Julio Castro – La República Cultural
“Mi ordenador no entiende más que de casillas […] Ponga un ejemplo de cómo ama usted”, un empleado público (Daniel Martos) teclea sobre una pecera llena de agua, como si fuese su ordenador, mientras una mujer (Ángeles Páez), que acude a tramitar los papeles de adopción, se queda sin respuesta. No estamos ante una apología del “perverso funcionario”, sino ante la búsqueda de soluciones en un océano donde parece que no podremos encontrar nuestra solución, nuestra respuesta personal, ni la manera de acometer el poder sobre nuestro destino.
En medio de todo ello, un personaje se convierte en núcleo central de la acción, pero sólo es un protagonista más. No nos llamemos a engaño, la situación de los inmigrantes en nuestro país no es fruto de la crisis, sino un statu quo, que parece establecido desde siempre, mediante el establecimiento de unas categorías discriminatorias de ciudadanos de segunda categoría.
A través de su situación podemos localizarnos el resto, observando cómo sus problemas se entretejen con los nuestros, y Teatro del Zurdo ha querido traernos una serie de paradojas, por medio de las cuales vemos a Grozdan Alesandrov, conocido como Tozo, nuestro Búlgaro protagonista, un músico callejero que vino hace tiempo a España y que trata de buscarse la vida trabajando, no con limosnas. A través de él, también veremos cómo es más fácil que te ayuden a vivir cuando has muerto antes que te socorran económicamente cuando vives… paradojas de la vida, tal vez haya que morir para poder subsistir.
Un cura explica que no puede ayudar a Tozo porque su parroquia ya ayuda a otros, y cuando le pregunta por qué no quiere acudir a Cáritas ni a Cruz Roja en búlgaro le responde “yo tengo dignidad”, él busca trabajo, no limosna. En escena, peceras y otros objetos sustituyen a elementos comunes (ordenadores e impresos de la Administración)
Entre tanto, nuestras pequeñas miserias se van convirtiendo en tragedia: el papeleo para no poder adoptar, porque no eres una “familia” como se establece en los roles sociales. Pagar o no pagar impuestos de la iglesia, según para qué y según quien lo mire. Enfrentar desde un lugar en la Administración a la ciudadanía con la imposibilidad de ayudar, o tratar de buscar soluciones al margen de la ley o bordeándola… Y detrás de ello, los problemas personales, y al margen, una solidaridad humana, que casi siempre está ahí en lo personal y, difícilmente, en lo colectivo.
Luis Crespo y su equipo nos ven, se ven, como elementos que se hunden y bucean en un mundo abismal, el de las posibilidades-imposibilidades infinitas, que nos toca explorar y que, sin saberlo, nos atrae hacia ese fondo oceánico en el que muchos nos hallamos, nos encontramos, nos ayudamos para tratar de salir a flote. “A veces, la gente muere luchando contra la resaca, cuando, si se dejaran llevar por la corriente, llegarían a otra orilla, a un lugar diferente”, dice el personaje de Rafael Rojas. No sé si se refiere al dejarse conducir, pero más bien entiendo que hablan de conocer otros espacios, donde lo común nos ayude a trabajar a favor de tod@s.
Ante esta situación sin resolución por cauces normales, el personaje de Fernando Otero nos recita un antiguo texto de Aute: “Decir espera es un crimen / decir mañana es igual que matar…”, la realidad con la que nos topamos continuamente en la vida.
Un diseño escénico por medio del cual se separan espacios, apenas delimitados por las redes que cada uno ha lanzado para pescar, cada uno con sus circunstancias, con su personalidad y con sus problemas, que confluyen desde ahí en un espacio común en el que se encuentra quien nada tiene, Tozo, en ese espacio común reposa. No es que no tenga casa ni familia, lo que no encuentra es el espacio de igualdad en la sociedad que le permita equiparar su trabajo a nuestros derechos. Alrededor de este personaje (personaje real, por otra parte), se mueven los anhelos de Daniel Martos, Fernando Otero, Ángeles Páez y Rafael Rojas. Nadie es mejor o peor, y el error estará en juzgarles por su situación, de la misma manera que se juzga a Tozo por sus orígenes. Sus vidas se encuentran, se mezclan, conducen a la solución de quienes sufren la presión por razones iguales y diferentes, por ser quienes son o por no ser quienes les dicen que sean.
El habitual humor de la compañía, junto al afecto y la solidaridad que se construye, se mezclan a partes iguales en este trabajo. Teatro del Zurdo no es una compañía de teatro inerte, es una compañía de teatro de intención y contenido, sin el toque de lo fácil y evidente, pero sin necesidad de la complicación en su expresión. Sin duda es un teatro que comparte lo político y lo social, con toda la intención del mundo, por medio de un acercamiento amable a su público, al que en esta ocasión, añaden lo entrañable.
Para quienes crean que todo deben ser personajes en el teatro, Grozdan Alesandrov “Tozo” es un ser real, un músico callejero que desde hace ocho años vive afincado en Madrid, y que interpreta su propio personaje. Ya había trabajado anteriormente con la compañía en La ventana de Chigrinskiy, y han querido introducirle aquí para dotar a la comedia de un mayor neorrealismo a su trabajo.