Julio Castro – La República Cultural
Hablaba Mey-Ling Bisogno de la relación de los olores y sabores con emociones como el amor, la atracción, el sexo… Por eso montó este trabajo de danza, en el que la comida interactúa con la danza, la danza con las relaciones corporales y sensitivas, y el desarrollo escénico con la imagen plástica que ofrece al público.
Las maneras de expresarlo de este trío de bailarinas van desde lo más delicado (yo no diría sutil), como enharinarse la cara, espolvorearse el cuerpo para hacer formas de perfiles en el suelo blanco, o empaparse de líquido rojo (tomatina o más bien fresa) el cuerpo y resbalar por el suelo sobre el líquido deslizante. Todo proviene de una acción y desemboca en una consecuencia, pero la conclusión final puede ser la de “estoy tan buena que me comen” o, mejor, “estoy tan buena que me como yo misma”. Y es que Mey-Ling no es una mujer atormentada, sino una creadora divertida, provocadora y dinámica, que consigue reflejar en sus trabajos esa energía que bulle en su cabeza, utilizando todos los elementos a su alcance.
No quiere ser una pieza delicada, como tampoco trata de ser un trabajo agresivo, tanto es así que me parece que la emoción que finalmente ha vencido a todas las otras es la de la diversión, la del humor que hay dentro de cada una de las acciones que acometen. Pero, cuidado: nada es inocente en su contenido.
Entorno a una cena en una mesa, sobre un obrador de panadería, o en una mesa de cocina, todo cobra una importancia diferente, pero en realidad es nuestra mente la que quiere ver las cosas como ellas lo han dispuesto. Por eso se encadenan acciones y situaciones que en condiciones normales no llevarían a nada, pero que aquí no dejan de sugerir al público esos momentos que en la vida real quedan reprimidos.
Respecto a la manera de abordarlo, nos encontramos con instantes de solos en escena, pero abundan los trabajos en trío o a dos, ya sea en una coreografía que coordina los movimientos de manera perfectamente sincronizada o secuencial (como es el caso de la mesa en la cena), o bien nos dirigimos a una danza más de contacto en distintos momentos. No dejan de aparecer distintos símbolos que marcan el formato del trabajo, o bien los formatos de danza señalan la simbología. Así, el afán por conseguir una única pieza de comida desata una lucha, esto es: por una manzana. En el momento en que se consigue alcanzar llega la sorpresa en forma de premio/castigo, que dejará sin importancia la fruta original. Pero hay otras muchas maneras en las relaciones que establecen a lo largo de las piezas que componen el trabajo.
En algún momento trato de encontrar un protagonismo especial, sea de Mey-Ling, como creadora, sea de Cristina Pérez Sosa o de Lucía Marote, pero la realidad es que salvo momentos puntuales de cada una de ellas, el reparto de trabajo es completamente horizontal, lo que me lleva a pensar en una participación real en el montaje, más allá de una dirección impuesta, y de un trabajo pensado para un equipo y desarrollado en equipo: algo muy difícil y que apenas se ve.
Lo que he podido ver hasta ahora de la Bisogno tiene un sello propio, en el que se incluyen sonidos peculiares, con influencias electrónicas, que no tienen problemas en la convivencia con otras cosas más estándares, pero que además cuentan con una iluminación muy especial en la que se resalta el movimiento o el estatismo momentáneo, a la vez que se arrojan los colores llamativos de vestuario o de acción al público, como una señal de aviso, en la que se diferencia personajes y se homologan actitudes dentro de la escena. Sé que este diseño de luces no es sencillo, porque son diversos espacios con sus propios instantes y contenidos, que no dejan fuera de su papel a quienes están protagonizando cada acción. Y la coreografía en su conjunto logra mantener la atención en el lugar protagónico, de manera que cuando alguien desaparece de escena no cabe preguntarse dónde ha ido, porque nuestra mente está centrada en la acción en desarrollo.
En fin, que vayan, coman y sean devorados por este trabajo del trío de Mey-Ling, porque saldrán encantad@s, aunque nunca logren saciarse. Ah, y si es posible, pónganlo en práctica aunque sea con menor esfuerzo: cómanse y sean comidos, pero por gusto.