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Desalojar el salón con porras y pelotas de goma para limpiarlo (27 de mayo) - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Empiezo la mañana pensando en las famosas propuestas. ¿Tengo derecho a despreciarlas por modestas, por escasas, por realistas? Yo, que lo quiero todo, pero apenas he hecho nada, ¿tengo derecho a juzgar/vetar/criticar a quienes por fin se han movido, sólo porque piden poco? Concluyo que hay que pedir, exigir, pelear, que nada es poco, si por algo se empieza. La lucha será larga y cada vez tendrá más frentes. Lo queramos o no. En el metro voy leyendo otro artículo de Vicenç Navarro: No son los mercados financieros. El señor Navarro se ha convertido en mi gurú particular. Le estoy agradecida como lo estaba de pequeña a los maestros que eran capaces de hacer amena una asignatura que en principio lo tenía todo en contra. Gracias a él voy dejando de ser una ignorante en economía. Cada artículo suyo me abre los ojos un poco más, me da más razones para la indignación.

Desalojar el salón con porras y pelotas de goma para limpiarlo (27 de mayo)

Mi 15M: recorrido y pensado por Ana Pérez Cañamares

Ana Pérez Cañamares

Empiezo la mañana pensando en las famosas propuestas. ¿Tengo derecho a despreciarlas por modestas, por escasas, por realistas? Yo, que lo quiero todo, pero apenas he hecho nada, ¿tengo derecho a juzgar/vetar/criticar a quienes por fin se han movido, sólo porque piden poco? Concluyo que hay que pedir, exigir, pelear, que nada es poco, si por algo se empieza. La lucha será larga y cada vez tendrá más frentes. Lo queramos o no.

En el metro voy leyendo otro artículo de Vicenç Navarro: No son los mercados financieros. El señor Navarro se ha convertido en mi gurú particular. Le estoy agradecida como lo estaba de pequeña a los maestros que eran capaces de hacer amena una asignatura que en principio lo tenía todo en contra. Gracias a él voy dejando de ser una ignorante en economía. Cada artículo suyo me abre los ojos un poco más, me da más razones para la indignación.

Tan pronto como llego al trabajo, comienzan a llegarme informaciones sobre Barcelona y Badalona. Están desalojando las acampadas. El motivo dado por el conseller de interior, un tal Puig, es que se desaloja la plaza “por higiene.” Supongo que es inmune a las connotaciones fascistas de la palabra. Por si fuera poco, la actuación de la policía deja claro que la súbita preocupación por la salud ciudadana es una patraña. Lo primero que se han llevado han sido son los ordenadores (“Habituales armas entre los hooligans”, me dice con ironía C.) El ingenio comienza pronto a trabajar: a media mañana ya hay un par de grupos en facebook: “Queremos desalojo del congreso para limpieza por higiene” y “Desalojar el salón con porras y pelotas de goma para limpiarlo”.

Esperanza Aguirre aprovecha (ella siempre aprovecha cualquier ocasión para abrir la boca) y pide que se desaloje Sol porque “prácticamente se ha convertido en un asentamiento chabolista”. Se nota que le importan mucho las chabolas cuando puede verlas desde su despacho; no tanto cuando están en el extrarradio y los niños juegan entre ratas a un par de kilómetros del centro de la capital.

Se habla de 48 heridos. A última hora de la mañana se dice que la policía se retira y la plaza vuelve a quedar en manos de los indignados, supongo que más indignados que nunca. La gente ha desbordado el cordón policial y han vuelto a tomar la plaza, cuentan. Me llega un correo electrónico para firmar por la dimisión del consejero Puig. Me asombra la rapidez de reacción.

Alguna gente me manda enlaces para ver los vídeos de la actuación policial. Al principio me escudo en que estoy trabajando y no puedo ponerme a ver vídeos. Pero tengo que admitir que no voy a verlos ni ahora ni después. Soy incapaz de asistir a la violencia sin sentir ganas físicas, no metafóricas, de vomitar. Algunos amigos me escriben para decirme que están frente a la tele llorando.

He quedado a tomar café con Pepe; quiere invitarme a conocer a un poeta que hace años que admiro, Karmelo. Salgo del trabajo y como sola, mientras me tomo unas cervezas y sigo a través del móvil lo que la prensa cuenta de Barcelona y los mensajes que me van enviando. Estoy temblando de rabia.

A la hora del café me reúno con Pepe y Karmelo, aunque en realidad lo que hago es seguir bebiendo cerveza. Me cuesta hablar de poesía, aunque trato de prestar atención, porque sé que es un privilegio estar con ellos. Pepe me dice que está pensando seriamente en irse fuera de España. Es de esas personas a las que no trato asiduamente, pero cada vez que nos vemos me asombra con su inteligencia, su ingenio y su talento. Tienes los poemas críticos más irónicos y divertidos que conozco. Ha trabajado como periodista y ahora sopesa la posibilidad de irse a trabajar al bar que unos familiares tienen en no sé qué ciudad belga. No le digo nada porque no puedo ofrecerle nada. Pero me parece tristísimo que alguien como él tenga que marcharse.

A las 7 hay una concentración de apoyo a Barcelona en Sol, llamo a Manuel desde el metro y le digo que me voy a Sol. Las cervezas y la rabia me han quitado todo rastro de cansancio. Esta ha sido una semana de parón y reflexión, y necesito de nuevo corporeizarme, sobre todo después de lo que ha pasado.

Llamo a Batania y quedamos en el oso y el madroño. Pero como siempre ocurre en Sol, no le veo por ninguna parte, y sin embargo me encuentro con Ernesto, mi sobrino, y unos cuantos amigos suyos. Lo primero que hacen es invitarme a una cerveza. Ya he perdido la cuenta de las que llevo encima.

Cuando regresamos, la concentración está en marcha. Esperaba más gente, no es difícil moverse. Algunos llevan flores en la mano. Gritamos “¡Barcelona no está sola!” Y no puedo evitar recordar que hace apenas un mes el Barça y el Madrid se enfrentaban, y las diferencias entre las dos ciudades parecían irresolubles, una cuestión de principios profundos e eternos. Me emociono. Le tomo el pelo a mi sobrino porque él es madridista hasta el tuétano y oírle gritar ¡Barcelona! es una especie de justicia poética para mí, que soy del Atleti (y del Barça.)

Me dice I. que le ha parecido una concentración demasiado blanda, teniendo en cuenta las circunstancias. Recuerdo las bromas sobre fútbol, las cervezas y las risas, y me siento algo culpable. No sé. Sigue siendo algo natural estar en Sol y sentir alegría. No creo que la alegría anule la rabia (quizá esa sea una de las señas de identidad del movimiento. Una vez más: Defender la alegría, organizar la rabia). Pero hoy quizá debería haber primado la indignación y la protesta. No puedo hablar por los demás, pero la verdad es que mi borrachera no me convierte en un testigo demasiado fiel. Cuando llego a casa, a Manuel tampoco le da la impresión de que venga de una acción reivindicativa.

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