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Encuentro en el infinito, de Klaus Mann - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

En una estación de Berlín el joven Sebastian, escritor e intelectual en ciernes, sube al tren que lo llevará a París, donde espera introducirse en los círculos literarios y encontrar el camino para su oficio y su alma. A la partida asisten algunos de sus amigos, entre ellos su acongojada novia, la bella Do. La marcha de Sebastian tiene algo de despedida definitiva, y da la impresión de que sobre el momento pesa un oscuro presagio. En su compartimiento, el joven evoca la mirada de miedo que ha captado en Do, y trata de explicarse sus contradictorios sentimientos hacia quien hasta hace poco ha sido su mejor amigo, Gregor Gregori, que no ha acudido a la estación a despedirlo. Éste, en la misma estación berlinesa, daba la bienvenida a esa hora a Sonja, actriz que vuelve tras hacer unas funciones en Munich. Gregori es bailarín y coreógrafo, pero sobre todo es un hombre de éxito que ha empezado a desenvolverse en círculos más elevados. Son los primeros años 30 y los últimos de la República de Weimar.

Encuentro en el infinito, de Klaus Mann

Una historia de tiempos de crisis

Encuentro en el infinito
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Encuentro en el infinito

Portada del libro de Klaus Mann.

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Encuentro en el infinito

Portada del libro de Klaus Mann.

DATOS RELACIONADOS

Título: Encuentro en el infinito
Autor: Klaus Mann
Traducción: Heide Braun
Epílogo: Fredric Kroll
Editorial: El Nadir
Primera edición: 2007
ISBN: 978-84-934652-7-8
Formato: 21 x 14 cm. 250 páginas

José Ramón Martín Largo – La República Cultural

En una estación de Berlín el joven Sebastian, escritor e intelectual en ciernes, sube al tren que lo llevará a París, donde espera introducirse en los círculos literarios y encontrar el camino para su oficio y su alma. A la partida asisten algunos de sus amigos, entre ellos su acongojada novia, la bella Do. La marcha de Sebastian tiene algo de despedida definitiva, y da la impresión de que sobre el momento pesa un oscuro presagio. En su compartimiento, el joven evoca la mirada de miedo que ha captado en Do, y trata de explicarse sus contradictorios sentimientos hacia quien hasta hace poco ha sido su mejor amigo, Gregor Gregori, que no ha acudido a la estación a despedirlo. Éste, en la misma estación berlinesa, daba la bienvenida a esa hora a Sonja, actriz que vuelve tras hacer unas funciones en Munich. Gregori es bailarín y coreógrafo, pero sobre todo es un hombre de éxito que ha empezado a desenvolverse en círculos más elevados. Son los primeros años 30 y los últimos de la República de Weimar.

Así empieza Encuentro en el infinito, novela de Klaus Mann que se desarrolla en esos años alegres y depravados que presagiaban la barbarie que se acercaba. Klaus fue el último miembro de la saga literaria de los Mann junto a su hermana Erika, a quien debemos, aparte de sus propias obras, gran cantidad de manuscritos de su padre que ella rescató de la casa familiar de Munich cuando todos los Mann, por distintos medios, emprendieron el camino del exilio. Hijos de una educación profundamente liberal, Klaus y Erika fueron cómplices espirituales desde la infancia. Ella estrenó un drama de su hermano, y juntos hicieron un viaje por todo el mundo y más tarde por Estados Unidos. Klaus Mann se convirtió en el exilio en uno de los más activos propagandistas antinazis, estuvo presente como corresponsal en la guerra civil española y consiguió ser admitido en las fuerzas armadas estadounidenses, de cuya revista Star and Stripes fue redactor, a pesar de su homosexualidad y sus simpatías con el comunismo. Al final de la guerra desembarca en Italia y desde ahí llega a la devastada Alemania, en la que durante unos años se dedicará a denunciar la indiferencia de unos y el colaboracionismo de otros. Alemania lo acogió con hostilidad, o mejor dicho: no lo acogió. Aislado, y alejado progresivamente de su padre y de su hermana, Klaus Mann se suicidó en un hotel de Cannes en 1949.

De Klaus Mann fue muy divulgada entre nosotros la novela Mephisto, que escribió en 1936 y cuya difusión internacional casi medio siglo más tarde se benefició de una adaptación fílmica debida al húngaro István Szabó, quien recibió por la misma un Oscar y diversos premios en Europa. En Mephisto, Mann contaba la historia de un actor de éxito que se veía envuelto, no siempre contra su voluntad, en las redes del poder nazi. Si el film de Szabó encontró el camino allanado en los años 80, no ocurrió lo mismo con la novela de Mann, que no se publicó en Alemania hasta veinte años después de su redacción y que enseguida suscitó algunas querellas judiciales por parte de personajes de la política, la banca y la industria que creían verse retratados, con razón, en la obra. Curiosamente, estos episodios protagonizados por unos personajes que se presentaban libres de toda culpa y que eran alabados en la Alemania de postguerra vino a ser de hecho la continuación más apropiada a la novela de Mann, la cual, como la mayor parte de su obra, trata entre otros el tema de la responsabilidad cívica (o de la falta de ella) frente a la barbarie.

