áspera sobre la Segunda Guerra Mundial y los recuerdos del holocausto judío. Recuerdos de dolor instalados en un frío prestamista que, justo, se deja vivir, pero sin participar en la vida. Un entregado Rod Steiger remata una de las mejores cintas de Lumet. Henry Fonda volvió a trabajar con Lumet en “Punto límite”, del mismo año. Aquí Fonda interpreta al presidente de los Estados Unidos en una historia sobre el miedo a un ataque nuclear en la que Walter Matthau es otro de los intérpretes a destacar. Les paso un pequeño comentario de mi compañero Francisco Machuca sobre ella: “«Punto límite» (1964), de Sidney Lumet. Se centra en una catástrofe provocada ’por error’: un fallo de funcionamiento desencadena un ataque nuclear americano sobre Moscú, y el presidente de los Estados Unidos acepta que se bombardee Nueva York a cambio. Al igual que La hora final, «Punto límite» sugiere de manera clara, aunque no demasiado convincente, que en materia de política internacional, dos equivocaciones equivalen, de hecho, a un acierto. Aunque la película aborda con honestidad algunos aspectos del pensamiento nuclear, el piloto del bombardero americano hace caso omiso de todas las órdenes que le dan de volver a su base, simplemente, porque eso es lo que se le ha enseñado. Al final acepta la noción fácil y evasiva de que, en el fondo, nadie tiene la culpa, como si las decisiones relacionadas con la guerra atómica tuviesen un origen místico, y estuviesen más allá de la capacidad de comprensión o control humanos”.

La colina, debajo de la alfombra

Agosto en la Esquina del Videoclub 2011: Ciclo Lumet

La colina
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La colina

Cartel del film de Sidney Lumet en 1965

El prestamista
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El prestamista

Cartel del film de Sidney Lumet en 1964

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DATOS RELACIONADOS

Título original: The Hill, 1965
Dirección: Sidney Lumet
Intérpretes: Sean Connery, Harry Andrews, Ian Bannen, Alfred Lynch, Ossie Davis, Roy Kinnear, Ian Hendry, Michael Redgrave, Jack Watson
Guión: Ray Rigby
Fotografía: Oswald Morris
Duración: 122’
País: Estados Unidos
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Seven Arts Productions

Blanca Vázquez - La República Cultural

Ya os dijimos que el orden cronológico en nuestro especial de agosto no sería muy riguroso. Pues como somos gente de palabra, vamos a volver atrás en el ciclo de Sidney Lumet. Concretamente a 1965, y su novena película, La colina, otra producción británica, al igual que la posterior Llamada para un muerto.

Quiero, antes de comenzar con esta cinta antibelicista, pararme unas líneas en remarcar la filmografía de Lumet que no podemos tratar aquí. Esa clase de mujer de 1959, escrita por Will Gilbert, en blanco y negro, fue todo un lucimiento para la entonces estrella italiana Sophia Loren, dando un tono sentimental a un proyecto que gira en torno al dilema amoroso de una mujer, debiendo elegir entre su recién nacido amor a un soldado que acaba de conocer en un tren o un amante rico con el que va al encuentro. Le siguió una de las películas míticas de Lumet de final de década, Piel de serpiente (1959) otra adaptación teatral, esta vez de Tennessee Williams, quien interviene en el guión, y cuya historia es más dramática que la anterior, siendo igualmente de tintes sentimentales, centrada en la imposibilidad del amor entre un vagabundo, un Marlon Brando esplendoroso, y una gran Ana Magnani, sin desmerecer a la estupenda Joanne Woodward. La amarga El prestamista (1964) es otra producción que nos deja con un halo de malestar por no poderla visionar. De calidad extraordinaria, la labor de fotografía, de Boris Kaufman, trazaba unos determinados estados de ánimo en una historia dura y áspera sobre la Segunda Guerra Mundial y los recuerdos del holocausto judío. Recuerdos de dolor instalados en un frío prestamista que, justo, se deja vivir, pero sin participar en la vida. Un entregado Rod Steiger remata una de las mejores cintas de Lumet. Henry Fonda volvió a trabajar con Lumet en “Punto límite”, del mismo año. Aquí Fonda interpreta al presidente de los Estados Unidos en una historia sobre el miedo a un ataque nuclear en la que Walter Matthau es otro de los intérpretes a destacar. Les paso un pequeño comentario de mi compañero Francisco Machuca sobre ella: “«Punto límite» (1964), de Sidney Lumet. Se centra en una catástrofe provocada ’por error’: un fallo de funcionamiento desencadena un ataque nuclear americano sobre Moscú, y el presidente de los Estados Unidos acepta que se bombardee Nueva York a cambio. Al igual que La hora final, «Punto límite» sugiere de manera clara, aunque no demasiado convincente, que en materia de política internacional, dos equivocaciones equivalen, de hecho, a un acierto. Aunque la película aborda con honestidad algunos aspectos del pensamiento nuclear, el piloto del bombardero americano hace caso omiso de todas las órdenes que le dan de volver a su base, simplemente, porque eso es lo que se le ha enseñado. Al final acepta la noción fácil y evasiva de que, en el fondo, nadie tiene la culpa, como si las decisiones relacionadas con la guerra atómica tuviesen un origen místico, y estuviesen más allá de la capacidad de comprensión o control humanos”.

