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Julio Castro – La República Cultural
En esta ocasión, la propuesta de Lucio Baglivo, que pone en escena con Matías Zanotti, se enfoca para tener más peso desde la perspectiva de la dramaturgia que desde el punto de vista de la danza, jugando en un principio a llenar los intersticios de la acción y el texto con movimiento y ritmo, para acabar volcando completamente la construcción, que dará lugar a un formato de danza completado por espacios teatrales.
Lo cierto es que el fundamento es claramente contar una historia, explorar la idea de los sentimientos, pero, sobre todo, reírse de sus propias ideas y de aquellas más preconcebidas que cada cual puede tener respecto del hilo argumental. En esto difiere de anteriores propuestas desarrolladas por Baglivo, en las que la danza era el factor primordial. No así en la última en la que tuve ocasión de verle, dentro del reciente montaje de Fernanda Orazi (El rumor analógico de las cosas), donde la predominancia de lo teatral venía marcada por el contexto del montaje, limitando el protagonismo de Lucio a algunos pasajes de la misma.
En esta ocasión Zanotti y Baglivo nos ofrecen una idea en la que me parece encontrar algunos trazos de similitud y paralelismo con el estilo de Mey-Ling Bisogno en la parte argumental, así como en ciertos rasgos de humor. Humor, por cierto, predominante en la idea, porque se juega a la confusión, al sobreentendido y, sin duda, al malentendido.
Ambos protagonistas pasan por una agencia de búsqueda de parejas, cada cual con su timidez, cada uno con sus ideas. La historia se irá alargando, tanto, que finalmente encontrarán una solución diferente a la esperada, de manera que, cuando llegue la respuesta, será demasiado tarde.
Mientras a Baglivo le hemos visto en otros montajes en los últimos años (la producción propia de Ciclón, o junto a Provisional Danza en Especies o en Irresponsables), en el caso de Zanotti sólo he visto montajes en los que ha participado en el diseño de elementos y de vestuario, y ahora por fin aparece en esta escena compartida. Cuando hace falta volcarse en la parte más corporal del trabajo, ambos intérpretes saben ponerle fuerza al trabajo, evolucionando desde un punto aparentemente muy alejado de la danza, para llegar al motivo de este encuentro en la sala. Aprovechan todo el espacio dividiendo en momentos y diseños diferentes para cada instante de esta historia, mientras un enorme muñeco de trapo, que tal vez recoja la idea de ser cada uno de ellos dos, o lo que se espera del otro, aguarda sentado en una silla, paciente, escuchando y recibiendo sus aportaciones, para acabar por formar el nexo de unión (o de separación) entre los dos protagonistas. Un gran muñeco que, a modo de marioneta, tal vez quiere señalar los roles que nos mueven involuntariamente a manos de otras personas, que nos manejan, que nos exigen o que dirigen nuestros pasos.
Estamos ante un lugar de desencuentro para los convencionalismos, un espacio para reír y disfrutar de la parte teatral, de la danza y de la idea. Se cumple así prácticamente un año desde que se iniciara el ciclo Los Jueves Danza en la Sala Triángulo, que nacieron a propuesta del propio Lucio Baglivo y que en los últimos doce meses han traído a numeros@s profesionales de la danza con propuestas muy diversas e interesantes para una idea joven que, espero, continúe un año más.
