Mercedes Gigosos – La República Cultural
Casi ocho décadas han pasado desde la creación del grupo The Golden Gate Quartet en 1934, en un instituto de Norfolk (Virginia). La noche del sábado 17 de diciembre, como es lógico deducir, no fueron los músicos que le dieron origen quienes actuaron en el XVII Festival Bankia Góspel & Negro Spirituals, pero sí unos merecidos sucesores: Clyde Wright, director y tenor (desde 1954), Frank Davis, tenor (desde 1995); Paul Brembly, barítono (desde 1971) y Anthony Gordon, bajo (desde 2006).
El Festival Bankia quien, como hiciera en dos ocasiones anteriores, incluyó este año a estos cuatro músicos para abrir la navidad en Madrid, se ha convertido en un clásico pre-navideño después de sus XVII ediciones. Comenzó en 1991 en el Colegio Mayor San Juan Evangelista y en la actualidad se celebra en los escenarios de La Casa Encendida y del Teatro Fernán Gómez.
The Golden Gate Quartet, durante sus casi 80 años, este cuarteto afroamericano ha sabido confirmar su posición en la historia del Gospel, en la que se les reconoce como uno de los grupos más legendarios y de más prestigio. Su capacidad para innovar y para adoptar patrones distintos dentro de la tradición de la música espiritual, pero sin perder la esencia y la coherencia del grupo, les ha llevado a conseguir un reconocido espacio en la historia de este estilo musical. El hecho de que la banda fuera la invitada de honor de la gala de investidura del presidente Roosvelt cuando en la Casa Blanca los negros no podían actuar, prueba su reputación artística.
Habitualmente asociamos las actuaciones de este tipo de música a bandas numerosas en las que las voces crean espectáculo en interacción con el movimiento rítmico y las palmas. The Golden Gate Quartet lleva todos estos ingredientes pero son las voces lo que, sin duda, les define. El cuarteto comenzó con dos piezas a capela a modo de tarjeta de presentación. Como explicara Clyde Wright, que con 81 año es el líder del actual cuarteto, en los comienzos del grupo sólo había voces, incorporándose los instrumentos musicales con posterioridad y poco a poco. Ciertamente y sin desmerecer el buen acompañamiento de piano, percusión y guitarra con que contaron en el concierto, estos cuatro hombres pueden lanzarse a un escenario sólo con sus voces. Máxime si tenemos en cuenta que una de las características del grupo es su facilidad para imitar el sonido de los instrumentos musicales.
Sus privilegiadas voces fueron recorriendo temas de su disco Incredible, que completaron con piezas habituales en la música espiritual y con villancicos en honor al momento. La profundidad, contundencia y fuerza de las voces de estos cuatro músicos hace que, en determinados momentos, el público decidiera permanecer en silencio y no acompañar los temas con palmas, para disfrutar por entero del sonido de cada voz.