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Nuestra democracia se defiende en la calle ¿Dónde estáis? - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

¿Cómo se pasa de tener una patología cervical a tener una lesión medular? A alguien le parecerá normal, pero lo cierto es que hace falta una agresión del mismo nivel que, si la sufriera alguien sin esa patología, podría quedar gravemente lesionado o imposibilitado de por vida. Pero ocurre que, si quien lo afirma es el que le ha causado la lesión, o sus representantes que detentan el poder, el resultado es que parece “normal”. Vamos, que ¿a quién se le ocurre ir a una manifestación con una patología de cervicales? ¡Faltaría más! Y se quedan “tan anchos”. Y medios de “comunicación” tipo agencias de prensa y demás, no tienen ni la decencia de contrastar si eso es “normal” o “anormal”. Ni siquiera digo que se paren a pensar si alguien con una lesión (digamos incluso en silla de ruedas, o con muletas, o con un brazo escayolado), tiene derecho a manifestarse. Parece que no, porque lo normal será que muera o que quede imposibilitado por ejercer un derecho democrático básico. Y por eso, aunque seamos decenas de miles, como hoy, en la calle, me pregunto sin reproches, con sorpresa por la ausencia y esperanza en el futuro ¿dónde estáis? Estamos defendiendo derechos básicos, ya no se trata de una subida salarial, o del precio del marisco, se trata del derecho a tener derechos.

Nuestra democracia se defiende en la calle ¿Dónde estáis?

25-S Toma el Congreso
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25-S Toma el Congreso

La plaza de Neptuno repleta de gente, mientras los medios oficiales hablaban de 3000 manifestantes.
Foto: Julio Castro.

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25-S Toma el Congreso

La plaza de Neptuno repleta de gente, mientras los medios oficiales hablaban de 3000 manifestantes.
Foto: Julio Castro.

Julio Castro – La República Cultural

¿Cómo se pasa de tener una patología cervical a tener una lesión medular? A alguien le parecerá normal, pero lo cierto es que hace falta una agresión del mismo nivel que, si la sufriera alguien sin esa patología, podría quedar gravemente lesionado o imposibilitado de por vida. Pero ocurre que, si quien lo afirma es el que le ha causado la lesión, o sus representantes que detentan el poder, el resultado es que parece “normal”. Vamos, que ¿a quién se le ocurre ir a una manifestación con una patología de cervicales? ¡Faltaría más!

Y se quedan “tan anchos”. Y medios de “comunicación” tipo agencias de prensa y demás, no tienen ni la decencia de contrastar si eso es “normal” o “anormal”. Ni siquiera digo que se paren a pensar si alguien con una lesión (digamos incluso en silla de ruedas, o con muletas, o con un brazo escayolado), tiene derecho a manifestarse. Parece que no, porque lo normal será que muera o que quede imposibilitado por ejercer un derecho democrático básico. Y por eso, aunque seamos decenas de miles, como hoy, en la calle, me pregunto sin reproches, con sorpresa por la ausencia y esperanza en el futuro ¿dónde estáis? Estamos defendiendo derechos básicos, ya no se trata de una subida salarial, o del precio del marisco, se trata del derecho a tener derechos.

Algun@s vivimos jornadas laborales interminables, seguidas de manifestaciones, o de otras jornadas con labores informativas y de difusión, para acabar viendo cómo este país ha caído en la más bárbara dictadura de un grupete de indecentes, que creen que unas urnas dirigistas les otorgan el derecho de decidir cuestiones que cambian, atacan incluso, las raíces de los fundamentos democráticos. Y ahí está el error, en que quienes debieron surgir de una democracia, no tienen el derecho a cambiar sus fundamentos. Pero aquí se lleva haciendo décadas, y nadie ha denunciado esa paradoja: que los representados no fueron consultados al respecto, sino que se arbitraron medidas intermedias y tibias para “hacer como” si eso fuera lícito.

Por eso, aquí no hay democracia, porque desde antes de la aprobación de la constitución del ’78, ya estaba conculcada y se ha pervertido aún más.

Por eso hoy, un funcionario vestido de azul tiene derecho a golpear a cualquiera, siempre que sea de esos “cuerpos de seguridad del Estado”. Tiene derecho a detener a cualquiera, siempre que pertenezca a esos “cuerpos de seguridad del Estado”. Tiene derecho a “guardarse la identificación donde le parezca”, como afirmaba hoy un “madero” respondón, y que nadie le pueda denunciar, porque él, probablemente, ni siquiera estuvo allí.

Menos miedo y más vergüenza, diría yo que les hace falta a los de las armas. Y un poquito de decencia les diría a quienes usurpan la democracia y las libertades, criminalizando al pueblo.

Pero, a quienes tienen una edad suficiente como para ser capaces de razonar con criterio, y siguen ocultando que son conscientes de lo que está ocurriendo, les diré que no será creíble una vez más que lo que en Alemania empezó con taparse los ojos hace ocho décadas, se repita aquí: “yo no sabía nada”. Sí, tod@s sabemos. Sabemos que esto es un atropello, un Estado policial, un lugar que se va convirtiendo en invivible a marchas forzadas, donde sólo unos pocos tienen libertades para todo, y el resto no tiene derecho a nada. Un lugar donde el de al lado no quiere que le cuentes lo que se vive en las calles. Un sitio en el que aún tienes que escuchar que “los parados se dedican al trabajo sumergido” (¿en dónde y en qué?). Un lugar en el que, si no abortamos la versión perversa de este sistema, sucumbiremos en muy poquito tiempo a las fauces del fascismo más atenazador: el económico, el del capitalismo salvaje.

Lo cierto es hay días en que no puedo con mucho más.¿Dónde estáis mientras apalean a miles de inocentes ante el Congreso de los Diputados? He escuchado a gente preguntándose “¿por qué están aquí en medio? ¿por qué cortan esa calle si no tiene nada que ver con el Congreso? ¿Por qué me pegan si no hago nada?” la respuesta es tan sencilla como arrolladora: porque pueden. Las fuerzas represivas tienen armas, de igual manera que los leones de circo se creen feroces, abren la boca y rugen cuando el domador se lo exige. También he escuchado al coro de Sol, cantando acompañados por la gente en la calle Alcalá. Primero el Canto a la libertad, de mi querido Labordeta, luego el Grandola vila morena, de José Afonso, y cuando llegamos a L’estaca, de Lluis Llach, la policía no aguantó y puso en marcha las sirenas: son los hijos y nietos de… aquellos fascistas. Sin duda. Hoy he visto cómo las fuerzas de represión se desplegaban con el único fin de provocar y de amedrentar. Creo que no lo había visto en más de 30 años de manifestaciones. Pero cuando tocaba volver a casa porque ya no daba para más, y sin dejar de pensar “tendría que volver a Neptuno”, tampoco podía dejar de pensar ¿dónde estáis?

Somos una panda de muertos de hambre, de miserables, pero sin conciencia de serlo. Y esto lo digo teniendo un trabajo “cómodo” (que hoy día quiere decir, remunerado) en el que podría no tener más preocupaciones que la hora del café y cumplir con el horario mensual. Ah, un trabajo decente: no pego a nadie para ganarme el pan. Pero ¿En qué piensa quien no tiene ya casi nada? Porque estos ya son “legión”. Cualquier día le hago un corte de mangas a todo. Pero es que aún, no aprendí a ignorar la injusticia, que mana del abuso. Como los de hoy en Madrid.

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