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The Shock Doctrine VI: El negocio de los tsunamis - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Naomi Klein finaliza su ensayo centrándose en los desastres que supusieron el tsunami asiático y las inundaciones de Nueva Orleans por el huracán Katrina en agosto de 2005. En diciembre de 2004 una ola gigante engulló la vida de 250.000 personas y dejó 2,5 millones de personas sin hogar, desastre por el que Sri Lanka se vio especialmente afectada. Lo que hay detrás del telón de dicho fenómeno natural puede llevarnos a recapacitar sobre la velocidad sin freno que está cogiendo este sistema capitalista voraz hasta la nausea. Después del tsunami se crearon unas zonas protegidas o zonas de amortiguación en las que se prohibió la entrada a todos los pescadores y sus familias, habitantes de toda la vida en la zona, pero no así al turismo. Parecía una excusa del gobierno (Mahinda Rajapakse) para llevar, finalmente, a cabo lo que deseaba hacer antes de la gran ola, limpiar la playa de pescadores y artesanos del lugar.

The Shock Doctrine VI: El negocio de los tsunamis

El segundo Tsunami. Un mundo de Zonas Verdes y Zonas Rojas

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Ofensiva Israel-Líbano.

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DATOS RELACIONADOS

Título: The Shock Doctrine (La doctrina del choque)
Autor: Naomi Klein
Editorial: Allen Lane, Penguin group
Año: 2007
Precio: 17 €

SEXTA PARTE y última

Blanca Vázquez - La República Cultural

Zonas de amortiguación y muros de acero

Naomi Klein finaliza su ensayo centrándose en los desastres que supusieron el tsunami asiático y las inundaciones de Nueva Orleans por el huracán Katrina en agosto de 2005. En diciembre de 2004 una ola gigante engulló la vida de 250.000 personas y dejó 2,5 millones de personas sin hogar, desastre por el que Sri Lanka se vio especialmente afectada. Lo que hay detrás del telón de dicho fenómeno natural puede llevarnos a recapacitar sobre la velocidad sin freno que está cogiendo este sistema capitalista voraz hasta la nausea.

Después del tsunami se crearon unas zonas protegidas o zonas de amortiguación en las que se prohibió la entrada a todos los pescadores y sus familias, habitantes de toda la vida en la zona, pero no así al turismo. Parecía una excusa del gobierno (Mahinda Rajapakse) para llevar, finalmente, a cabo lo que deseaba hacer antes de la gran ola, limpiar la playa de pescadores y artesanos del lugar. El gran plan para rehacer Sri Lanka empezó a gestarse dos años antes del tsunami, cuando finalizó la guerra civil y los jugadores habituales (USAID, Banco Mundial y el Banco de Desarrollo Asiático) aterrizaron en el país para planear la entrada de Sri Lanka en la economía mundial. Surgió un consenso sobre la gran ventaja de esta región, que reposa en el hecho de que es uno de los pocos lugares no colonizados por la globalización a go-go. Pero el pueblo, siempre sabio y con buena memoria acerca de las consecuencias de la crisis asiática de finales de los noventa, respondió con su voto a la izquierda. Ocho meses después el tsunami golpeó de lleno y posteriormente el segundo tsunami de la reconstrucción y la globalización corporativa, siguiendo el modelo Irak.

Al cabo de un año del desastre la ONG Ayuda en Acción publicó un extenso informe sobre los 50.000 supervivientes de cinco países. El mismo modelo se repite en todas la regiones afectadas: los residentes han sido excluidos de la reconstrucción, en oposición a los incentivos recibidos por los hoteles y resorts varios; los campamentos provisionales para estos supervivientes han sido miserablemente militarizados y no se han levantado sus antiguos hogares, extinguiendo con ello antiguas y heredadas formas de vivir. Concluye la ONG que los problemas son estructurales y deliberados en la intención del gobierno de no cumplir con su responsabilidad de proveer de tierra para la vivienda de sus habitantes y dejar el país en manos de intereses comerciales.

El segundo tsunami es otra particular dosis de la terapia de shock. Allí donde la Escuela de Chicago ha triunfado se ha creado una clase social situada por debajo del límite de la pobreza, que suma entre un 25% y 60 % de la población. Es otro tipo de guerra. La del modelo económico de los desalojos y la desaparición cultural en cualquier país arrasado por el desastre y los conflictos étnicos.

