Julio Castro – La República Cultural
Una manera de acercar la realidad actual al pequeño público teatral, puede ser la de introducir las tecnologías en la escena o, como en este caso, basar el propio desarrollo del relato en algunas técnicas electrónicas, como hacen en este caso actriz y actor de L’Horta Teatre.
Una niña escucha conversaciones de adultos, tratando de descifrar expresiones que no comprende, como tener “piel de gallina”, “morirse de la risa” o estar “en las nubes”. En lugar de preguntar por su aclaración, poco a poco se va encerrando en sí misma, víctima de sus propios miedos imaginarios.
Un entorno dulce y encantador con diversos lugares de encuentro va desarrollando una historia en la que el público está muy cercano y cobra cierto protagonismo, mientras unas pantallas táctiles con un manejo muy hábil, dan el resultado efectista que pretenden, de manera que sustituyen máscaras, dibujos, disfraces o proyecciones por imágenes reales de expresión facial o dibujos recogidos en las mismas pantallas que anteponen a su rostro.
Creo que además, de la parte educativa, que permite promover un intercambio de información entre niñ@s y progenitor@s al final de la función, Vanessa Cano y Juan Pablo Mendiola tienen una forma de actoral que no se apoya tan solo en las técnicas electrónicas, sino que la resolución interpretativa mantiene una buena calidad, de forma que las maneras expresivas de Juan Pablo (más tendente al modo humorístico del clown) y de Vanessa (más cercana por su pate al cuentacuentos teatral), diferentes y complementarias, pero muy accesibles al público de corta edad.
En mi opinión, no es un error la introducción de nuevas tecnologías en el escenario, siempre que se cuide la parte teatral, en la que debe estar basado el trabajo (es, al fin y al cabo, teatro), pero seguro que veremos cómo otros recogen la idea para abusar de ella: lo difícil es evitar esto. Como siempre trato de señalar, el niño o la niña no son idiotas, sólo tienen corta edad, y no se tragan cualquier cosa.