También éste es uno de los temas de Encuentro en el infinito, novela mucho menos conocida que la mencionada más arriba y que sin embargo es tal vez la mejor de su autor. De esta novela de 1932, de la que por su fecha de redacción no puede esperarse un retrato del ascenso del nazismo tan completo como el que aparecerá unos años más tarde en Mephisto, su moderno editor alemán, Fredric Kroll, ha escrito en el epílogo a la edición que comentamos: “Inmediatamente me convencí de que había encontrado un libro de culto para los jóvenes”. Pues la novela describe de manera muy personal “el desconcierto de los jóvenes, su rebelión contra la soledad y su crítica del reparto injusto de los bienes terrenales”. Por ello, Kroll señala a Encuentro en el infinito como un complemento de El lobo estepario, de Hermann Hesse, a lo que bien podría sumarse otra novela de culto posterior, En el camino, de Jack Kerouac.

La novela fue muy mal acogida en su momento, y ya antes de que a su autor se le colgara la etiqueta de degenerado que el nazismo reservaba a todo el arte contrario a sus principios de sumisión y pureza racial, Encuentro en el infinito escandalizó a derecha e izquierda por la amoralidad de sus jóvenes protagonistas, por su carencia de objetivos y su falta de raigambre social. Pero es que Mann no se proponía con ella establecer doctrina alguna, sino solamente (lo que no es poco) mostrar con honestidad el estado de las cosas en una sociedad corrupta y sometida a un radical embrutecimiento, pero eso sí, un embrutecimiento envuelto por el exquisito y refinado velo del arte, de la estética, del sexo y de las drogas.
 
Y es que pocas veces una época habrá sido plasmada en la literatura de manera tan escrupulosa. Aspecto éste que nos lleva a pensar en Berlin Alexanderplatz, de Alfred Döblin, o en El Jarama, de nuestro Sánchez Ferlosio, sin ir más lejos. De ese caldo de cultivo caracterizado por la ausencia de valores morales, por la imposibilidad de encontrar un sentido a la vida, y, dicho sea de paso, también un lugar en ella, de esa marginación generacional en tiempos de crisis surgirán más tarde los Gregor Gregori y los Mephisto que no dudarán en vender su alma al diablo y que se constituirán en “monos del poder” y “payasos para distracción de los asesinos”, según las palabras de Werner Rieck reproducidas por el editor en el epílogo citado. Y es que a estos personajes, jóvenes, sanos, en general bienintencionados, no les es dado concebir ninguna realización personal en este mundo, sino sólo en el infinito, lugar imaginario donde las líneas paralelas ya descritas en el primer capítulo de la novela deberían encontrarse.
 
Pues en efecto la novela gira alrededor de estos Sebastian y Sonja que no se conocen, en torno a los cuales se desenvuelven los numerosos integrantes de esta novela coral que se encuentran y desencuentran como en una enloquecida coreografía a ritmo de jazz, y cuyo cuadro completo trae a la mente del lector la desquiciada imagen de esa obra maestra de la pintura del siglo XX que es Metropolis de George Grosz: la de una multitud abigarrada sumida en un delirio colectivo, y en la que cada uno de sus individuos está completamente solo. Idea que secunda Do en su breve reencuentro con Sebastian, en el que le describe su visita al estrafalario doctor Massis, improbable psicoanalista, hipnotizador y traficante de drogas: “Todo está dispuesto de un modo absurdo. Él lo cuenta con mucho ingenio, pero no lo hace menos terrible. Dice que la maldición que Dios nos impuso en su día (ya sabes, cuando el pecado original) consistía en que la unidad de la vida se rompía. Lo llama la maldición de la individuación, o algo así. El uno no encuentra al otro. Massis dice que ni siquiera somos capaces de imaginar que el otro vive realmente, que es a su vez otro Yo. Tal es nuestra separación. Y que no sería tan terrible si no dependiéramos al mismo tiempo uno del otro, sin poder acceder a él: ni siquiera podemos imaginárnoslo; en realidad, ni siquiera existe para nosotros. Necesitamos algo que para nosotros ni siquiera existe”. Estos personajes arrastran su soledad por medio mundo, desde Berlín y París hasta Fez, pasando por Algeciras y Niza. Con ellos accedemos a los salones de la alta burguesía berlinesa, pero también a los tugurios en los que la bohemia intelectual se mezclaba con los bajos fondos. En un memorable capítulo, se sugiere que el encuentro necesario, la fusión en una verdadera unidad, sólo puede producirse en la ebriedad originada por el hachís, lo que constituye un rasgo baudeleriano que atraviesa la obra de arriba abajo.

Encuentro en el infinito es una novela que ha crecido con el tiempo. Su narración fragmentada, construida por medio de secuencias que buscan la simultaneidad, que dialogan entre sí, que anticipan hechos del futuro o nos invitan a contemplar otros del pasado con una mirada novedosa, nos resulta hoy familiar, ya que como bien sabemos tales son las influencias heredadas por la literatura del cine, pero constituían todavía una soberana audacia en la época en que Mann escribía. A ello hay que añadir el monólogo interior que aparece aquí y allá y que nos da una rica visión de la psicología de los personajes. Parece que su publicación hace unos años por la editorial valenciana El Nadir pasó casi inadvertida, lo que no es justo para esta gran novela y para su autor, a los que tal vez en este inquietante tiempo les esté llegando por fin la hora de ser apreciados y entendidos.

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