El Apartheid del desastre

Cuando el Katrina sacudió New Orleans el Sistema de Salud estadounidense, privatizado hasta la médula, resaltó las gigantescas diferencias entre, por ejemplo, el Hospital privado Ochsner y el Hospital de la Caridad. Los ciudadanos pudientes salieron rápidamente de la ciudad, se instalaron en hoteles y llamaron a sus compañías de seguros. Los ciudadanos que dependían de la evacuación estatal esperaban, desesperados, una ayuda que no llegaba. Se daba por supuesto que al menos en un país rico y ante un cataclismo, el Estado cumpliría con la protección de su pueblo. Pero los fondos para la preparación frente a desastres naturales acabó convirtiéndose en 2004, un año antes del Katrina, en un simple DVD. Como Klein nos lleva explicando a lo largo del libro esto es típico del Estado desequilibrado que Bush ha construido, un sector público débil, si fondos, ineficiente en una mano, y paralelamente una infraestructura corporativa ricamente aprovisionada de fondos estatales en la otra.
En Nueva Orleans, como ya ocurriera en Irak, no se pasó ninguna oportunidad de hacer caja. Como afirmó Milton Friedman (el papá del Capitalismo del Desastre) antes de morir, la tragedia suponía una oportunidad. Y claro, muchos encontraron su oportunidad: una mega compañía de servicios funerarios (uno de los mayores patrocinadores de la Administración Bush); AshBritt, compañía encargada de recoger los escombros, que recibió un billón de dólares y recurrió a las baratas subcontratas; sorprendente fue el hecho de que el FEMA, (Agencia Federal de Dirección de Emergencias) que recibió 5,5 millones de dólares para construir un campamento base provisional, (nunca terminado) dejara todo en manos de subcontratas, el principal de los cuales era un grupo religioso…En fin, como en Irak, el gobierno juega el papel de cajero automático en el que no faltan las retiradas y los depósito de cash: Las grandes corporaciones obtienen dinero para sus contratos masivos, y posteriormente pagan al gobierno, no con un trabajo bien hecho, sino con contribuciones a su campaña o soldados para las próximas elecciones. Así, cerrando el círculo, la Administración Bush, a cambio, aumenta el gasto de los contratos privados.

Nueva Orleans es la demostración clara de la imagen que nos da la Norteamérica rica sobre un problema interracial de desigualdad no resuelto aún y prefigura, asimismo, un futuro de Apartheid del desastre en el que la supervivencia está determinada por quién se puede permitir pagar el rescate.

El lucro de evitar la paz

Resulta, pues, evidente desde este largo ensayo y las seis partes en las que he procurado plasmar lo más fielmente el cuidadoso estudio llevado a cabo por la activista y escritora Noami Klein, que el actual aumento de desastres ha supuesto tal cantidad de beneficios y lucro que no es muy díficil escapar a conclusiones como la que sigue: los ricos y poderosos deben estar provocando estas catástrofes de tal manera que las puedan explotar. De ahí las creencias en mil y una conspiraciones. Pero no, la verdad es menos siniestra y más peligrosa. Un sistema económico draconiano que requiere para su retroalimentación un constante crecimiento sin control pasandose por el sobaco toda regulación medioambiental, lo que por lógica genera constantes desastres, ya sean militares, ecológicos o financieros.

Por otro lado el servilismo de los mass media al capitalismo del desastre da prueba de una nueva sinergia. Contra más miedo se inyecte en la población más sistemas de seguridad y derivados se venderán y se inventarán. Y ¿quien mejor que Israel para entender tal premisa?, paraíso donde la inestabilidad es la nueva estabilidad.

Israel cuenta con 350 empresas referidas al mundo de la seguridad, y 30 nuevas se han formado durante el año 2007. Dos situaciones dieron al traste con los procesos de paz en la zona entre israelíes y palestinos, especialmente los acuerdos de Oslo en 1993: la influencia de los judíos soviéticos aterrizados en Israel, por efecto de la terapia de shock en Rusia, y el trasvase de las exportaciones israelíes de productos tradicionales a una desproporcionada dependencia de la venta de tecnología relacionada con la lucha antiterrorista. Poderoso apetito nacido entre los sectores pudientes de Israel que llevó al abandono de la paz a favor de una continua lucha, y la expansión de la guerra contra el terror.

