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El teatro pedagógico del gota a gota - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

A la XVI Edición de la Muestra de Teatro de las Autonomías llega desde Valencia la Compañía Ferroviaria para representar Himmelweg. El camino del cielo. Una obra con muchos planos y unas cuantas lecturas, construida sobre una estructura de cierta complejidad por uno de nuestros más celebrados dramaturgos contemporáneos: Juan Mayorga. Parte de un hecho real, la visita a un campo de concentración civil nazi de un delegado de la Cruz Roja en medio de la II Guerra Mundial. Arranca con el monólogo de este delegado al que el presente le hace daño por lo que no fue capaz de ver entonces. Se justifica para no mortificarse más. Es un hombre normal, como casi todos, que quiere ayudar y que siente el dolor ajeno con la misma fuerza que el propio. El planteamiento con el que arranca nos hace pensar que estamos ante una obra del llamado teatro histórico, que nos va a contar un pasado cercano y un tanto doloroso, para acercarnos al exterminio de los judíos por los nazis. Terminada esta primera parte la cabeza se llena de dudas, ¿cómo fue capaz aquel hombre de dejarse engañar con una burda mentira?, ¿hacia dónde miró?, ¿por qué no se atrevió a ir más allá?, ¿por qué no desconfió?, ¿qué nos hubiera pasado a nosotros en su caso?

El teatro pedagógico del gota a gota

Himmelweg. El camino del cielo, una obra de Juan Mayorga, dirigida por Paco Macià y producida por la Compañía Ferroviaria

Himmelweg. El camino del cielo
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Himmelweg. El camino del cielo

La niña Irene Belmonte en primer plano con los músicos Antonio Mateo (piano) y Juan Antonio Hurtado “Sopas” (guitarra) al fondo, en una escena de Himmelweg. El camino del cielo

Himmelweg. El camino del cielo
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Himmelweg. El camino del cielo

La niña Irene Belmonte en primer plano con los músicos Antonio Mateo (piano) y Juan Antonio Hurtado “Sopas” (guitarra) al fondo, en una escena de Himmelweg. El camino del cielo

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Javi Álvarez – La República Cultural

A la XVI Edición de la Muestra de Teatro de las Autonomías llega desde Valencia la Compañía Ferroviaria para representar Himmelweg. El camino del cielo. Una obra con muchos planos y unas cuantas lecturas, construida sobre una estructura de cierta complejidad por uno de nuestros más celebrados dramaturgos contemporáneos: Juan Mayorga. Parte de un hecho real, la visita a un campo de concentración civil nazi de un delegado de la Cruz Roja en medio de la II Guerra Mundial. Arranca con el monólogo de este delegado al que el presente le hace daño por lo que no fue capaz de ver entonces. Se justifica para no mortificarse más. Es un hombre normal, como casi todos, que quiere ayudar y que siente el dolor ajeno con la misma fuerza que el propio.

El planteamiento con el que arranca nos hace pensar que estamos ante una obra del llamado teatro histórico, que nos va a contar un pasado cercano y un tanto doloroso, para acercarnos al exterminio de los judíos por los nazis. Terminada esta primera parte la cabeza se llena de dudas, ¿cómo fue capaz aquel hombre de dejarse engañar con una burda mentira?, ¿hacia dónde miró?, ¿por qué no se atrevió a ir más allá?, ¿por qué no desconfió?, ¿qué nos hubiera pasado a nosotros en su caso?

Los hilos del teatro llegan y vemos el ensayo y la repetición de tres escenas: unos muchachos jugando con una peonza, una pareja discutiendo y una niña con su muñeca. Los textos suenan irreales, tienen la voz del teatro. No salen bien y se van repitiendo, se van perfeccionando. Es el primer aviso de la manipulación alrededor de nosotros. La luz se apaga y el foco se dirige al final del patio de butacas, allí vemos al comandante alemán que se levanta y nos cuenta su historia, la de cómo se tejió aquella mentira: con el ensayo y la repetición.

El comandante nos habla seductor de una Europa en construcción, multicultural como nos señala al enseñarnos una estantería de libros con autores de diferentes países y épocas con los que quiere representarnos esa diversidad. Nos habla del odio como estrategia para generar un amor más fuerte, nos habla de una guerra necesaria para fortalecer aún más esa imagen de Europa, como camino para alcanzar esa paz perfecta que nos espera al final de ella. Es un hombre culto, viajado, que usa metáforas, sin llamar a las cosas por su nombre, con un lenguaje cargado de falsos símiles para que no nos demos cuenta de donde está lo real. Es un hombre que a la rampa que sube hacia la cámara de gas la llama Himmelweg, el camino del cielo.