Y acabamos este repaso y etapa con la adaptación (a lo que Lumet gustaba adherirse) de otro gran autor, Anton Chejov. The Sea Gull, (La gaviota) (1968) de nuevo con actores de gran prestigio como James Mason, Vanessa Redgrave, Simone Signoret, David Warner, y Harry Andrews. Rodada en Suecia, se vislumbra como un cine aristocrático y preciosista, con un diseño arquitectónico y de vestuario exquisito. Notable trabajo dentro de la dificultad que supone poner en imágenes a Chejov.

Poco espacio me queda para hablar de La colina, pero diremos lo esencial, porque su riqueza está en verla. Llegamos a una visión muy dura del mundo militar y las mentes fascistas de guardianes carceleros, otra crítica al sistema de justicia militar. Primera colaboración de Lumet con el actor Sean Connery, que volverá a trabajar con el realizador de Filadelfia en rodajes posteriores. Adaptación de la obra de Ray Rigby y R.S. Allen. De nuevo se hace cine el teatro, labor que tan bien sabía estructurar el realizador, sin por ello de dejar el aspecto cinematográfico desatendido.

Antimilitarista en sus cuatro costado, La colina es una sorprendente obra en blanco y negro que muestra un trabajo audiovisual de primeros planos y opresivas secuencias y una extraordinaria fotografía, así como una planificación de cámara que sigue a los soldados castigados colina arriba y abajo, haciendo que el espectador sude la gota gorda junto a ellos.

Segunda Guerra Mundial, una prisión militar instalada en el desierto de Libia (curiosamente fue rodada en Almería). Instalación que recibe soldados europeos que han cometido algún delito militar o desobediencia. Son manejados por el mayor encargado de la prisión, (magnífico Harry Andrews), quién deja los prisioneros, en este caso cinco, entre los que se encuentra Sean Connery, en manos de Williams, un sádico sargento, que acaba provocando algo muy previsible, la muerte de uno de ellos, Stevens el más débil. Este hecho se tratará como un accidente, haciendo que el médico haga la vista gorda, lo que provocará una rebelión de los soldados detenidos. Sin embargo todo acabará estropeándose porque estamos tratando con seres humanos y sus contrariedades, sus exaltaciones, prejuicios, y odios incontrolables.

Es una de las cintas favoritas de Woody Allen, confesado en un artículo del New York Times de 2001. Lumet usó tres medidas de lentes en ella, 24 mm, 21 mm y 18 mm, por su deseo de distorsionar los rostros en algunas tomas, por lo que se caracteriza la cinta.

En su biografía, Making Movies, Lumet confesó el horrendo calor que pasó filmando la película.

Resultó ganadora del mejor guión (Ray Rigby) en Cannes 1965, además de ser nominada como mejor película. También ganó el premio a la mejor fotografía para Oswald Morris en los BAFTA 1965, además de estar nominada como mejor película, mejor guión y mejor actor para Harry Andrews.

La secuencia: Cuando se produce el motín en todas las celdas del cuartel. Una vez conocida la muerte de Stevens, los soldados presos comienzan a gritar su nombre, eco que se va extendiendo como una ola, que despierta la rabia de justicia en todos. Cuando Williams llega a las celdas todos están exaltados, algo que se contagia, sin quererlo expresamente, a los compañeros de celda del muerto. Esa corriente solidaria, esa hambre de justicia representa a todas las caceroladas de protesta.

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