Poderosas firmas que, aunque no se lo crea, estarán detrás de alguna de los aparatos que usted, lector, roce en su vivir diario. Exportaciones desde Israel que le convierten en el cuarto mayor vendedor de armas del planeta y hace que las empresas “proveedoras” de seguridad sean las responsables del meteórico crecimiento del país en los últimos años.

Klein hace honor a su extensa documentación al listarnos algunos de los principales servidores de la industria israelí: El Departamento de Policía de Nueva York; el Metro de Londres; el Metro de Montreal; por supuesto el Departamento de Defensa estadounidense; el aeropuerto de Miami, Boston, San Francisco, Glasgow, Atenas, Heathrow, y más…; el rico barrio Audubon Place de Nueva Orleans que alquiló seguridad privada de la firma israelí Instintive Shooting International; Buckingham Palace; el Departamento de inmigración en la frontera con México; en fin, como ven un poderoso sector que vive de la continuación de la violencia y la construcción de muros alrededor de la peligrosa pobreza.

La formula secreta consiste en crear “seguridad” dentro de Estados fortaleza reforzados por un interminable conflicto fuera de sus muros.

Conclusión

En su libro “Derrocar” (Overthrow), el ex corresponsal del New York Times Stephen Kinzer trata de llegar al fondo del motivo por el cual los políticos norteamericanos han orquestado tantos golpes de Estado en el exterior. Estudiando la implicación de Estados Unidos con los cambios de régimen habidos desde el Hawai de 1893 al Irak de 2003, Kinzer observa que tiene lugar un visible proceso de tres pasos. Primero, empresas multinacionales USA con base en el país se sienten amenazadas al recibir la notificación de tal gobierno para proceder al pago de impuestos y la observancia de leyes laborales y ambientales. A veces se requiere la nacionalización de las compañías y la venta de parte de sus activos. Segundo, los políticos estadounidenses traducen este aparte corporativo interpretándolo como un ataque a los Estados Unidos: “Transforman las motivaciones económicas en políticas y geoestratégicas. Creen que cualquier régimen que molesta a una empresa americana debe ser antiamericano, represivo, dictatorial, y probablemente la herramienta de algún poder externo que quiere acabar con el supremo Tio Sam”. El tercer paso se da cuando los políticos tienen que vender al público la necesidad de una intervención, proceso que se muda en una lucha entre el bien y el mal, “la posibilidad de liberar una nación oprimida de la brutalidad de un régimen que asumimos es una dictadura, puesto ¿qué otro tipo de gobierno molestaría a una empresa estadounidense?”. La mayor parte de la política exterior de Estados Unidos es un ejercicio de proyección de masas en el cual una pequeña elite interesada compara sus necesidades y deseos con los de resto del mundo.

No he encontrado párrafo que exprese mejor mi idea de la conclusión del ensayo. Si bien Naomi Klein ha compuesto también su conclusión en la que no falta la referencia al 11 M de Madrid y su manipulación por el gobierno de Aznar.

En ella se centra en la actual reconstrucción política hacia la izquierda de América Latina como resarcimiento de tanta explotación neoliberal. Una (auténtica) reconstrucción después del capitalismo del desastre de Friedman y sus hijos. En un marcado contraste con el modelo (también actual) ofrecido por el complejo capitalista del desastre de Irak, Afganistán y la Costa del Golfo, los esfuerzos reconstructores de los líderes latinoamericanos se apoyan en las gentes, el pueblo que más sufrió la devastación. Y sorprendentemente sus espontáneas soluciones se parecen cada vez más a la tercera vía alternativa: democracia en el día a día y más cercana al ciudadano.

Klein no omite las manipuladas críticas que se vierten a Hugo Chávez, Rafael Correa o EvoMorales, curioso debate en una época en que Halliburton (ver parte V) ha exprimido al gobierno USA como si fuera su vaca lechera durante más de seis años, con subsidios que han superado los 2.000 millones de dólares en contratos sólo en Irak, evitando contratar trabajadores locales y expresando su gratitud a los contribuyentes norteamericanos mudando su central a Dubai (impuestos y demás beneficios mediante).

Así son las cosas y así se las he contado. No dejen escapar este libro excepcional.

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