Julio Castro – La República Cultural
La sesión, como todas las demás, arranca con las proyecciones del Festival de Videodanza. Varias piezas muy distintas que terminan por provocarme la curiosidad en cuanto a la selección, por lo que acabamos debatiendo en un pequeño grupo con la responsable del su organización, además de alguna participante, acerca de lo que se puede considerar videodanza, puro video, clip promocional con danza, o cualquier otro formato. Dejo abierta la pregunta, porque mi opinión es que no estoy de acuerdo con el “todo vale”, y que la disparidad de lenguajes nos llevan a no discernir entre lo que nos llama la atención y aquello que está fuera de lugar, es decir, podemos quedarnos con lo interesante de un mensaje o de un formato, mientras que allí no está el objeto de la convocatoria (la danza, en este caso). Pero cada cual selecciona aquello que le parece más oportuno y según su criterio.
El interés de las piezas de esta segunda semana me parece grande, y nos ofrece una visión bastante diferente de lo que veíamos en aquellas de SolAs de la primera semana, primero por la obviedad de tener que compartir el desarrollo en la escena, pero también por el contenido y el juego que permite este formato. Cada cual entraña su dificultad, pero si se hace a conciencia, su resultado siempre nos enriquecerá.
Manuel Martín nos presenta con Raqueros una pieza corta que desarrolla junto a Rebeca García, y que ya pudo verse en la muestra de primavera del Gracias x Favor de este año 2012. En ella hace alusión a un entorno marítimo y una remebranza de la figura de unos chavales que, en el siglo XIX se hicieron conocidos en el puerto de Santander, porque recataban objetos de los paseantes caídos al mar, mientras que la gente les echaba unas monedas para que bucearan a recogerlas. Son los apodados raqueros que, también tienen otras historias más peyorativas de raterismo en su haber.
El coreógrafo ha elegido un formato principal de contact-danza para presentar un movimiento por el mar, en el que su pareja en este paso a dos, nada sobre sus aguas o se sumerge a voluntad, pero, sobre todo, es dirigida por el paisaje marítimo hacia sus objetivos. Además del desarrollo de movimiento íntimo (que me hace recordar algunos de los pasajes finales de Uno, de Mar López y Anuska Alonso), en el que ambos están ligados de casi de principio a fin, Rebeca lucha con el mar que representa Manuel, que la transporta o la voltea, la golpea, o bien se deja llevar por él, como parte indisoluble de un proceso en el que él hará de fuerza en el, mientras ella vuelca su intensidad en el equilibrio. Un riesgo compartido en escena, en el que la luz juega un papel importante, porque logran mantener el enfoque visual del espectador a pesar de combinar momentos de verticalidad con los juegos a ras de suelo, en un entorno básicamente oscuro y dirigido hacia la ejecución de su trabajo. El diseño es muy interesante y merece la pena detenerse un instante en comprender el contenido, además de percibir su trabajo.
La propuesta de Marta Gómez Calvo es realmente divertida, Esto no es pa’ mí parece contar con simpatías hacia el género del cabaret, pero en el más sincero formato de danza, donde comparte espacio con Juan José Torres Martínez y Fernando Castro Pérez. Aunque ella hará de “diva” en la pieza, en realidad es un formato compartido, en el que intercambia un discurso de parodia mediante la danza con los otros dos bailarines, a la vez que ellos tratan de ocupar su espacio ante un micrófono hacia el que enfocan todas las luces.
La pieza dividida en varios momentos o secuencias, tiene una gran agilidad, es muy dinámica, y cuenta con una parte que quiere ofrecerse al público, mientras que otra da la espalda casi en todo momento desde una silla en primer plano que ocupa uno de los bailarines en la primera parte. Lo que en principio trata de vestir (literalmente o no) la actuación estelar de la artista, parece acabar por convertirse en el punto de lucha por arrebatarle el lugar. Una pieza muy divertida y llena de colorido en su ejecución y, la verdad, bastante inesperada para mí.
La Miscelánea de Amaia Pardo, tiene de casi todo, porque refleja de manera sintética, incluso esquemática, la percepción de las relaciones humanas y su comportamiento social, que es lo que pretendía. Para ello el establecimiento de espacios, triángulos que delimitan el entorno propio de aislamiento, contrastan con el movimiento en los espacios comunes, con un diseño lineal del resto de una vivienda compartida. Lo que comienza en un movimiento limitado al triángulo de la propia Amaia, se irá ampliando al resto, para acabar en el movimiento coordinado de los tres artistas en cada espacio individual, o el movimiento compartido en los espacios genéricos. Así, la coreógrafa elige ese concepto de círculo/triángulo propio iluminado sobre el resto del entorno, para mostrarnos la visión introspectiva que cada cual tenemos hacia lo interior, sobre el resto de nuestro universo. Por otra parte, toma los cordones del calzado que va anudando entre sí para generar figuras geométricas tridimensionales con sus manos o sus pies, pero a la vez ampliará el juego anudando más cordones a lo largo de la pieza en los momentos en que permanece en su círculo cerrado. La entrada de los otros bailarines en danza (la coreografía está prevista para tres bailarines más, aunque en esta ocasión sólo están Denis Santacana y Jaoitz Osa) la hace salir de su entorno, a la vez que cambia de vestimenta para participar en el movimiento común. Finalmente descubrimos que cada cual, en su propio espacio, tiene comportamientos similares.
La pieza de Amaia Pardo se compone del interés por explorar lo individual y lo común, pero además logra desplazar la mirada de lo más pequeño y lo más concreto, a lo colectivo, para regresar después a ver todo como un conjunto de pequeñas individualidades.