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Concha González - La República Cultural
El comisario José Carrasco trabaja desde hace años en una comisaría de Madrid. En el plazo de unas horas debe investigar el robo en un piso polvoriento y abandonado, y la desaparición de un anciano profesor universitario. No puede contar con la ayuda de Manolín, su culto y joven ayudante, que también ha desaparecido. Carrasco se ve envuelto en una trama que va más allá de sus creencias y conocimientos. Los servicios de inteligencia lo vigilan y apartan de la investigación. Carrasco pide ayuda a antiguos colegas y a delincuentes, y se ve obligado a recorrer Madré, una ciudad que le repugna y que nada tiene que ver con el Madrid de su infancia. De pronto aparece Manolín, que le asegura que puede viajar por la muerte y por los sueños.
Lunes, 21 de enero de 2008. 20 horas. Sala de Conferencias del Ateneo de Madrid. Lleno. Público de apariencia carrocera que se acompaña de algún hijo con pintas modernas. Pocos miembros conocidos de La Discreta. El Sr. Caneiro, alguacilillo mayor del evento, coloca sobre la mesa el cartelito y el logotipo de la Editorial, El logotipo es una copa enorme de brandy con un líquido que bien pudiera serlo y una pluma de ave que entinta su extremo en él. La Discreta se presenta de nuevo, esta vez con un autor zumbón, universitario y que no duda en declarar que las grandes ciudades, entiéndase grandes por desmesuradas, le horrorizan.
Presentó el acto el escritor discreto Emilio Gavilanes, con verbo contenido y sensato, para explicar que La Discreta, publicando esta novela, se atiene a su línea de búsqueda de calidad inteligente, culta, reflexiva… y también divertida. Vino luego Antonio Garrido, profesor de Universidad, para hacer de crítico (a favor del escritor amigo y de la novela) y, como tal, hablar del contenido de la obra en la que llegaba a percibir cuatro novelas: la novela negra estilo años treinta, la novela de “campus” por el conocimiento y mala uva que el autor guarda para satirizar la compleja vida universitaria, la obra que reflexiona sobre la función literaria de la novela y la obra de humor como lubricante para una descripción de la realidad que no rehuye la dureza.
Finalmente tomó la palabra el autor con unas notas a vuela pluma que, por tomar uno de sus argumentos favoritos, fueron en sí mismas una elocuente narración del por qué nos hemos encontrado con esta novela entre las manos. Una novela que quiere atrapar al lector desde el inicio y llevarle a través de los géneros y de distintas situaciones a un mundo narrado desde la herencia de Greene, Cunqueiro, Cortázar, Bécquer y, sobre todo, Cervantes, del que no aprecia la fina ironía sino la descarada coña.
Y todo un posicionamiento: la ficción y lo fantástico están muy cerca de nosotros, Madrid (en la novela, Madré) es un horror y si Carrasco, el personaje, no se va de vacaciones, es para no tener que volver.
Parece interesante.
