Julio Castro – La República Cultural
Se trata de un encantador musical puesto en escena para el teatro infantil a partir de la obra literaria de Saint-Exupéry, probablemente la más conocida en el mundo, El principito. Este montaje dirigido por Rafael Boeta, parte de una adaptación realizada por el mismo director a partir del texto del autor.
Si bien la interpretación del aviador, por parte de Didier Otaola es muy buena, cabe destacar la de la actriz Noelia Martínez Lorenzo, que encarna al principito, y que pese a su juventud y menor experiencia, demuestra que andando tiempo puede tener un gran futuro en el escenario.
Cuando asistí a la obra, tenía la idea de que se trataba de un trabajo teatral en el que se introducían algunos números musicales, pero la realidad es que prácticamente la totalidad de la misma se basa en canciones mediante las cuales se comunican los dos personajes, y por medio de las cuales narra el protagonista sus viajes por el espacio.
La adaptación hace que incluso los dibujos iniciales de la infancia, de los que habla el aviador en el libro, se hayan transformado en canciones de un elefante y una serpiente, de manera que pueda llegar más al público infantil, en lugar de explicar el texto original.
La escenografía juega en dos niveles, por medio de una caja que permite actuar por encima del propio escenario durante diferentes momentos de la obra, y que hace que se centre la atención en quien muestra las historias, antes que quien hace en los respectivos momentos el papel secundario, sea narrando o sea dando apoyo al personaje que es foco de atención.
Recoge los momentos graciosos de la propia obra literaria, y los momentos melancólicos de la misma. Las metáforas reflejadas por el rey que no quiere más que mandar cosas a quien pase por su planeta, o el hombre que cuenta estrellas porque quiere atesorarlas y poseerlas todas, para poder comprar más, junto con todas las historias de amistad y fidelidad de los personajes representados o imaginados, son una constante en la obra.
En lo tocante a la música, que cuenta con unas estupendas composiciones musicales de Gonzalo García, se ha aprovechado para introducir unos coros de niños de colegio, que se introducen en la historia, haciendo de off en la misma, de manera que sugieren al principito lo que debe hacer o lo que no, aunque este, al final, haga lo que cree más conveniente. Eso sí, en cuanto a la sonoridad y la presentación, hubiese ganado más aún el espectáculo ahorrando los micrófonos de los intérpretes, porque tienen voz suficiente como para desempeñar los papeles de canto que les corresponde.