Tras este monólogo arranca la última parte, donde vemos la trama urdida con detalle. El comandante se convierte en un director de escena, ambicioso y manipulador, del que vamos viendo que no le queda la menor gota de compasión en sus venas. Para llevar a cabo sus planes es necesaria la colaboración de los judíos. Se nos presenta aquí el último lado de este triángulo, el jefe de la comunidad judía, un hombre gris, apocado, al que el comandante asigna el papel de ser su traductor con el resto de personajes. Duda, se muestra indeciso, quiere saber la verdad de unos trenes que les atormentan a todos cada noche, pero termina cooperando con los verdugos.

¿Por qué aceptan los judíos? La obra explica que lo hacen porque mientras estén ensayando, mientras no haya llegado el hombre ante el que tienen que hacer su representación, no estarán viajando en uno de esos trenes hacia la cámara de gas. Aceptan participar por ganar tiempo, por seguir con vida, por salvar la de otros que son sus familiares, sus hijos, sus amigos, sus conocidos… ¿Aceptaríamos también nosotros?

Sin embargo, no hay en la representación que realizan ante el delegado de la Cruz Roja un gesto que delate su impostura sobre la realidad, no huyen, no avisan, como mucho una niña que juega y una frase un tanto más filosófica para compararse con unos barcos que van llegando a un puerto cargado de minas. Asumen su derrota, convertidos en parte del entramado, aceptan que han llegado a un final de trayecto que no les sirve de salvación. Ellos también subirán esa rampa que es el camino del cielo.

La obra habla de la manipulación, la mentira y el falseamiento de la realidad. La estructura de Himmelweg. El camino del cielo es compleja y novedosa, hasta tenemos un trío de músicos en directo. La obra se construye a través de la repetición para resultar más pedagógica, utilizando la misma técnica con la que los medios siguen construyendo hoy en día la realidad de nuestro entorno. Es como si nos contara la historia de un vaso sobre el que rítmicamente va cayendo una gota desde un grifo que no se ha cerrado del todo, para que vayamos viendo el proceso completo. Ninguna gota nos parece más importante que las demás, todas por separado son tan poca cosa que ni siquiera debemos preocuparnos por ellas, y aún así sabemos que al final el agua terminará desbordando el vaso.

Hay un conformismo en nuestra sociedad para quedarnos con las imágenes que los medios nos ofrecen, con las realidades que nos pintan los políticos a través de sus bonitas palabras cargadas de corrección, esas mismas que van destruyendo el significado de los términos más duros, camuflando de perfume nuestra vida. Vivimos sin oponernos ni enfrentarnos a las mentiras aceptables que nos cuentan, desde un cómodo sofá, con una mando a distancia, anestesiados. Esa vocación de comparar nuestra inacción que permite los mayores horrores nos acerca la obra hasta el presente, a preguntarnos a dónde nos lleva nuestra pasividad, a decirnos que no habrá vuelta atrás si no actuamos, a señalarnos como culpables de los genocidios presentes y futuros.

Las reflexiones que produce Himmelweg. El camino del cielo son importantes, tanto como las imágenes que se van quedando en nuestra retina. Sin embargo hay dos obstáculos que no logra levantar la obra. El primero es el exceso de repeticiones, de vueltas al mismo punto, de regresos una y otra vez. El segundo, el pecado que nuestros tiempos no perdona: la lentitud.

A modo de pequeño anecdotario: Himmelweg. El camino del cielo es una obra que escribió Juan Mayorga en 2003 y que varias compañías han paseado por los escenarios mundiales. El dramaturgo madrileño imparte clases en la RESAD de Madrid, donde no sólo ensaña Dramaturgia, sino su relación con la Filosofía. Es licenciado en Filosofía y en Matemáticas, habiendo ampliado sus estudios en estas materias en Münster, Berlín y París. Cuenta con un doctorado en Filosofía. Imparte el Seminario Memoria y pensamiento en el teatro contemporáneo en el Instituto de Filosofía del CSIC.

DATOS RELACIONADOS

Autor: Juan Mayorga
Intérpretes: Cesar Oliva Bernal, Toni Medina, Joan Miquel Reig, Diego Juan, J. Carlos González Abad, Irene Belmonte, Javier Cuevas Caravaca, Eloísa Azorín, Juan Antonio Hurtado “Sopas” (guitarra), Jesús Gea Marcos (contrabajo) y Antonio Mateo (piano)
Dirección: Paco Macías
Dirección musical: J. Antonio Hurtado “Sopas”
Composición musical: Caro Ceice
Escenografía e Imagen: Ángel Haro
Iluminación: Juanjo LLorens
Audiovisuales: Visionor
Vestuario: Joan Miquel Reig
Confección vestuario: Doblete
Ayudante de dirección: Gema Galiana
Fotografía: Mujer Tranvía
Edición audiovisual y escenotecnia: Acción Visual
Fotografía del cartel: Joaquín Zamora
Producción Ejecutiva: Juan Martínez Azorín
Producción: Compañía Ferroviaria
 
Para más información:
XVI Edición de la Muestra de Teatro de las Autonomías
Compañía Ferroviaria

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