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¿Dónde encontramos la felicidad? - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

La 9ª Muestra de Cine de Lavapiés regresa a La Bagatela para una nueva proyección. Esta vez se aleja del documental para entrar directamente en el mundo de la pura ficción de la mano de dos directores latinoamericanos. Se proyecta en primer lugar el cortometraje del cubano Alberto Valhondo Marta. En apenas tres minutos y medio nos cuenta una historia angustiosa: un hombre que llama por teléfono a su madre para despedirse porque huye, la madre que desea contestar, el padre que lo impide. Lo que resulta más sugestivo es la atmósfera del carcelero creada por el autor, con ese semblante vencedor que nos indica que siempre su voluntad prevalece sobre la del resto, los que viven presos, los repudiados. Natalia Smirnoff es una joven que iba para ingeniera de Sistemas Informáticos, que ya trabajaba de eso para una televisión por cable, y que por su trabajo se pasaba el día volando de un lado para otro. Un día el avión en el que viajaba casi se cayó. No le pasó nada pero algo en ella cambió: abandonó sus estudios a unas semanas de acabarlos, se matriculó en la facultad de Cine y tres años después dejó su anterior profesión en la cadena de televisión para dedicarse a rodar películas con personas tan relevantes como Pablo Trapero, Jorge Gaggero, Alejandro Agresti, Lucrecia Martel, Verónica Chen y Ariel Rotter. Rompecabezas es el primer largo que dirige.

¿Dónde encontramos la felicidad?

Rompecabezas es el primer largometraje que dirige la argentina Natalia Smirnoff

9ª Muestra de Cine de Lavapiés
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9ª Muestra de Cine de Lavapiés

Cartel del cortometraje Marta, de Alberto Valhondo

9ª Muestra de Cine de Lavapiés
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9ª Muestra de Cine de Lavapiés

María Onetto en una escena de la película Rompecabezas

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Javi Álvarez - La República Cultural

La 9ª Muestra de Cine de Lavapiés regresa a La Bagatela para una nueva proyección. Esta vez se aleja del documental para entrar directamente en el mundo de la pura ficción de la mano de dos directores latinoamericanos. Se proyecta en primer lugar el cortometraje del cubano Alberto Valhondo Marta. En apenas tres minutos y medio nos cuenta una historia angustiosa: un hombre que llama por teléfono a su madre para despedirse porque huye, la madre que desea contestar, el padre que lo impide. Lo que resulta más sugestivo es la atmósfera del carcelero creada por el autor, con ese semblante vencedor que nos indica que siempre su voluntad prevalece sobre la del resto, los que viven presos, los repudiados.

Natalia Smirnoff es una joven que iba para ingeniera de Sistemas Informáticos, que ya trabajaba de eso para una televisión por cable, y que por su trabajo se pasaba el día volando de un lado para otro. Un día el avión en el que viajaba casi se cayó. No le pasó nada pero algo en ella cambió: abandonó sus estudios a unas semanas de acabarlos, se matriculó en la facultad de Cine y tres años después dejó su anterior profesión en la cadena de televisión para dedicarse a rodar películas con personas tan relevantes como Pablo Trapero, Jorge Gaggero, Alejandro Agresti, Lucrecia Martel, Verónica Chen y Ariel Rotter. Rompecabezas es el primer largo que dirige.

Al arrancar la película nos topamos con María del Carmen, una mujer omnipresente, sin un segundo de descanso ni en su propia fiesta de cumpleaños. Ella se encarga de la casa, cuida de los hijos, cocina y el largo etcétera de las tareas cotidianas que forman la vida de un ama de casa. La de María del Carmen es una vida sin sustancia propia, como la de muchas otras mujeres dulces y bondadosas que han postpuesto sus sueños por los de la familia, dedicadas en cuerpo y alma a los otros, tanto que se han anulado como personas. Ese comenzar desde lo anodino, algo que no hace presagiar una película de acción, es la trampa que utiliza Natalia Smirnoff para sorprendernos con una película vitalista y llena de encanto.

María del Carmen descubre a los cincuenta, por un regalo de cumpleaños, una habilidad nueva, ella es capaz de armar rompecabezas con mucha rapidez. Es algo innato, que siempre había estado allí pero sobre lo que nunca había puesto su atención. Llega a esta afición tarde y sin formación previa, pero tiene un instinto con el que construye su propio estilo, uno que no sigue las normas elementales de hacer primero los bordes, separar por colores, detalles, formas… Lo hace a su manera, como ha hecho casi todo en esta vida. Ella mira las piezas del puzzle por separado, busca la que necesita en cada momento y la va uniendo al resto con mucha delicadeza.

En la madurez, una mujer que no ha hecho otra cosa que cuidar de su familia, se encuentra con que toda su felicidad ha consistido en amar a un hombre y ver crecer a sus hijos. Pero siempre llega el momento trágico para las madres, aquel que ocurre cuando los hijos empiezan a hablar de una decisión que les ronda por la cabeza: volar por sí mismos e irse de casa de sus padres. Percatarse que esta situación va a suceder supone un cierto vacío, pues es entonces cuando se percibe que se carece de vida propia al margen del rol de madre y esposa. En ese momento no queda otra solución que la de buscar un camino nuevo para los años que quedan. María del Carmen está acostumbrada a las cosas sencillas, por eso, tirando de esa nueva pasión de armar puzzles que le roba horas de la noche para seguir juntando las piezas, que le enseña a guardarse sus secretos por primera vez, va a encontrar el eje de su desarrollo personal.

Aún queda tiempo para vivir una vida propia, solo hace falta dejar entrar un aire fresco por la ventana. No rechaza la felicidad pasada: el amor a su marido, un día de campo, pescar en silencio al atardecer en un viejo embarcadero… Pero se da cuenta de que necesita nuevos pequeños detalles con los que ser feliz. Rompecabezas nos habla de ese proceso, del punto de inflexión en el que se vira el timón con fuerza de voluntad y mucha determinación, un poco por azar, sin romper con nada, pero haciéndose valer y sabiendo que no hay retorno. Esa fuerza que no se le veía a la protagonista a primera vista, siempre ha estado en ella, en su constancia, en su entrega y, cuando gira, en la determinación absoluta de seguir armando rompecabezas.

Dice Natalia Smirnoff sobre las mujeres que se limitan a ser amas de casa que «es muy importante que las mujeres puedan trabajar y ganarse la vida, para que puedan ser independientes y adultas. Si el marido es el único en ganar dinero, la esposa se convierte un poco en hija. La gran tragedia llega cuando todos se van y se queda sola en casa sin nada que hacer. Demasiadas mujeres pierden la cabeza después de los cincuenta». En ese punto se les hace necesario encontrar una nueva faceta con la que sentirse útiles y que les permita un nuevo equilibrio dentro de su vida. Rompecabezas no tiene otro secreto que saber explicarlo.

Me gusta el ritmo de la película, pausado pero bien dirigido a un objetivo. No se pierde por las ramas, sino que cada escena cuenta lo que necesita para construir la trama, así que nada le sobra. El espectador no sabe más que María del Carmen, lo que ve es lo que le va ocurriendo a ella, al mismo tiempo. De esta forma le permite al espectador compartir con la protagonista su experiencia y sentirla a la vez, con los mismos impulsos que se sienten desde su punto de vista. Algo que no se conseguiría sin en el enorme y estupendo trabajo de María Onetto, que con una interpretación de pocas palabras, pero muchas miradas inteligentes, nos introduce en el interior de esta madre. Una labor en la que colaboran con mucha maestría los actores Arturo Goetz y Gabriel Goity que la acompañan.

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